Desde tiempos remotos el ser humano ha venido construyendo una cultura en la cual los mitos y las leyendas han ocupado una parte fundamental. Los retos de antaño, rodeados de desconocidos peligros, han producido en la especie humana una fascinación especial compuesta de temor y atracción al mismo tiempo. La ciencia-ficción continúa de alguna manera el legado de aquellos antiguos relatos mezcla de mito y realidad que ayudaban a superar temores y a expandir el horizonte del conocimiento al proponer nuevas metas, rodeándolas de un halo mítico. En definitiva, una herramienta para manejar el ansia que nos produce lo que sabemos desconocido, aquello que somos conscientes que nos queda por saber. La eterna paradoja que ha marcado nuestra Historia.
En el maravilloso vídeo Wanderers (Erik Wernquist, 2014) la profunda y emotiva voz de Carl Sagan describe a la Humanidad como una especie a la cuál la evolución le ha convertido en exploradora. Según las palabras del recordado divulgador científico, la fascinación irresistible hacia nuevas fronteras formaría parte de nuestra propia naturaleza.
Junto a todas esas leyendas han coexistido los mitos religiosos, respuestas para apaciguar el desasosiego que producía a los antiguos nuestra pequeñez y soledad en el vasto y desconocido universo que se extendía majestuosamente sobre sus cabezas. En la medida la ciencia-ficción es heredera de aquellas historias, es inevitable a la vez que controvertido, señalar que a pesar de llevar en la actualidad caminos divergentes parece que existe una aparente relación entre ambos ámbitos. Es en este punto de fricción donde aprovechándose de la ambigüedad se cuelan autores que adornan sus obras con elementos que enmascaran su verdadera condición. Autores que aprovechan lagunas y ámbitos sin descubrir más allá de los actuales horizontes de la ciencia, para realizar afirmaciones que no pueden demostrarse falsas, pero que tampoco merecen el grado de veracidad que se les concede.
Épico y embriagador video de la NASA narrado al estilo de la ciencia-ficción sobre la misión de exploración New Horizons a Pluto, el planeta más lejano del sistema solar al que nadie ha visto antes.
La malentendida zona limítrofe entre lo desconocido para la ciencia, las creencias místicas y la ficción propia de la literatura de entretenimiento, es un asunto que merece la pena abordar de alguna manera. En la serie documental Profetas (sic) de la ciencia-ficción (Ridley Scott), George Lucas es considerado como un visionario precisamente por la creación de uno de los términos más conocidos e influyentes en la ciencia-ficción que de alguna manera, podría representar esa frontera.
La difusa —pero existente— frontera
Son muchos los conceptos que la saga de Star Wars ha añadido al imaginario popular, pero hay uno que destaca notablemente sobre los demás. La idea de George Lucas de introducir un mito religioso completamente diferente a lo que se conocía, en un entorno cuya tecnología sólo los habitantes de aquella galaxia lejana podían distinguir de la magia, simboliza lo que los navegantes del medievo denominaban Terra Incógnita, aquella parte desconocida del planeta por explorar, pero de la que se tenía constancia que existía. La Fuerza en el universo de Star Wars insinúa nuestra capacidad natural y espontanea para alcanzar conocimiento, que nos acompaña desde milenios y que aún hoy no es comprendida.
Antes de que el ser humano desarrollara el método científico, tuvo que pasar mucho tiempo para que llegara un fraile medieval llamado Guillermo de Occam que con su famosa navaja simplificó algo el proceso. Con todo, nuestra especie ha sido capaz de alcanzar conocimiento nuevo desde que existe como tal. En la obra Anochecer (Robert Silververg e Isaac Asimov, 1990) se postula con un mito ancestral milenario que alberga dentro de si un conocimiento adornado sin embargo de la apariencia necesaria para ser aceptado y difundido entre la población en forma de culto religioso. La cuestión es ¿nos ha hecho la ciencia olvidar la verdadera fuente de ideas que somos las personas y no el método que nos hace más eficaces? ¿es la Ciencia por si misma la respuesta o hay «algo más»? La Fuerza en Star Wars representa la circunstancia de que detrás de toda la tecnología y los descubrimientos científicos, son personas las que inicialmente comenzaron a darles forma partiendo de su imaginación y voluntad.
El capítulo de «Profetas de la ciencia-ficción» de Ridley Scott dedicado a George Lucas se centra en La Fuerza y algunos de los aspectos científicos que llega a inspirar.
Antes de que el ser humano desarrollara el método científico, tuvo que pasar mucho tiempo para que llegara un fraile medieval llamado Guillermo de Occam que con su famosa navaja simplificó algo el proceso. Con todo, nuestra especie ha sido capaz de alcanzar conocimiento nuevo desde que existe como tal. En la obra Anochecer (Robert Silververg e Isaac Asimov, 1990) se postula con un mito ancestral milenario que alberga dentro de si un conocimiento adornado sin embargo de la apariencia necesaria para ser aceptado y difundido entre la población en forma de culto religioso. La cuestión es ¿nos ha hecho la ciencia olvidar la verdadera fuente de ideas que somos las personas y no el método que nos hace más eficaces? ¿es la Ciencia por si misma la respuesta o hay «algo más»? La Fuerza en Star Wars representa la circunstancia de que detrás de toda la tecnología y los descubrimientos científicos, son personas las que inicialmente comenzaron a darles forma partiendo de su imaginación y voluntad.
Al otro lado de esa borrosa y delgada, pero línea al fin y al cabo, aparecen las llamadas «ciencias paranormales» o parapsicología. Un conjunto de supersticiones y suposiciones de dudoso origen pero que sin embargo se resisten a ser completamente refutadas por la ciencia. Al contrario, en algunas universidades se han realizado controvertidos experimentos con resultados inexplicables que abren inciertas puertas a considerar otras posibilidades. En la mitología creada por George Lucas se incluiría la telepatía y la telequinesis —habituales en muchas obras de ciencia-ficción— así como sugestión e hipnosis.
La ciencia
¿Hay ciencia en La Fuerza? En un primer momento parece difícil tan siquiera proponerlo. Sin embargo, en el documental de Ridley Scott, el divulgador científico Michio Kaku muestra de manera entusiasta una relación entre la religión más antigua de la galaxia y una inexplicable fuerza de atracción galáctica. Esta fuerza se atribuye a la ocasionada por una hipotética masa llamada materia oscura, por no emitir ni interactuar con ninguna forma de radiación electromagnética y es por el momento de origen y composición desconocida —algunas teorías apuntan a un efecto físico llamado Unruh—. Una realidad evidente cuya existencia puede intuir nuestra mente, pero que sin embargo permanece evasiva para la ortodoxia científica.
Pero hay más posibles relaciones entre La Fuerza y otros aspectos científicos que hasta hace poco nadie había comprobado experimentalmente. Recientemente se ha demostrado la existencia predicha por la ciencia de las ondas gravitatorias, las cuales transmiten a través del propio sustrato del continuo espacio-tiempo las «conmociones» que una importante alteración gravitatoria produciría. Circunstancia que todo buen aficionado a Star Wars relacionará a lo que siente Obi Wan Kenobi por la desaparición repentina de Alderaan, al ser destruido por la Estrella de la Muerte. En definitiva, La Fuerza era un concepto interesante y lleno de fuerza —ejem— hasta que llegaron las precuelas y la aberración de los milicodrianos, los cuales tenían la sana intención de darle un toque hard a la saga pero que ha resultado en la perdida de su halo mítico.
Energía y materia oscura es como se les llama, pero en realidad no se tiene ni idea de en qué consiste. Es una «tierra inexplorada» de la que se advierte su existencia, pero que no se puede ni detectar ni medir directamente, lo que desafía el propio concepto de teoría científica.
Pero hay más posibles relaciones entre La Fuerza y otros aspectos científicos que hasta hace poco nadie había comprobado experimentalmente. Recientemente se ha demostrado la existencia predicha por la ciencia de las ondas gravitatorias, las cuales transmiten a través del propio sustrato del continuo espacio-tiempo las «conmociones» que una importante alteración gravitatoria produciría. Circunstancia que todo buen aficionado a Star Wars relacionará a lo que siente Obi Wan Kenobi por la desaparición repentina de Alderaan, al ser destruido por la Estrella de la Muerte. En definitiva, La Fuerza era un concepto interesante y lleno de fuerza —ejem— hasta que llegaron las precuelas y la aberración de los milicodrianos, los cuales tenían la sana intención de darle un toque hard a la saga pero que ha resultado en la perdida de su halo mítico.
@jm_uria intención buena pero mal ejecutada. Los Jedi no necesitan de ninguna explicación racional y le quita el halo de mito a la fuerza— Eternity's End (@eternity_end) 10 de abril de 2016
Los límites de la ciencia
En la actualidad existe cierta tendencia a considerar la Ciencia como una especie de verdad última capaz de dar explicaciones a todo. Un llamado «cientificismo» que deja de lado cualquier cosa que no se ajuste a sus reglas aplicadas rígidamente, cuya naturaleza absoluta es contraria al espíritu nómada humano, en constante búsqueda de nuevas metas. Sin embargo, la propia ciencia ha de revisarse a si misma aplicando la ciencia de las ciencias o epistemiología. De esta manera, se enfrenta a sus propios límites llegando a postular teorías que a pesar de su correcta construcción, parecen quedar fuera de sus propios criterios, como ocurre con la teoría de cuerdas.
Pero es siempre esa innata curiosidad, esa naturaleza exploradora que el querido Carl Sagan remarcó sobre nuestra especie, la fuerza interior que nos hace ir un paso más allá, mirar con ojos soñadores hacia esa frontera a lo desconocido, al tiempo que imaginamos historias de ciencia-ficción.
[Publicado posteriormente en Planetas Prohibidos y El Sitio de Ciencia-ficción]
Pero es siempre esa innata curiosidad, esa naturaleza exploradora que el querido Carl Sagan remarcó sobre nuestra especie, la fuerza interior que nos hace ir un paso más allá, mirar con ojos soñadores hacia esa frontera a lo desconocido, al tiempo que imaginamos historias de ciencia-ficción.
[Publicado posteriormente en Planetas Prohibidos y El Sitio de Ciencia-ficción]