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Películas de fin de siglo de ciencia-ficción

Cuando todavía perduraban en la memoria obras como 2001: Una Odisea en el Espacio (1968) o Star Wars (1977), la sociedad tuvo que asistir al desvanecimiento de su repercusión cultural y el cambio de paradigma que supusieron cada una de ellas en sus respectivos ámbitos, tras la apisonadora que fueron Alien: el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982), ambas de Ridley Scott —2010: Odisea Dos (Peter Hyams, 1984) fue una buena película pero pasó desapercibida y La Amenaza Fantasma no apareció hasta 1999—. Aún así, los últimos años del siglo pasado todavía iban a ofrecernos obras destacables en el medio cinematográfico, más allá del imparable avance de la distopía y el ciberpunk. Sin embargo, a pesar de la repercusión que tuvieron algunos de aquellos estrenos, no fueron considerados mucho más que lo que entonces se denominaba blockbuster —producciones que partían con una estética y presupuesto característicos para atraer al publico. Campañas de marketing medidas y una amplia distribución—. Pero esta circunstancia no fue obstáculo para que los responsables creativos como director y guionistas, supieran camuflar o introducir entre líneas, mensajes más complejos que incluso hoy en día hacen que superen a producciones actuales o son origen de adaptaciones, secuelas y precuelas. Es decir, supieron moverse entre las necesidades comerciales de las productoras y sus inquietudes como artistas, algo que parece que hoy en día se le atraganta a la mayoría. Pero ¿Qué tenían aquellas obras? ¿Qué era lo que las hacía especiales?  

Depredador

(John McTiernan, escrita por Jim Thomas y John Thomas), 1987

Naru (Predator: La Presa)

Cuando se estreno esta obra, una buena parte del publico estaba acostumbrado a películas como Commando (Mark L. Lester, 1985) o la saga de Rambo (1982~2019), con Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone, tendencia a la que se sumarían otros actores en los años siguientes como Jean-Claude Van Damme
 en obras como Soldado Universal (Roland Emmerich, 1992). Sin embargo, el cine de acción con personajes hiper-musculados ha decaído hasta casi desaparecer —incluso el género de los superhéroes matiza esta circunstancia— mientras que la Saga Predator ha perdurado hasta la reciente precuela Predator: La presa (Dan Trachtenberg, 2022). Tal vez alguien argumente que es la tendencia a presentar protagonistas femeninas la causante de este cambio de paradigma, explicación a la que se sumarán probablemente los críticos a esta reciente entrega de la saga cuya protagonista es una mujer joven originaria de América del Norte. Sin embargo, el mensaje principal de ambas obras, común a la saga, es el mismo: prevalece la creatividad y la inteligencia frente al conservadurismo y la fuerza. En ambas obras la supervivencia se logra gracias a superar prejuicios, saber observar e identificar lo desconocido y crear nuevos paradigmas, para superar a una nueva amenaza frente a la cual las viejas soluciones ya no son útiles.

RoboCop

(Paul Verhoeven, escrita por Edward Neumeier y Michael Miner), 1987

Logo de la empresa ficticia OCP (RoboCop)

Mucho antes de  que las empresas tecnológicas tuvieran el peso que ahora tienen en el desarrollo social e incluso político, esta obra de Paul Verhoeven ya advertía de lo que podría ocurrir a la sociedad si dependiese en algunos aspectos básicos de un poder económico descontrolado cuyo principal fin es el de la mayor ganancia inmediata posible. Naturalmente que no hay robots asesinos patrullando las calles —ejem—, pero los hacinados trabajadores de empresas occidentales en China, las crisis económicas y las trágicas consecuencias que ocasionan en las economías más débiles, la enorme degradación del medio ambiente o el uso de información personal como mercancía, todo bajo la mirada distraída de los poderes políticos que de una u otra manera, acaban siendo partícipes, es bastante similar. Pero esta «predicción» no es lo más destacable de esta cinta de acción, violencia y corrupción a raudales. Su protagonista es un trabajador de a pie, un padre de familia que disfruta viendo con su hijo una serie de acción, una persona normal, un buen compañero de trabajo que tiene la desgracia de convertirse en el eslabón más débil de una situación que nunca debió ocurrir si todo fuera como pretenden que es. Sus restos acaban en el corazón de una fría máquina policial extraordinariamente capaz. Todo parece haberse perdido para él, aquel ser humano ya no está, desparecido tras fuerzas que parecen ignorar al común de la sociedad. Sin embargo, un pequeñísimo resquicio de voluntad oculto bajo los escombros de un cerebro devastado, el espíritu de un ser humano que anhela la el amor y la justicia, acaba superando todas las adversidades, emergiendo de lo más profundo de una máquina para al final, ponerla a su servicio, ayudado por una programación basada en directivas que recuerdan a las Leyes de la Robótica de Asimov. Robocop es en definitiva, una historia de superación personal, de reafirmación. Es la historia de Murphy.

Tropas del Espacio

(Paul Verhoeven, guion de Edward Neumeier basada en la obra homónima de Robert A. Heinlein), 1997

Escena de 'Tropas del Espacio' donde se muestra propaganda del régimen

De nuevo Paul Verhoeven, esta vez adaptando una obra del grandísimo Robert A. Heinlein. Por desgracia no pudimos ver las armaduras de la Infantería Móvil por falta de presupuesto, pero sí que supo transferir al medio audiovisual la sutil ironía y mordaz crítica política de la obra original, escrita en 1959, en el periodo tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, una época en la que el Occidente vencedor se creía totalmente legitimado y nadie osaba poner en duda a las democracias de dicho ámbito geopolítico. Bueno, nadie menos Heinleinque si se distinguía por algo era por no dejar títere con cabeza cuando se ponía a dar argumentos y a presentar situaciones. Aunque escritor y director probablemente tuvieran distintas visiones políticas sobre el asunto, el resultado es en cualquier caso enriquecedor y no deja indiferente. Lo que se relata en la obra original queda magníficamente visualizado en la obra cinematográfica: en este caso, el director se apoya en las características del medio en presentar una sociedad muy influida por el ámbito mediático donde las noticias mostradas por los medios obedecen a guiones destinados a dar una apariencia a los hechos conveniente para los intereses de los responsable políticos —¿le suena a alguien esto?— En la obra se ponen también sobre la mesa cuestiones como el derecho a voto, la ciudadanía, el mérito o el esfuerzo, conceptos que hoy en día continúan sin tener un modelo apropiado o al menos, convincente, por no decir peor que entonces.

Juez Dredd

(Cómic creado por el guionista John Wagner y el dibujante Carlos Ezquerra), 1977

Juez Anderson y Juezz Dredd en acción

Aunque en esta ocasión se trata de un cómic en lugar de una obra cinematográfica, el motivo de incluirla es por un lado, por tratarse igualmente de una creación del siglo pasado que todavía hoy en día continua dando frutos, además de que Sylvester Stallone en el año 1995 protagonizó una adaptación (Juez DreddDanny Cannon). Si bien esta cinta añadía más bien poco y muchos prefieren olvidarla, lo más significativo es que propició que en el 2012 se reversionara esta vez con un resultado más que notable: Dredd (Pete Travis, 2012) nos devuelve a ese mundo masificado y criminalizado de finales de siglo pasado, para traernos a un Dredd (Karl Urban) todavía más frio que Robocop en sus inicios, pero que finalmente ha de enfrentarse a la incoherencia de un sistema que ataca los síntomas, en lugar de solucionar las causas. En Mega-City One, la presión policial ha aumentado tanto que juez, jurado y ejecutor se convierten en un único agente, solución que no parecer acarrear otra cosa más que agravar los problemas que pretende solucionar. Dredd, a pesar de ser el más rígido e implacable de los jueces, acaba comprendiendo gracias a escuchar a su compañera, novata pero extraordinaria (Olivia Thirlby), que en ocasiones es necesaria la autocritica y cuestionarse los dogmas establecidos, cuando ya no cumplen con su función. Si Dredd puede hacerlo, nosotros ¡debemos hacerlo!.

Muchas de estas obras que hoy en día son recordadas con secuelas, remakes o adaptaciones a la televisión, contribuyeron a construir la visión que hoy en día la sociedad tiene sobre sí misma. Tal vez el resultado no sea todo lo estupendo que queramos, pero si existe alguna posibilidad de que la humanidad vuelva a retomar una senda más constructiva, sin duda que sin estas obras la situación sería mucho peor. En líneas generales, a finales de siglo pasado el incipiente ciberpunk permeaba a todas las producciones culturales: corrupción, capitalismo desmedido, totalitarismos encubiertos y una relación insana entre el ser humano y la tecnología. Pero en estas obras todavía perduraba un mensaje positivo, un trasfondo optimista y una gran confianza en el espíritu humano como agente transformador. 

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John Carter [wallpaper]

La libertad es uno de los derechos más preciados por la sociedad. A poca gente se le ocurriría poner en duda lo más mínimo este derecho ineludible del ser humano. No faltan los que en cuanto se pretende acotar el término sospechan de ciertas tendencias políticas o ideológicas, haciendo uso de etiquetas muy manidas para espetárselas al que ha osado abrir la boca, llegando a la paradójica auto-contradicción. Pero empecemos por el principio: ¿libertad para qué?

Desde que en España comenzamos a disfrutar del actual periodo llamado democrático, uno se encuentra con extraordinaria frecuencia la idea de que gracias a ello, se puede hacer «lo que uno quiera». A mi personalmente siempre me ha llamado mucho la atención esta frase. Si bien estoy por supuesto de acuerdo en un sentido amplio, me surgían muchas preguntas para las que no encontraba respuesta. Por ejemplo: si puedo hacer «lo que quiera» ¿Significa que puedo estar haciendo todo el día tonterías y diciendo chorradas? ¿O significa que cualquier cosa que haga va a dejar de ser considerada como una «tontería»? ¿No se debería intentar hacer «lo correcto»?

Claro, esto era y sigue siendo incómodo, ya que obliga a definir qué es lo correcto. Como consecuencia, ayudados por un ambiente político que consiste en decir a la gente lo que quiere escuchar, se ha pasado a la obligatoriedad en la ausencia de definición con frases aparentemente irrefutables como «todas las opiniones y posturas son respetables» ¿A que es difícil poner pegas a esto? ¿A que nos resulta «cómodo» seguir con nuestras ideas sin intentar corregir a nadie, ni a nosotros? —total, voy a tener igual el Barça/Madrit en la tele—. Las redes sociales han amplificado todavía más esta situación con la creación de burbujas autoconvencidas y un ambiente político extremadamente polarizado que consiste en machacar ideológicamente al contrario, cuyo principal error es el de pensar diferente a ti.

«Cuando todos piensan igual, es que ninguno está pensando»

Walter Lippmann

Naturalmente, el problema no reside en que todo el mundo tiene derecho a tener su postura y a manifestarla. Esto es innegable. El problema es, sin embargo, no añadir a continuación la obligación de cuestionarnos su validez o de aceptar que puede estar equivocada. Y créanme, por pura lógica universal matemática, cuando existen dos posturas contrapuestas una a otra, una de ellas no puede ser cierta. No se puede opinar que algo es blanco y es negro al unísono. Ambas posturas son «respetables» pero una al menos, no puede ser cierta: no es incompatible lo respetable con lo equivocado. Puede ocurrir, no obstante, que sea gris y que cada uno vea sólo lo que quiere ver, lo que puede que pase la mayoría de las veces.

Hay que añadir que no se trata de cuestiones culturales o de modas. Estas, por definición, dependen de los criterios que marca la sociedad y son ambiguos o imposibles de determinar objetivamente ya que dependen de preferencias personales y estimaciones arbitrarias. Por ejemplo, no se trata de si es «correcto» llevar sandalias con calcetines subidos hasta la rodilla o todo lo contrario. Y también hay conceptos para los que no existe una respuesta que nos guste, ya que dependen a su vez de otros problemas cuya solución está al alcance de la decisión de muy pocos.

La realidad tiene muchos matices, pero todos llevan al mismo punto. Si alguien está pensando en la mecánica cuántica y aquello de que la realidad depende del observador, del cristal con el que se mira, etc., etc... aunque la física apoya esta aparente subjetividad, una vez la realidad adquiere presencia lo hace dentro de un margen estrecho definido por precisas leyes físicas. Es decir, aun admitiendo que la realidad la construye el observador, sin embargo, no puede crear cualquier realidad, sino solo una muy bien determinada.

Otra frase característica de este periodo actual en el que se encuentra nuestra sociedad, es la de «tu verdad» o «mi verdad», que refuerza la idea de que cada uno puede creer en lo que le de la gana con la única condición de que los demás puedan hacer lo mismo. Como si la verdad dependiera del capricho de cada uno —o lo que es lo mismo, dogmatismo puro y duro—. Y todos tan contentos. Sí, es verdad que cada uno puede creer en lo que le de la gana, pero nadie garantiza si se está o no creyendo en una gilipollez —¿alguien dijo terraplanismo?—.

A la sociedad le preocupa más la «libertad» para escoger una descripción de nuestro mundo, que la correspondencia de esta con el mundo real. No le importa el tiempo, recursos y esfuerzo que una sociedad puede desperdiciar por no tener una versión del mundo que se ajuste a una realidad física. No le ha importado hasta ahora, por ejemplo, todo el daño que un modelo económico basado en la creencia irreal de un crecimiento ilimitado le causaba al medio ambiente. No le ha importado creer en un modelo económico que generaba deuda de un dinero irreal que posteriormente ha quebrado la economía real —la de comer todos los días— de familias con recursos limitados.

¿Cuándo ha empezado esta aversión a la búsqueda de la verdad? Al parecer la culpa de todo esto la tuvieron los nazis, no porque sea fácil echarles la culpa de todo a ellos —que también—, sino porque desde entonces se ha confundido la manera en la que ellos creyeron en su verdad, con el hecho de creer en una verdad. El problema de los nazis no era que creyesen en unos principios y los defendieran con firmeza, sino —entre muchos otros— en creerse con superioridad para imponerla al resto. Es decir, en no considerar que pudieran estar equivocados. 

Esta confusión fue provocada por el ansia en dejar como sea atrás el nazismo y colocar a los ganadores resultantes de aquel desastre como unos salvadores muy por encima de la situación, lo que no era ni es del todo cierto. Como consecuencia, la historiografía y la cultura social resultante construida desde entonces en las democracias occidentales, huye como de la peste de la firmeza en la defensa de las ideas y principios propios y del ansia de conocimiento, en lugar de buscar la autocrítica o el debate

Alguien estará pensando cómo se puede ser firme en la defensa de las ideas y a la vez ser autocrítico. Bien, aquí es dónde está la gracia. Hay una cosa que se llama línea argumental y todo el mundo debería establecer la suya propia para llegar a una conclusión. Saber por qué hace las cosas. Cuando se entra en contacto con otras personas y se comparten dichas líneas argumentales, surge la oportunidad de poner en cuestionamiento las propias y someter a crítica la de los demás. No por el deseo de tumbar ideológicamente al oponente, sino para ayudar al prójimo a que se corrija él mismo su línea argumental propia. La idea sería aprender gracias a compartir con los demás estos argumentos, algo que es para lo que deberían servir las redes sociales. Sin embargo, como sabemos, es justamente al contrario.

Sin ánimo de hacer especulaciones gratuitas, es como si el germen del fascismo que ya existía antes del conflicto en aquellos ganadores de la Segunda Guerra Mundial, pero que no pusieron en práctica como sí ocurrió en Alemania, sin embargo, haya evolucionado en un postfascismo que huye de las etiquetas clásicas nazis y al mismo tiempo, las usa para desviar la atención y permanecer inadvertido. El resultado, sea cual sea la explicación, es que por mucho se supone que hayan intentado evitarlo, han generado una sociedad dogmatizada y polarizada ideológicamente, que huye de la verdad y abraza lo intranscendente, lo vulgar y lo directamente falso. Lo fake y lo viral, son las nuevas señas de identidad de la actualidad.

«la eugenesia. Todo el mundo piensa que se circunscribe a la Alemania de Hitler, pero en realidad empezó en Virginia, en la América profunda, y luego Francia y solo después Alemania»

¿Qué tiene esto que ver con la ciencia-ficción? Pues mucho por varios motivos. Uno es que este género suscita los más acalorados debates —por llamarlos de alguna manera— alrededor de su producción cultural. Se llega al punto de que actores son cancelados de la opinión pública por su raza, por su sexo o por alguna cosa que dijeron que hicieron, en alguna parte, hace un tiempo. Y el otro motivo ha sido por propia experiencia en dos situaciones: 

Una de ellas es sobre la reciente serie de televisión de La Fundación en una conocida red social. La cuestión era qué grado de acierto podía lograrse en una critica de esta serie sin haber leído los libros. Tanto la serie como el asunto mencionado podrían ser objeto de largos artículos, pero por resumir, parece bastante razonable argumentar que para adaptar una obra a un medio distinto al suyo original, es al menos conveniente conocer las particularidades de este. Es decir, no es que no se pueda opinar, pero el análisis va a estar cojo con una gran probabilidad de no ser así. Pero si esta discusión puede parecer de traca, el remate es cuando se puede leer la frase «la crítica es libre». Confieso que no entendí lo que ocurría hasta hace poco, cuando he decidido escribir sobre ello. La crítica es en efecto libre, pero nadie discutía eso, sino la validez del argumento expuesto. 

Y el otro caso tiene algo más de tiempo y fue en la misma red social —lamentablemente, los tweet están bloqueados por la autora—. En este caso fue de nuevo otra adaptación de una obra literaria, la película John Carter y las criticas hacía ella por su parecido con Star Wars de la que —decían— no era más que una «copia». En otra red social pretendí —no estoy seguro de con cuanto acierto— explicar que no podía ser una copia ya que la obra original en la que se basaba la película era nada menos de hace más de cien años, literalmente. O sea, a cada uno le puede gustar o no una película o una serie, pero si el principal argumento con el que te has formado tu opinión no tiene ni pies ni cabeza, algo falla. Por mucha libertad que tengas. Continuaba argumentando que tal vez fuera un problema de mercadotecnia, algo que ocurre en bastantes situaciones cuando no se acierta con el mensaje enviado al publico que ocasiona que acudan a las salas con una idea distinta a lo que realmente va a ver. El tiempo me ha dado la razón al hacerse públicas diversas declaraciones de los responsables de la producción admitiendo que la campaña de marketing fue un total desastre. Pero la prueba de que la gente se equivocaba en su juicio a esta película a causa de un argumento falso no es solo por esto: ahora, diez años después, el que ha podido acceder a esta obra sin un prejuicio previo, la está valorando mucho mejor que lo que entonces se hizo.

En estos dos casos el problema ha sido la falta de conocimiento de las obras originales. Esta circunstancia también fue en el lado opuesto, una de las claves del éxito de Avatar, una película plagada de clichés del cine de entretenimiento, cuyo principal aporte fue una nueva manera de hacer dinero y cuya originalidad proviene en su mayor parte de obras literarias las cuales solo un ínfimo porcentaje de los espectadores que la aplauden han leído. Es como si la ignorancia del público se convirtiera en un valor de mercado. Sin embargo, cuando la intención es difundir un mensaje más sofisticado proveniente de una saga literaria a otro medio más popular, la principal crítica, incluso del entorno mediático, se apoya en el desconocimiento de la obra de la que se parte, siendo un blanco fácil ya que en efecto, es desconocida para una mayoría. Parece como si existiese un filtro impuesto por un establishment que opera entre bastidores. En fin, espero estar equivocado.


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El Eternauta

En el año en el que El Eternauta (Oesterheld-Solano, 1957) fue publicado, las invasiones de extraterrestres que aparecían en el ámbito anglosajón eran sobre todo, reflejos del temor a la inestable situación que en plena Guerra Fría se vivía. Pero el resto del mundo tenía además de esta, otras preocupaciones más inmediatas y que afectaban de manera más directa y en ocasiones dura, sus vidas. En el mundo hispano de ambos lados del océano, los problemas provenían de regímenes dictatoriales y sociedades de cultura militar impuesta. 

Siguiendo este mismo principio de utilidad de la ciencia-ficción para manejar las preocupaciones del presente, el escritor Héctor G. Oesterheld usó una ficción sobre una invasión extraterrestre para reflejar la coyuntura que en aquellos momentos definía sus vidas, en los aspectos más inmediatos. Pero en lugar de presentar un escenario dominado por unas fuerzas extrañas ―el poderoso y lejano enemigo― ideó un modelo estratégico por fases de invasión alienígena basado en la eficiencia, que eliminaba de manera precisa la resistencia local o la reutilizaba en su favor, dejando intactos los recursos del planeta. Un enemigo que pasaba a formar parte desde ese día, de una rutina donde el sometimiento y la permanente sensación de derrota y dominio inevitables eran la norma. Aunque en La Invasión de los ultracuerpos (Jack Finney, 1955) se acercan a esa situación, este modelo no parecía ser aceptado como propio por los orgullosos países de ámbito anglosajón-protestante ―los llamados WASP― en los que no se admitía que estos problemas pudieran formar parte de su cultura. Sin embargo, la verdad es que con el tiempo ha acabado sirviendo de inspiración en nuestros días en obras culturales que tratan el mismo tema, empezando tal vez en la serie Falling Skies (Rodat-Spielberg, 2011~2015) siguiendo por Colony (Cuse-Condal2016~2018) o Nación Cautiva (Rupert Wyatt, 2019). En estas obras, sus sociedades acaban acatando aunque sea parcialmente ―o usando el recurso de un ficticio dispositivo de control mental― el dominio totalitario, definiendo su funcionamiento y sus jerarquías, donde algunos de entre sus gentes acatan el poder a cambio de ser acogidos en el poderoso regazo de las autoridades, traicionando a su gente o a sus teóricos principios para lograr un protagonismo que de otra manera no conseguirían. Situación que recuerda a la que en países como Francia no quieren recordar y han procurado ocultar, en relación al periodo de ocupación nazi en la 2ª GM y el papel que el funcionariado de aquel país tuvo colaborando con los invasores.


En cuanto a la parte artística, aunque el estilo oscuro del dibujante Francisco Solano se presentaba absolutamente sucio y demacrado, lo cierto es que le otorgaba una sensación angustiosa al relato totalmente oportuna que ayudaba a reflejar esa sensación de fatalidad lúgubre, que el inevitable destino aparentemente presagiaba. 

Tras muchos intentos y discusiones sobre la propiedad cultural de la obra, sus herederos han acordado con una cadena de video por suscripción la realización de una serie, gracias a la gran repercusión cosechada en todo el ámbito hispano y en el mundo del cómic a nivel internacional. Sin olvidar que en su país de origen, Argentina, fue toda una conmoción política lo que junto con  la extraña desaparición de su autor, ha transformado la obra en un mito. De alguna manera, logró inadvertidamente traspasar el cuarto muro del cómic, ya que el autor hace acto de presencia en el propio relato mientras contempla una de las apariciones del protagonista, el viajante de la eternidad. Quizás es tal vez allí el lugar donde se encuentre el desaparecido escritor. En cualquier caso, él y su creación continuarán su viaje en nuestra imaginación, hasta encontrarnos con ellos al final de la eternidad.

[Esta entrada es un fragmento actualizado y ampliado de otro artículo anterior]
[Artículo publicado posteriormente en El sitio de ciencia-ficción y en el blog de Planetas Prohibidos]
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Aunque siempre es preferible una buena lectura, que duda cabe que en ocasiones nos gusta sentarnos en el sillón a disfrutar sin más de una buena, emocionante y épica serie de televisión. En la actualidad, con toda la multiplicidad de canales en-línea de contenidos, uno podría pensar que esto está solucionado, que no nos va a faltar material. Pero cuando llega el momento, la oferta consiste en series como Another Life cuyo aporte es escaso y que consiste en una colección de clichés, pero a pesar de ello, va a tener su segunda temporada. Es en este momento cuando uno se acuerda del anuncio de otras producciones. Algunas, adaptaciones de obras extraordinarias que, si bien siempre existe el riesgo de que lo estropeen todo, al menos son una buena base de la que partir. Y en los años recientes, no son pocas las propuestas que sin embargo, no han llegado a término —salvando los casos de Fundación o Snowpiercer—. La lista siguiente es una recopilación de adaptaciones que en su día fueron anunciadas (entre paréntesis el año en la que se oyó hablar de ello):
  1. Y: The Last Man (2009)

    Y: The Last Man

    Un cómic que según cuentan los aficionados que han tenido la oportunidad de conocerlo, es de las mejores sagas del noveno arte realizadas. Todo comenzó en el ya lejano 2009 como una propuesta de adaptación a película protagonizada por el inefable Shia Labeouf, pero que tras vueltas y dudas durante años, ha acabado convirtiéndose en una serie de TV prevista para septiembre de 2021, cuyo primer teaser trailer acaban de publicar.

  2. Source Code (2011)

    Source Code

    Dirigida por Duncan Jones y escrita por Ben Ripley, la película mostraba una manera distinta y original de tratar las paradojas temporales, la consciencia humana y sobre todo, la relación entre ellas. Creaba un marco de posibilidades enorme para ser exploradas. Se anunció su adaptación a serie de TV el mismo año de su estreno en un medio de habla inglesa, pero no se ha vuelto a saber nada.

  3. Half-Life (2013)

    Half-Life y Portal

    Los videojuegos son una fuente cada vez más habitual de contenido para ser adaptado a otros medios: Doom, Resident Evil, Tomb Raider, Uncharted y recientemente tras proponerse primero como película, The Last of Us será finalmente una serie de televisión. Pero los que hemos probado Half-Life sentimos que fue una experiencia de juego distinta y probablemente, complicada de adaptar a una pantalla distinta a la de los videojuegos. De mano de J.J. Abrams se anunció lo que en un principio era una película, a la que se añadió la opción de adaptar Portal, el también exitoso juego de la misma compañía de un ambiente similar. Pero la agenda del famoso productor cargada de proyectos desde entonces y la dificultad de adaptar estas obras, han provocado que de momento solo será este último el que saldrá a las salas de cine. Si es que sale.

  4. La liga de los hombres extraordinarios (2013)

    La liga de los hombres extraordinarios

    Si bien es cierto que la adaptación a película del 2003 no fue gran cosa, el cómic original merecía un mejor trato. Una serie televisiva donde los personajes pudieran ser mejor desarrollados y no «dejados caer», como suele ser habitual en algunas producciones cinematográficas ―cuyos directores luego cogen cuatro retales y realizan cosas como The Newersambientada en una época victoriana similar a la obra de Alan Moore y Kevin O'Neill, de la que estoy seguro que podría salir algo mejor―.

  5. El hombre de los 6000 millones de dólares (2014)

    Lee Majors

    Cuando apareció la serie de televisión recuperada de los años 70 La mujer biónica (2007) me llamó la atención que ignorasen la serie de la que partía ―El hombre de los seis millones de dólares― también de la misma década, basada a su vez en la obra literaria Cyborg (Martin Caidin, 1972). La respuesta vino cuando se supo que estaba en preparación la vuelta a la pequeña pantalla de la serie ―victima de la inflación― nada menos que con Mark Whalberg de protagonista. 

  6. Hyperion (2015)

    Hyperion

    Dan Simmons
    es el autor de Los Cantos de Hyperion (1989~1999), una space-opera épica que a pesar de ser relativamente moderna huye de las tendencias de ciberpunk de la literatura coetánea, resultando una extraordinaria obra de aventuras al modo clásico pero sin dejar de dar su aporte original. En principio, una obra cuyas características la hacen idónea para ser adaptada a la pantalla. Miquel Barceló describía así al autor:
    «dispone una capacidad especulativa que nunca quedará plasmada en las obras de terror [..] he temido demasiadas veces que el mercado [..] le apartara para siempre de la ciencia-ficción» —prólogo de Endymion

    Pues bien, a pesar de que en junio del 2015 en diversos medios ―de habla inglesa primero y en el portal Fantífica después― anunciaron con bastante seguridad que iba a ser adaptada a serie, lo cierto es que no se ha sabido nada de este proyecto desde entonces. Todo apunta a que los temores de Barceló no eran infundados ya que finalmente lo único que se ha visto adaptado a un medio televisivo ha sido su obra The Terror.

  7. Pórtico (2015)

    Pórtico

    La saga de los Hechee es otra extraordinaria e inusual saga de ciencia-ficción. Su autor, Frederik Pohl, presenta un planteamiento inicial suficiente para romper todos los esquemas hasta al más experimentado aficionado. Pórtico (1977) es el primer volumen y al igual que en el caso anterior, SyFy anunció en el 2015 su adaptación a televisión. De nuevo, nada más se ha sabido de este proyecto. No es anecdótico señalar que el estreno en 2014 y el éxito posterior de la también adaptación de una saga literaria The Expanse, podrían haber eclipsado el resto de proyectos. Que luego vendieran los derechos de esta serie a Amazon Prime, dice algo del interés que ha quedado por los demás.

  8. Trilogía de Marte (2015)

    Trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson

    El año 2015 fue el de las propuestas de adaptaciones de sagas literarias que no se han llevado a cabo hasta el momento ―salvo El Fin de la Infancia (Arthur C. Clarke, 1953) que sí llegó a las pantallas―. A las dos anteriores se le suma Trilogía de Marte, la epopeya de geoingeniería planetaria de Kim Stanley Robinson, considerada un modelo de precisión científica especulativa. En esta ocasión sí que ha habido noticias, aunque no fueron buenas: fue propuesta en el año mencionado para ser puesta en pausa al siguiente.

  9. Juez Dredd (2016)

    Juez Dredd

    De lo más original y relevante que nos dejó el mundo del cómic de finales del siglo pasado, con sus superhéroes desgastándose poco a poco, fue la obra del guionista John Wagner y el dibujante Carlos Ezquerra. Páginas de brutal critica al sistema cuya adaptación protagonizada por Silvester Stallone en 1995 no le hacía «justicia». Tal vez por eso cuando Karl Urban se presentó con Dredd (Pete Travis-Alex Garland, 2012) nadie esperó mucho de esta segunda adaptación a la gran pantalla. Sin embargo, todo aquel que le ha dado una oportunidad ha visto como la película esta vez sí, hace honor al espíritu del cómic además de aportar su propia visión. Los aficionados han estado pidiendo una segunda parte y sus deseos parecía que iban a convertirse en realidad aunque en forma de serie. Pero al igual que la justicia, todo va muy lento.

  10. Extranjero en Tierra Extraña (2016)

    Extranjero en Tierra Extraña

    El canal SyFy todavía iba a dejarnos con la miel en la boca una vez más, anunciando que iba a adaptar una de las obras más singulares y donde le da un repaso a todos y cada uno de los valores y prejuicios de la sociedad occidental, al más puro estilo de su autor, el maestro de la ciencia-ficción Robert A. Heinlein. Y así nos hemos quedado desde entonces.

  11. USS Callister (2018) ―actualización 05/09/2021―

    USS Callister

    Poco se puede decir de la serie británica Black Mirror además de que ha llevado las advertencias distópicas a un nuevo nivel. Con una creatividad y con un mensaje más crudo y efectivo ―sobre todo durante la fase británica emitida en Channel4― la serie ha planteado escenarios pocas veces vistos anteriormente. Con su paso a Netflix, la serie perdió algo de esa crudeza y planteó otro tipo de escenarios más basados en la nostalgia y menos deprimentes, pero no por ello menos originales. Uno de ellos, el primero de la temporada 4, abrió las puertas a todo un universo virtual en el que la tripulación de una nave espacial estilo Star Trek, clones digitales pero consciencias virtuales, cobraban existencia de manera inadvertida. Causó tal revuelo que se anunció un spin-off basado en este capítulo. Aunque en este caso no se trataría exactamente de una adaptación de un medio a otro, sí que es un caso particular en el que de una serie de capítulos individuales, se podría derivar toda una serie de uno solo de ellos.

  12. Duke Nukem (2018)

    Duke Nukem

    ¿Michael Bay y John Cena en una misma película? Pues cada uno en su ámbito, eso es lo que se prometió en su día en otra adaptación de un videojuego que se hizo famoso, entre otras cosas, porque permitía interactuar con el entorno, una característica que luego sería imprescindible en el resto de títulos del mismo tipo. Pero, nos quedamos con las ganas de ver explosiones por doquier y a Cena fumando el puro.

  13. Exploradores (2018)

    Exploradores

    Primero fue Super 8 (J.J. Abrams, 2011) y unos años más tarde se terminó de consolidar con Stranger Things (Hnos. Duffer, 2016), la fiebre nostálgica por aventuras juveniles de los 80. En una línea similar se propuso adaptar a serie de televisión la película Exploradores (Joe Dante, 1985) protagonizada nada menos que por unos jóvenes Ethan Hawke y River Phoenix. De este proyecto no se tiene noticia desde entonces.

  14. Starship Troopers (2019)

    Starship Troopers

    Otra obra maestra de Robert A. Heinlein que esta vez sí, fue versionada por Paul Verhoeven en 1997. Su éxito la convirtió en una saga con varias secuelas de imagen real y animadas, además de videojuegos. Hace un par de años se dijo que continuaría en televisión con el reparto de la primera de ellas. No se conoce nada más.

  15. Dune: Sisterhood (2019)

    Las Bene Gesserit

    La excelsa Saga de Frank Herbert ya ha sido adaptada a película y a serie de televisión, pero sin acabar de convencer. Los éxitos y el buen hacer de Denis Villeneuve le dotaron del suficiente poderío como para lleva a cabo con solvencia nada menos que la secuela de Blade Runner. Tras dicho proyecto, ya es de dominio público que ha acometido la valiente y arriesgada tarea de llevar de nuevo la adaptación a las salas de cine de Dune, que se entrenará en breve. No contento con esto, tiene en proyecto una serie ambientada en el mismo universo sobre la Orden Bene Gesserit. Este spin-of supondrá una manera inédita de acercarse al universo creado por el escritor.

  16. El hombre que cayó a la tierra (2019)

    El hombre que cayó a la tierra

    David Bowie
     no solo fue un grandísimo artista, sino que además, lo fue de ciencia-ficción: siempre por delante de la sociedad, rompiendo moldes, marcando tendencias y creando nuevos paradigmas estéticos. Una de sus singulares intervenciones fue la película El Hombre que cayó a La Tierra (Nicolas Roeg, 1976), adaptada de la novela de Walter Tevis (1963) sobre un alienígena con aspecto humano que aterriza en nuestro planeta. En el 2019 se anunció que iba a ser adaptada de nuevo a serie de televisión.

  17. John Carter de Marte (2019)

    John Carter de Marte

    En el ámbito anglosajón, la space-opera de Star Wars ya existía en el mundo del cómic con Flash Gordon o Buck Rogers. Pero todavía antes, existió en la literatura la planet-opera. Una de las más importantes aportaciones surgió de la mano de Edgar Rice-Burroughs en 1912 con La Princesa de Marte, primera de las novelas de la Serie Marciana. El también autor de Tarzán, ha sido adaptado al cómic en numerosas ocasiones ―en aquella época sería el equivalente a ser adaptado a la pantalla― siendo uno de los autores más influyentes de la historiaen palabras de Ray Bradbury. John Carter de Marte fue el último título de la serie y fue el escogido para la adaptación que Disney estrenó en 2012 ―cien años después― cuyo rendimiento económico fue un desastre. Según criticas, el problema fue que supusieron que no era más que una «copia», ignorantes de que en realidad estaban asistiendo a la creación de la mayoría de mitologías culturales de su época. La culpa habría que achacarla a una campaña de marketing deficiente que no supo explotar el valor cultural de la obra, además de titularla con un anodino John Carter. Sin embargo, en las plataformas de video bajo demanda donde el público se supone que es menos dependiente del marketing, la película de Andrew Stanton está reviviendo gracias a un éxito mayor de lo que se esperaba. Tal es así que se anunció su adaptación a serie de televisión.

  18. Alien (2019)

    Xenomorfo

    Alien: el octavo pasajero
     (Ridley Scott, 1979) fue uno de los motivos que convirtieron a la década de los 80 en un momento clave en la historia de la ciencia-ficción y en general, en la cultura popular. Después de que su propio creador haya destrozado su legado con precuelas-que-no-son-precuelas bastante cuestionables, un Noah Hawley (FargoLegion) que estuvo a punto de continuar la franquicia de Star Trek, nos va a traer al xenomorfo en una serie de televisión. La novedad es que si bien hasta ahora la franquicia se identificaba con escenarios extraños, cerrados y angustiosos, en esta ocasión la plaga alien la traerán nada más y nada menos que a nuestro propio planeta: La Tierra. Como si no tuviéramos bastante con la pandemia.

  19. El Eternauta (2020)

    El Eternauta

    En el año en el que El Eternauta (Oesterheld-Solano, 1957) fue publicado, las invasiones de extraterrestres que aparecían en el ámbito anglosajón no eran más que reflejos del temor a la inestable situación que en plena Guerra Fría se vivía. Pero el resto del mundo tenía además de esta, otras preocupaciones más inmediatas y que afectaban de manera más directa y en ocasiones dura, sus vidas. En concreto, en el mundo Hispano en ambos lados del océano, sus problemas provenían de regímenes dictatoriales y sociedades de cultura militar impuesta. Siguiendo el mismo principio de utilidad de la ciencia-ficción sobre manejar las preocupaciones del presente, el escritor Héctor G. Oesterheld ideó un modelo estratégico por fases de invasión alienígena basado en la eficiencia, eliminando de manera precisa la resistencia local o reutilizándola en su favor, dejando intactos los recursos del planeta. Este modelo ha acabado sirviendo de inspiración hasta nuestros días en obras culturales que tratan el mismo tema, empezando tal vez en la serie Falling Skies (Rodat-Spielberg, 2011~2015) siguiendo por Colony (Cuse-Condal2016~2018) o Nación Cautiva (Rupert Wyatt, 2019). El estilo oscuro, sucio y demacrado del dibujante Francisco Solano, otorgaba una sensación angustiosa al relato totalmente oportuna. Tras muchos intentos y discusiones sobre la propiedad cultural del escritor ―desaparecido en extrañas circunstancias y de alguna manera, traspasando el cuarto muro del cómic, ya que el autor aparece en el propio relato―, sus herederos han negociado con una cadena de video por suscripción la realización de una serie.

  20. Rogue One (2020)

    Cassian Andor

    El estreno de Star Wars: el despertar de la Fuerza devolvió a cierta parte del público la esperanza de encontrarse de nuevo con aquella space-opera que supo conectar con nuestra necesidad interior de épica. Sin embargo, sin ánimo de retomar criticas ya repetidas, lo cierto es que Disney ha metido a la saga en un auténtico callejón sin salida, con un producto que ha acabado por no contentar a nadie. Esto era así hasta que la serie The Mandalorian y la película Rogue One (Gareth Edwards, 2016) han demostrado que retomar la historia clásica respetando su propia idiosincrasia y coherencia interna, es el camino ―como diría nuestro querido Mando―. El resultado es que hay en proyecto un spin-of precuela sobre las aventuras de Cassian Andor.

  21. Star Trek: Strange New Worlds (2020)

    Enterprise

    Con Star Trek ha ocurrido algo parecido que con su competencia: un mismo director ha participado en un reinicio particular de una saga con la intención de poder establecer una nueva mitología sin trabas argumentales, pero sin perder a los aficionados de toda la vida. En términos de taquilla no ha ido mal, pero tras una segunda parte elegida como la peor película de toda la historia de la saga, se dieron cuenta de que tenían que repensar un poco las cosas ―suponiendo que las hubieran pensado en la primera ocasión, claro―. Acertaron a medias con una decente Star Trek Beyond (Justin Lin, 2016) pero fallando en la fecha del estreno lo que afectó a la recaudación. Con el futuro incierto, de nuevo, las series televisivas han aclarado las ideas gracias a Star Trek Discovery que, a pesar de toda su carga políticamente correcta, ha sabido ganarse a una base de aficionados importante. En cualquier caso, otra gran parte de aficionados seguimos añorando aquel espíritu de aventura, transgresor pero sin reivindicaciones forzadas metidas con calzador y, sobre todo, el regreso de la Enterprise. Los sueños en ocasiones, pueden convertirse en realidad.

  22. Fallout (2020)

    Fallout

    Lisa Joy
    y Jonathan Nolan iban a ser los que llevarían Fundación a la pantalla, pero en su lugar adaptaron Westworld, el clásico de Michael Crichton de los años 70, mucho más convencional y televisivo. Ahora tienen entre manos la adaptación a la pequeña pantalla de otro videojuego que en su momento fue innovador, con un tipo de historia postapocalíptica de estética atompunk, poco habitual. Veremos tal vez algún día lo que sale.

  23. El problema de los Tres Cuerpos (2020)

    'El problema de los Tres Cuerpos', de  Liu Cixin

    Hace apenas algo más de diez años que China decidió promover la ciencia-ficción con la creación del premio internacional Xingyun. Cinco años después, un poco conocido escritor Liu Cixin se convertía en 2015 en el primer asiático que ganaba el premio internacional más importante: el Hugo. Desde entonces, China no ha hecho más que crecer económica y culturalmente, al tiempo que sorprende con grandes producciones cinematográficas. Mientras tanto, los creadores de la interpretación televisiva de Juego de Tronos se involucraron en la creación de una trilogía sobre Star Wars, pero después de ver dónde se estaban metiendo, salieron corriendo de ella para acabar en un proyecto de adaptación de la obra del escritor chino. Pura simbolización del panorama internacional actual.

  24. Buck Rogers (2021)

    El infame 'Twiki' y Gil Gerard como 'Buck Rogers'

    La época dorada del cómic pulp norteamericano de ciencia-ficción tiene a Flash Gordon como uno de sus principales personajes. Pero no fue el único, Buck Rogers forma parte significativa  también de aquel momento cultural. Fue revivido a principios de los 80 por Glen A. Larson siguiendo un modelo similar al que también uso en Galáctica, esto es, la producción de un episodio piloto tan largo que lo acaban estrenando como película. La cuestión es que George Clooney va a ser el productor esta vez de un reinicio del famoso héroe (todo irá bien mientras no aparezca Twiki y su biri-biri-biri-biri)

  25. El coche fantástico (2020)


    De nuevo Glen A. Larson haciendo de las suyas. Otra de las míticas series televisivas de los 80 fue El coche fantástico, protagonizada por el peculiar David Hasselhof que a partir de entonces, además de uno de los freakies más impresionantes de la historia, se ha convertido definitivamente en todo un icono popular tras protagonizar la serie de los 90 Los vigilantes de la playa. Pero bueno, lo que nos ocupa ahora es que la serie, reinterpretada de nuevo en el año 2008 con Justin Bruening como protagonista, va a ser ahora convertida a formato película por James Wan. Se desconoce si el automóvil que da forma a KITT estará impulsado por electricidad o continuará con combustibles fósiles.

¿Merece la pena sacar estas obras de su medio original y ser adaptadas a otro? ¿Va a influir este hecho sobre nuestra visión de la obra original? Sin entrar en debates sobre falsos dilemas de la prevalencia de un medio sobre otro, lo cierto es que la obra original siempre va a estar ahí para poder ser revisitada. Al final del día, lo importante va a ser el resultado. ¿Puede salir de una obra mediocre en un medio una obra maestra en otro? Sin duda que sí. Pero independientemente de si nos fijamos exclusivamente en el producto final, en los últimos tiempos, el arte de saber interpretar una idea y adaptarla a otro medio es un fin en si mismo digno de ser valorado. En algunos casos, una idea original es tan sugerente y atractiva, que sería un desperdicio no aprovecharla en otro formato que permita su disfrute, de una manera diferente. Por ello, en esta época de tal profusión de ideas reutilizadas, propongo una adaptación de la obra La Saga de los Aznar, una space-opera de estirpe hispana pero con una proyección espacial y temporal, a través de culturas y generaciones, sobre la cual reflejar todos los desafíos de nuestro presente y futuro.

        26. La Saga de los Aznar (????)

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La actual proliferación de canales en-línea de televisión ha permitido que la audiencia pueda acceder a contenidos que de otra manera no iban a encontrar en los clásicos canales generalistas. Aunque otros nuevos problemas han surgido debido a esta facilidad, la cuestión es que tras años de intentos parece que finalmente se podrá ver adaptada a la pantalla una de las más míticas y famosas series literarias de ciencia-ficción: la epopeya galáctica de Isaac Asimov, la Saga de la Fundación.

El porqué de esta tardanza en adaptar una de las más famosas sagas a la pantalla es un tema que va unido con toda probabilidad al de la también escasa adaptabilidad de su autor. Esta situación se hace todavía más singular al compararse con otras sagas igual o más complejas como Dune, que han sido merecedoras de mayor dedicación y esfuerzo para ser adaptadas al medio visual. Como ya se comentó, la facilidad y la intensidad de las imágenes que son capaces de evocar las versiones literarias, son seguramente uno de los motivos por los que acaban convertidas a la pantalla. En el caso de La Fundación, si bien la idea de un imperio galáctico inspiró a sagas visuales como Star Wars, la complejidad de la historia con unas tramas políticas que tanto daño hicieron también en la saga de George Lucas, no han ayudado seguramente. Otros dos factores se podrían añadir a esta coyuntura: una de ellas son las tendencias oscuras y pesimistas de las décadas recientes, que no parecían ir en la misma línea. El otro sería la consideración de su autor como escritor.

Hasta hace poco existía un cierto consenso sobre la poca «clarividencia» de Asimov en su prospectiva de futuro, incluso parecía que se le consideraba un autor infantil o intrascendente por la poca madurez o relevancia social o política de sus obras, en contraste con los temas crudos, realistas y «adultos» del ciberpunk. Este «poco realismo» parecía confirmarse con el hecho de que no fue capaz de «predecir» en sus obras al no aparecer en ellas, cosas como Internet, los móviles o ¡ni tan siquiera los computadores domésticos! Pero tal vez las mismas características como creador literario, que no lo hacían «apto» para ser adaptado a otros medios, impedían que sus obras tuvieran una inmediata relación con los futuros que iban a comenzar a vivirse desde aquel momento. Sin embargo, el propio autor en una entrevista, fuera del medio literario, sí que supo dar una visión certera del futuro que vivimos. Más de treinta años después de su época, se comprueba como muchos miraron el dedo que la señalaba en lugar de la Luna. Lo importante de Asimov no eran ni sus paisajes, ni sus personajes ni la tecnología que imaginaba, sino las consecuencias que iba a tener en la sociedad. No le preocupaba el aspecto físico de los dispositivos que describía de manera sencilla en sus obras, sino que le sirvieran para mostrar cómo nos afectaría. Computadores, Inteligencia Artificial y teléfonos móviles inteligentes tal vez podrían fundirse en un único objeto: los robots. Estos le sirvieron para postular con los espacianos, que serían la parte de la humanidad que vive excesivamente dependiente de la tecnología, así como especular sobre los problemas éticos, políticos y sociales de las inteligencias artificiales. Las Tres Leyes de la Robótica eran una manera de hacer manejable el problema actual de establecer límites éticos a las mismas. En definitiva, si nos fijamos en el resultado en lugar de en el trayecto literario que nos ha llevado hasta allí, es donde se encuentra el significado importante de su obra. 

Pero hay otro aspecto de su legado, de presencia fundamental en esta adaptación que pronto se verá en la pantalla, que surge majestuoso hoy en día en la época del big data, de las redes sociales y del trafico de datos personales. Pero sobre todo, del tratamiento con algoritmos informáticos de toda esa ingente cantidad de información de colectivos sociales, para mediante la aplicación de psicología y matemáticas, lograr predecir nuestro comportamiento e incluso influir políticamente: la psicohistoria. Esta ciencia ficticia que su autor inventó simplemente como un recurso literario y que apenas describió como un conjunto de técnicas combinadas de psicología, matemáticas e historia, se fundamentaba en el manejo de un gran conjunto de datos, el mismo principio que ahora se usa en las técnicas analíticas del big data por parte de matemáticos especializados que manejan dicha cantidad de información. 

¿Por qué llega ahora esta adaptación? ¿Va a ser otro producto televisivo que se amontonará junto al resto del catálogo? ¿Es una iniciativa desesperada de un canal nuevo que necesita llamar la atención con algo que los demás no se han atrevido por su dificultad? ¿Sabrán en definitiva, aprovechar la oportunidad para explorar todos estos conceptos que en su día apenas se intuían pero que hoy en día son de vigente actualidad? 

En esta época de pandemias y de declive de una cultura occidental cuyos gobiernos sucumben ante sus propias ambiciones y contradicciones, una China que no le importa controlar y vigilar masivamente a sus ciudadanos es la que parece que es la favorecida. Esperemos que la caída del Imperio relatada en la magna saga no sea otro de sus aciertos. De cualquier manera, los aficionados a la ciencia-ficción siempre podremos ser esa Fundación que preserve la cultura y la civilización para el futuro.

Publicada posteriormente en el blog Planetas Prohibidos y en El Sitio de Ciencia-ficción
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¿Qué es lo que hace que algunos autores sean adaptados a la pantalla en más ocasiones que otros de igual o mayor fama dentro del género de la ciencia-ficción? ¿Influye en su actual reconocimiento esta sobredifusión de obras suyas en un medio de gran audiencia? Si se tiene en cuenta que algunas de las obras escogidas para ser adaptadas a la pantalla no son más que meras anécdotas en comparación con las grandes obras del género, es inevitable sospechar que probablemente no fueron sus cualidades literarias las que primaron en su momento. Si en su día Philip K. Dick o Stephen King no fueron considerados de igual manera es porque tenían a su lado autores como Robert A. HeinleinArthur C. ClarkeFrank HerbertStanislaw Lem o Isaac Asimov, tan gigantes en comparación como incomprensiblemente desconocidos para el gran público.

Por poner un par de ejemplos de novelas sobre viajes en el tiempo ¿acaso es mejor obra Equipo de Ajuste (Philip K. Dick, 1958) —adaptada a la pantalla como Destino Oculto (George Nolfi, 2011)— que El Fin de la Eternidad (Isaac Asimov, 1955) —cuya versión en pantalla es prácticamente desconocida—? Entonces, ¿cuales pueden ser esos factores que logran que algunas obras sean merecedoras del presupuesto y esfuerzo de unos profesionales para dar forma a los personajes y color a los paisajes que hasta ese día tan solo existían en la imaginación del autor y en la de los lectores? La explicación podría encontrarse en las propias características de cada medio, aquellas que los distinguen más allá de lo evidente. Por ejemplo, podría ser un factor determinante la limitada duración del medio audiovisual —en el cual el espectador ha de asimilar la historia para lograr su disfrute— frente al tiempo comparativamente ilimitado del medio literario que permite al lector ser el que decide el ritmo al que avanza en la obra.

La facilidad para adaptar un relato de un medio a otro puede estar marcada por estas características, más aún cuando en las décadas recientes el medio cinematográfico está decididamente inclinado hacia los ritmos trepidantes y los efectos visuales. De esta manera podría explicarse por qué unos autores son fácilmente adaptados mientras que otras obras sufren adaptaciones cuestionables o costosas. Podría citarse a Dune (Frank Herbert, 1965) obra de incuestionable calidad, cuya adaptación a cargo de David Linch (1984) no acabó de convencer y en la que el director de origen chileno Alejandro Jodorowsky se quedó con las ganas en un proyecto que ha dado más de hablar que la propia película del norteamericano.

Además de la estructura en tres actos común a la mayoría de las obras e independientemente del medio en el que sean difundidas, para que estas sean tenidas en cuenta a la hora de ser adaptadas a la pantalla han de tener un argumento que permita ser seguido y explicado con imágenes de manera adecuada. Si nos ponemos en la piel de los responsables de decidir cuales son esas obras, la idea es que la historia a contar sea lo más descriptiva y «visual» con la menor cantidad de palabras posibles —recordando el famoso refrán, todo lo que pase de mil palabras requiere de más imágenes—. Por tanto, tendrán que ser argumentos que no requieran tanto de complicadas argumentaciones como sí de mucha descripción visual, aspecto que en el celuloide se soluciona de manera óptima por razones obvias.

Para intentar ilustrar este concepto podría escogerse a dos autores como Philip K. Dick e Isaac Asimov, digamos que «opuestos» según su tipo de obras. En el caso de Dick el tema recurrente es la coexistencia de realidades paralelas y cómo podían interactuar entre sí, manifestándose los sucesos de otra realidad alternativa en la del protagonista. Un tema de marcado carácter visual característico del Ciberpunk, en el que el autor de Ubik lograba la proeza de mediante palabras, sumergirnos en una trascendente mezcla de realidades. Asimov sin embargo es muy parco en descripciones de este tipo. Sus personajes son planos, descritos superficialmente, casi de tebeo. Tampoco es prolífico a la hora de adornar el escenario donde desarrolla la acción de sus obras. Sin embargo, lo importante en ella es la construcción del propio escenario, pero recurriendo a conceptos en lugar de imágenes: el resurgir de la galaxia de las cenizas de un imperio, leyes y proposiciones algebraicas sobre un nuevo concepto como la robótica, la creación de una ciencia imaginaria como la psicohistoria, o la aparición de una nueva especie de humanos conocidos como los espaciales. En ambos casos, la matriz creadora de las obras tanto de Dick como de Asimov, destaca por lo que se construye más allá del propio recurso literario. La diferencia consiste en el contenido visual de lo que sus autores nos recrean en la mente. Otros ejemplos vienen de la mano de Arthur C. Clarke. El trascendental y a veces extraño guión de 2001: una odisea del espacio no fue lo que convirtió a esta película en un clásico de la ciencia-ficción sino el esplendoroso trabajo visual de su director Stanley Kubrik. Lo que sí logró el guión fue relegarla a cierta incomprensión y público minoritario. Otra obra del mismo autor sin embargo, tan solo ha sido objeto de atención por parte de algunos artistas que han convertido Cita con Rama en un corto cinematográfico.

Pero más allá de la discusión sobre cuál de los autores de ciencia-ficción merece mayor o menor reconocimiento y la utilidad de las adaptaciones a la pantalla como medida de este, lo más curioso de todo es que la ciencia-ficción no es tenida en cuenta por su calidad literaria. Y probablemente esté justificado, ya que en este género lo importante está más allá de la propia literatura, la cual no es más que un medio para construir una realidad alternativa en la que autor y lector puedan compartir una aventura determinada, que no podría ocurrir en la realidad a la que estamos acostumbrados. Según un reciente estudio, la ciencia-ficción tiene unas características que le hacen diferente al resto de géneros. Una de las interpretaciones es que los lectores empatizamos menos con los personajes y prestamos menos atención al aspecto literario en sí mismo. Esto que es señalado como un problema por algunos, es debido a que en efecto, tras el aspecto literario se descubre la construcción de una nueva realidad, fenómeno que no se da en la literatura tradicional. El medio audiovisual tiene también por supuesto su propio lenguaje: todas y cada una de las tomas y elementos que aparecen en cada cuadro tienen —o pueden tener— una función en el aporte a la historia que se desea contar. La cuestión es si cuando vemos una película se está construyendo esa otra realidad en nuestra mente tal y como ocurre en la literatura de ciencia-ficción, o por el contrario, el hecho de presentarse en pantalla con una forma acabada y finalizada impide que esto ocurra.

En cualquier caso, lo que es evidente es que parte del trabajo del autor de literatura de ciencia-ficción viene dado cuanto ésta se adapta a la pantalla. Son esas imágenes de otros mundos construidas en nuestra mente sin más herramientas que las palabras, donde el autor de ciencia-ficción muestra su maestría. Una ardua tarea que tal vez no es reconocida lo suficiente. Por eso, si tienen oportunidad, lean ciencia-ficción antes de que sea adaptada a otro medio.


Enlace relacionado: Las 11 películas que han adaptado al escritor más inadaptable.


Publicada posteriormente en el blog de Planetas Prohibidos y en El sitio de ciencia-ficción
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