Arquetipo
Tropo
Jeroglífico
Los tropos en la ciencia-ficción acaban actuando también como lo que Neal Stephenson denominó jeroglífico, símbolos que trascienden la ficción y actúan como parte de un lenguaje común, convirtiéndose en referentes que amplían nuestra forma de pensar y hablar sobre el mundo. Un ejemplo podrían ser las Leyes de la robótica de Isaac Asimov, que son una representación concreta del tropo de la «necesidad de control sobre la máquinas» o el «temor a las máquinas», lo que el propio autor llamó Complejo de Frankenstein. Estas ideas han inspirado desde hace décadas a la sociedad y continúan, ahora más que nunca, poniendo de relieve la necesidad de poner límites a los sistemas de inteligencia artificial. La misma palabra «robot» fue acuñada por el autor checo Karel Čapek y nuestro patilludo escritor favorito Isaac Asimov creo a partir de ella el término «robótica», integrándose en nuestro lenguaje cotidiano y en el ámbito tecnológico, demostrando el poder educativo y transformador de la ciencia-ficción.
Arquetipo + tropo
Como manera de ilustrar la complejidad a la hora de establecer fronteras entre categorías y los límites intrínsecos de etiquetar conceptos, en ocasiones no queda claro donde colocar a alguno de ellos. Uno de estos casos podría ser el mito de «el elegido». En este caso se usa el arquetipo básico del héroe como alguien que ha sido obligado por las circunstancias a cumplir con una misión transcendental para la que inicialmente no se ve preparado, pero una vez recorre el tropo del «camino del héroe» y se descubre a si mismo como tal, resulta decisivo finalmente a la hora de lograr el objetivo. El mito de «el elegido» sería una combinación especial de arquetipo y tropo, presentes en todo tipo de obras, desde las de narrativa clásica hasta las de fantasía y ciencia-ficción.
McGuffin
Tropo + McGuffin
Podría darse el caso de existir un tropo por ser un elemento recurrente en la narrativa, pero al mismo tiempo tratarse de un objeto físico que no es relevante para el público por su constitución sino, además de por su simbolismo, ser la motivación de los personajes para avanzar en la trama. Un caso clásico de este tipo sería El halcón maltes (John Huston, 1941), una estatua que representa la ambición y la búsqueda de poder y, a la vez, es el objeto que motiva la acción. En la ciencia-ficción tal vez el caso más significativo sería el Monolito de 2001: Una Odisea del Espacio (Kubrick, 1968): al mismo tiempo que representa lo desconocido y el mito del origen de la singularidad de la especie humana, es también un objeto físico de origen, composición y funcionalidad desconocida, que sin embargo, aparece en determinados momentos desencadenando acontecimientos y motivando la acción de los protagonistas.
Arquetipo + Tropo + McGuffin
Llegados hasta aquí ¿por qué no ir más allá? ¿podría darse algún elemento narrativo que fuera una combinación de todo lo visto? En la literatura de no ficción es complicado hallar un elemento que sea simbólico, a la vez que un objeto físico que, a su vez, represente un arquetipo humano o relacionado con «lo humano». Apurando las definiciones, tal vez Ernest Shackleton y su expedición a la Antártida podrían ser un arquetipo (el «héroe»), un tropo («el viaje del héroe») y un McGuffin (la propia Antártida, entonces desconocida, misteriosa y motivadora de la acción). La ficción y la sobre todo la ciencia-ficción, al no estar limitada por las restricciones de la realidad, puede explorar conceptos más complejos y multifacéticos. Por ejemplo, los robots pueden ser vistos simultáneamente como un arquetipo (el «humano artificial»), un tropo (la «creación de vida») y un McGuffin (el objetivo de la trama, como en Planeta Prohibido). HAL9000, en 2001: Una Odisea del Espacio, es otro ejemplo de un elemento que combina estos tres conceptos: representa la conciencia artificial (arquetipo), la creación de un ser inteligente (tropo) y la fuerza impulsora de la trama (McGuffin).
Novum
El novum de la space opera
Por si no se hubiera dado las suficientes vueltas a los conceptos, una nueva posibilidad puede añadirse. Un tipo de tropo/McGuffin/novum nuevo específico de la ciencia-ficción que define el género de las «óperas espaciales», también llamadas space operas. Este novum específico es un tropo que existe junto a otros habituales de las obras del género, pero por sus características, sobresale del ámbito conceptual de la obra. Es decir, en las space operas es habitual su desarrollo en entornos altamente tecnificados con grandes posibilidades imaginarias: desde robots inteligentes y autónomos, motores de gravedad artificial, hasta viajes más rápidos de la luz. Si bien la mayoría de ellos pueden considerarse extrapolaciones tecnológicas, científicas o sociales de nuestro mundo real, sin embargo, sobre todos esos novum/tropos/arquetipos destaca un concepto fuera del marco conceptual de la propia obra que al mismo tiempo, la define y la identifica.
La Fuerza (Star Wars)
En el universo de la célebre saga creada por George Lucas, la tecnología avanzada establece un marco tecnoficticio que, inconsistencias aparte, puede considerarse una extrapolación de la tecnología conocida sobre la que destaca un novum diferente. Una «fuerza» que desafía dicho marco al representar un conocimiento del Universo inalcanzable para la mente racional, cuyo origen reside en unos organismos presentes en todas las formas de vida y que de alguna manera, establece un puente entre ciencia y misticismo. El sable de luz, un arma tecnológica cuyo manejo ha de realizarse a través del dominio de La Fuerza, ejemplifica dicho vínculo
La Lente (El Hombre de La Lente)
Precursora tal vez de todas las space opera, se encuentra la poco conocida pero altamente influyente obra de Edward E. Smith. Al igual que en el caso de Star Wars, el relato transcurre en un marco de grandes proezas tecnológicas del que sobresale un poder de diferente naturaleza. Se trata de una capacidad psionica cuyo origen es un experimento eugenésico alienígena. También, este poder requiere de un entrenamiento para manifestarse a través de un dispositivo especial conocido como La Lente, estableciendo un vínculo entre lo mundano o tecnológico y lo místico o un conocimiento más allá de la comprensión humana. Sin embargo, en este caso el novum distintivo sería el dispositivo en sí, que permite despertar unos poderes latentes psíquicos que no caracterizan a esta obra, pero sí el hacerlo a través de un artefacto pseudo-vivo cuyo origen extraterrestre no puede extrapolarse del resto del mundo descrito en la obra.
La protomolécula (The Expanse)
Desarrollado en un entorno más «cercano», la obra de James S. A. Corey nos presenta un futuro cercano donde la humanidad ha colonizado el Sistema Solar junto con las relaciones y tensiones políticas y sociales que surgen. En este contexto, aparece un concepto totalmente inesperado, indefinible y no extrapolable a partir del resto del escenario construido: la protomolécula, una sustancia pseudo-viva de origen extraterrestre que desafía el orden y equilibrio entre las distintas facciones que han surgido entre los humanos. Un novum, por su carácter novedoso (una extraña forma de materia con propiedades únicas, tanto físicas, biológicas como genéticas), el arquetipo de vida alienígena, el tropo de la amenaza exterior y un McGuffin, ya que su presencia origina toda una serie de tramas políticas además de estimular la exploración del espacio, más allá de nuestra estrella.
La especia melange (Saga de Dune)
Si bien la obra de Frank Herbert es un homenaje a la construcción de universos y ecosistemas definidos con precisión científica, la trama gira alrededor de un concepto que transgrede sus propios límites. La especia melange, una anomalía que desafía la racionalidad y la comprensión humana, acercándose a la definición de «magia», recordando la famosa Tercera Ley de Clarke. Su origen orgánico y sus propiedades inexplicables fruto de una combinación de factores que solo se dan en el planeta Arrakis, dan sentido a la globalidad del relato, tanto la de los protagonistas como la que marca los enfrentamientos políticos entre las grandes casas, definiendo hasta la tecnología de navegación interestelar. Esta tensión entre lo humano y lo inexplicable es lo que define a la space opera.
El Flujo (Saga de La Interdependencia)
En la obra de John Scalzy se encuentran los elementos clásicos de una space opera: un imperio galáctico y una red de relaciones diplomáticas y políticas que, al igual que en la saga de Dune, dependen de un recurso clave para su desarrollo. En este caso se trata de El Flujo, un fenómeno físico de origen desconocido y aparentemente espontáneo, similar a los agujeros de gusano pero transitables, que permite que la humanidad pueda viajar a grandes distancias entre las estrellas. Cuando es descubierto, se convierte en el factor determinante que establece las dinámicas de poder político. El flujo es un novum que transgrede el universo de la obra por su origen misterioso e incomprensible, pero al mismo tiempo, define el marco en el que se desarrolla la acción.
El teletransporte (Star Trek)
En la saga creada por Gene Rodenberry existe todo un universo tecnológico que no solo se podrían considerar extrapolaciones de lo conocido, sino que han inspirado a creaciones tecnológicas prácticas posteriores. Por ejemplo, los dispositivos de comunicaciones que llevaban en el cinto eran una especie de Walkie-Talkies de la época evolucionados, pero su diseño en la obra ha llegado a inspirar a los posteriores teléfonos móviles. Otro ejemplo sería el Tricorder, que si se le añade el ejemplo anterior, ambos serían la base de los actuales dispositivos portátiles o smartphones. Pero de todo lo usado en esta saga hay un concepto que en su día representó un salto conceptual, un movimiento arriesgado para solventar un problema de presupuesto, un elemento tecnológico que apenas tenía equivalente en el momento de la obra, pero que a la postre, ha tenido una repercusión en la saga fundamental: el teletransporte. De aquí se derivarían otros artefactos como el replicador de alimentos o la holocubierta. Como mención especial habría que señalar el motor de curvatura, una nueva manera entonces de justificar los viajes a mayor velocidad de la luz y que ha logrado tener una gran repercusión cultural posterior hasta el punto de inspirar estudios teóricos sobre la posibilidad real de su construcción.
La dedona (La Saga de los Aznar)
Aunque fue considerada en 1978 la mejor saga de ciencia-ficción europea, galardón que ostenta desde entonces, la saga de La Saga de los Aznar, del escritor español Pascual Enguidanos es poco conocida probablemente porque apenas ha salido del ámbito hispano, del ámbito de la ciencia-ficción y además, del ámbito de la cultura pulp. Serios múltiples hándicaps de difícil superación. Sin embargo, el recorrido por su obra nos muestra la extraordinaria imaginación y coherencia que su autor fue capaz de desplegar, extrapolando de manera consistente la ciencia y la tecnología del momento, convirtiéndolas en otros protagonistas más del relato. Pero el elemento fundamental que dota a la obra de un carácter transgresor y futurista es el descubrimiento en un artefacto alienígena de un nuevo material llamado dedona, 20000 veces más pesado que el agua y con propiedades antigravitatorias. La irrupción de este desconocido material, presente de manera natural en el universo en espera a ser descubierto, transforma de manera consecuente las sociedades, al configurarse como un símbolo de poder por sus propiedades prácticas, pero sobre todo, por transformar la forma de hacer la guerra y sus consecuencias.
Estos son algunos ejemplos de cómo las nuevas ideas definen a las obras que las albergan y además, abren nuevas expectativas culturales. La space opera, a menudo menospreciada, sin embargo, pone de manifiesto cómo un elemento inesperado desafía nuestras expectativas y nos obliga a repensar nuestra relación con el universo. Los novum de la space opera son el puente entre la ciencia y la magia, entre lo conocido y lo desconocido. Son la frontera donde la realidad se funde con la imaginación, y donde la humanidad se enfrenta a los misterios del cosmos. Al leer una space opera, nos encontramos con la oportunidad de explorar nuevos horizontes, de maravillarnos ante lo desconocido y de conectar con una parte de nosotros mismos que anhela lo extraordinario.