Finales de la década de los 70. El público acudía ataviado con pantalones de campana a las salas cinematográficas, donde estrenaban Fiebre del Sábado Noche —la película que dio fama a John Travolta— y estaba de moda el género de catástrofes aéreas. George Lucas ya había dirigido dos películas en aquel entonces con gran repercusión —en sus respectivos ámbitos—: THX 1138 (1971) y American Graffiti (1973), pero no fueron nada comparado con lo que vino a continuación. Star Wars (1977) fue algo nuevo y revolucionario, a la vez que clásico, que fascinó a multitudes. Tal vez, sin llegar a comprender su verdadera magnitud.

Explicar lo que significó para los que tuvimos la suerte de vivir aquel momento es complicado. Jugaron un papel fundamental el panorama cultura popular de la época y la edad que entonces teníamos. Los prejuicios afloraban en todo su esplendor: los extraterrestres eran marcianos, eran de color verde, tenían antenas y algunas veces, trompetillas como orejas y nariz. Era así... muchas veces. La ciencia-ficción no hacía mucho por combatir esta idea, cayendo constantemente en los estereotipos de la época mostrando entornos de ciencia-ficción similares.


Uno de ellos era el aspecto. El futuro se entendía como algo nuevo, por tanto, todo debía estar limpio y reluciente, allá donde iban. Las espacio naves eran la gran mayoría de las veces bruñidas y cromadas estructuras redondeadas, con forma de platillo volante o estilizados cohetes. Ni siquiera Star Trek (1966) ni 2001: Una Odisea del Espacio (1969) lograron romper con estos estereotipos —aunque sí lo hicieron con otros—.  Sin embargo, Star Wars nos impactó, destrozando nuestras ideas preconcebidas y rellenando un hueco en nuestro imaginario que hasta ese momento no sabíamos que teníamos: George Lucas nos mostró un universo previamente existente, cuyo pasado era un lugar de leyendas, héroes y la eterna lucha entre el bien y el mal. Una manera inédita de mostrar la ciencia-ficción en el cine, donde el foco de la historia no era el desarrollo tecnológico sino nuestro acervo cultural y mitológico.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana


Mucho se ha hablado de las obras en las que se inspiró para plasmar su obra. Los Siete Samurais (Akira Kurosawa, 1954) y el monomito de Joseph Campbell son a muy grandes rasgos los principales elementos culturales en los que se basó el director para agrupar en un único lugar todos los mitos del ser humano. Para ello era necesario un universo nuevo en una época reinventada, para poderla llenar sin más obstáculo que la estética —inmejorablemente asistido por el ilustrador Ralph McQuarrie— y la épica necesaria. No era la primera vez que en la literatura se había intentado algo así. «Había una vez» o «Hace mucho tiempo que...» han sido fórmulas clásicas usadas como preámbulo de cuentos y leyendas, situando al oyente o lector en una época indeterminada, dejándolo al pairo en el océano del tiempo. En los Cuentos de las mil y una noches su autor le da la vuelta al contador sobrepasando sus límites, yendo «más allá» de lo que la mente racional puede concebir. Se desconecta al lector de su realidad inmediata, se le evade de sus preocupaciones cercanas, para adentrarse en un mundo ubicado en un ignoto lugar y tiempo, donde todo es posible. La frase ya mítica con la que Star Wars nos recibía, acompañada de la excepcional fanfarria de John Williams, nos enviaba a través del hiperespacio, más rápido que la luz, a una galaxia y un tiempo muy, muy lejanos de nuestra monotonía diaria.

El camino del héroe


La teoría más famosa de Joseph Cambell es la que une a todas las historias de héroes. Una de las maneras más populares de representarla en el cine —con especial relevancia en los EEUU— es el del chico educado en un entorno sencillo, poco sofisticado y alejado de emociones fuertes, que le hace anhelar visitar nuevos mundos y conocer bellas y sorprendentes féminas. El mito americano del joven granjero que no está satisfecho con su vida y desea probar otras cosas. El ejemplo paradigmático sin lugar a dudas es Superman y su alter-ego terrestre Clark Kent, que creció en una humilde granja de un perdido pueblo de Kansas, pero destinado a metas mucho más universales. Luke Skywalker es otro joven que no conoció a sus padres biológicos, que tuvo que crecer con sus tíos en la granja de un planeta desértico, perdido en el último rincón de la galaxia. Pero algo en su interior le hacía mirar al espacio, anhelando otras metas a las que cree estar destinado, en lugares distantes extraños y maravillosos. Un buen día, el azar le hace encontrase con su destino, abocado a cumplir en circunstancias más duras de las que creía, iniciando así su madurez. Durante el camino, descubrirá que en efecto dentro de él se escondían dones que le convertirán en el elegido que la galaxia necesita.

No subestimes el poder de La Fuerza


La Fuerza en el universo de Star Wars posee varias interpretaciones. Para los propios Caballeros Jedi que la profesan es una religión, una filosofía de vida a la que se entregan por completo. Su poder proviene de un conocimiento acumulado durante milenios de tradición, explicada en un lenguaje místico comprensible para ellos. Dentro del universo de Star Wars su poder es real, aunque no pueda ser explicado. Para el resto de personas —incluyendo al espectador— representa unas fuerzas psíquicas que permanecen fuera del ámbito racional. La Fuerza en definitiva, representa la parte de nuestra realidad y de nuestra condición humana que todavía no puede ser explicada por la ciencia, pero cuya sospecha de existencia nos inquieta.

La princesa valiente


Como en todo buen relato clásico, no hay héroe sin una bella princesa a la que rescatar. Leia Organa cumple esa función, pero lo hace rompiendo la débil imagen que antaño se le daba a este rol. La Princesa Leia es una mujer de fuerte carácter que se enfrenta a todo un imperio, poniéndolo en jaque al liderar un plan para esconder los necesarios planos de la mortífera arma que está creando. No siente temor ante el propio Vader y resuelve situaciones complicadas en las que sus rescatadores acaban metiéndose. Sobre estos, Solo y Skywalker, representan el clásico dilema adolescente femenino sobre qué chico escoger: el rubito inocente o el bravucón bromista y mujeriego. En pocas ocasiones antes del año 1977 una cuestión de esta índole ocupaba un papel protagónico dentro de una producción cultural, conectando con todos los sectores del mundo adolescente, que tanto jugo y beneficios económicos han acabado proporcionado posteriormente en forma de un sin fin de sagas de esta temática. En definitiva, Leia Organa supuso antes que la Teniente Ripley de Alien, el octavo pasajero, un icono igualitario de la mujer, fundamental en la cultura popular de los años postreros.

El padre oscuro


Luke Skywalker creció con la ausencia de una figura paternal que su tío no supo suplir. Luke es el adolescente disconforme, sin guía, que siente que está perdiendo parte de su vida, falto de oportunidades donde demostrar su verdadera valía. Cuando comienzan los acontecimientos que cambiarán para siempre su vida, Obi-Wan —el mentor, dentro de los roles de la teoría de Campbell— le cuenta fascinantes historias sobre su padre, y cómo Vader —«padre» en el idioma holandés— se enfrentó a él y le venció. La imagen que se nos muestra de Darth Vader es la de un líder carismático, muy capacitado, de gran presencia física y fuerte personalidad. Un amigo fiel de su padre al que algún tipo de terrible tragedia le ha convertido en lo que es, al servicio del mal. Su máscara y atuendo, al que está atado de por vida, simbolizan la transformación a la que toda persona, incluidas las más nobles, pueden sufrir debido a los avatares del destino. Vader se convierte en ese instante en el causante de los males de Luke y siente como irremediablemente, está destinado a enfrentarse a él. Un sino que se convertirá de una manera o de otra en la guía que nunca tuvo, deseando redimir así la muerte de su padre. Vader es de esta manera, el lado oscuro de su progenitor.

Una nueva mitología


La parte más cercana a nuestros días que se ha visto representada en Star Wars es la mitología específica de la cultura en cuyo seno se creó. Desde los piratas que contribuyeron al dominio anglosajón en el mar en el siglo XVI o los contrabandistas que mitigaron el bloqueo que las potencias continentales impusieron sobre las Islas Británicas a principio del XIX, hasta la victoria aliada contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, están claramente representados en la obra. De alguna manera, George Lucas construía un conjunto de leyendas que suplía la falta de ellas de la relativamente joven nación estadounidense. Dada la influencia de la cultura anglosajona sobre el resto del mundo —gracias en parte precisamente al cine— se ha extendido a otros ámbitos culturales.

Por supuesto, el acierto inicial de los creadores que participaron en esta obra al incluir todo tipo de referencias culturales —sobre las cuales se han escrito tantos artículos como estrellas en la galaxia— como samuráis o caballeros templarios, en grandes ciudades o en planetas desérticos, de la aristocracia o humildes pueblos, Star Wars trasciende su ámbito inicial y pasa a formar parte de nuestra cultura universal, aquella que relata leyendas de héroes y heroínas en la continúa lucha del ser humano contra su lado oscuro.



Imágenes: Taringa 1 y 2

NOTA: este artículo/reseña no trata sobre la saga de Star Wars, sino sobre la película original de 1977 y lo que representó en aquel momento. En lo que devino después se verá en otro artículo.

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