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Se podría decir que la década de los 90 fue una época en la que salvo los ciudadanos de la antigua Yugoslavia, el resto del mundo la vivió con relativa calma. El cine y la ciencia-ficción, siempre en constante interacción con la sociedad, tuvieron que buscar nuevas amenazas y peligros para extrapolarlos en sus aventuras en la pantalla. Fue la época en la que el cyberpunk comenzó su letanía pesimista coincidente con la paulatina perdida de creatividad que ha llegado hasta nuestros días. Como consecuencia, esos nuevos peligros y enemigos contra los que combatir no eran tan nuevos. Uno de ellos fueron las invasiones de extraterrestres.

Los EEUU ya no podían poner a nazis o comunistas amenazando el modo de vida americano, y ahora les tocaba el turno a amenazas venidas de fuera de nuestro planeta. Independence Day (Roland Emmerich, 1996) fue para el resto del mismo una de las más impresionantes «americanadas» que el cine había visto. Hacer coincidir el día de la independencia de dicho país con el día en el que nos salvan de una invasión alienígena, es una demostración sin pudor de su convencimiento de que representan al mundo entero. Una y otra vez recuren a su escasa pero bien aprovechada mitología, recordándonos por enésima vez su papel en el Desembarco de Normandía en la 2GM, o sin ir más lejos, en la propia Guerra de Yugoslavia comentada al inicio del artículo en el que los EEUU tuvieron que venir a «rescatar» a Europa... otra vez. En definitiva, una vuelta de tuerca tan inédita como demencial y bochornosamente panfletaria. No era la primera vez que Emmerich deseaba ganarse al público norteamericano como fuera: en Stargate (1993) una expedición militar de este país viajaba a un distante paraje desértico para salvar de las garras de un dictador a su indefenso pueblo. No, no estoy hablando de la Guerra del Golfo de 1991. Pero bueno, no estoy aquí para machacar merecidamente esta obra cinematográfica. Esto está muy visto, así que la idea es hacer lo contrario, salvarla. Además, poco después vinieron «maravillas» como Armaggedon (Michael Bay, 1998) o Battleship (Peter Berg, 2012), que dejaban la película protagonizada por Jeff Goldblum y Will Smith, como una broma simpática en comparación.

Redefinición del genero

Lo habitual en la ciencia-ficción cinematográfica hasta aquel momento sobre una hipotética invasión extraterrestre, era mostrar una superioridad tecnológica alienígena tan abrumadora que las fuerzas terrestres apenas podían ni empezar a defenderse. Un hueco que quedaba por llenar era postular sobre un hipotético enfrentamiento en el que hubiera una mayor igualdad que permitiera explotar mejor esta posibilidad. Roland Emmerich cumplió perfectamente este objetivo mostrando por primera vez espectaculares batallas aéreas entre cazas terrestres contra unidades alienígenas, que recordaban a Star Wars como el clásico en el que se había convertido con el tiempo. La película abrió a su vez una relativa moda de invasiones extraterrestres en el que se fundían los géneros bélicos con el de la ciencia-ficción. Un ejemplo claro de hace no mucho es Invasión a la TierraBattle: Los Ángeles— (Jonathan Liebesman, 2011).

Efectos artesanales

Empire State Building destrozado por los aliens

Independence Day podrá ser recordada por ser una de las últimas grandes producciones realizada todavía principalmente con maquetas y a la vieja usanza. Los efectos digitales y el CGI apenas comenzaban entonces a dar sus primeros pasos. Estas carencias no impidieron que la destrucción del Empire State Building y la Casa Blanca tengan poco que envidiar a equivalentes producciones actuales.

Errores que no son tales

Y ahora viene la parte principal del artículo y el motivo verdadero que me ha llevado a escribirlo. Ocurre que cierto sector del publico, llevado por la indignación ante semejante propaganda americana, ha querido ver más defectos de los que ya de por si tiene. Esta obra ha sido fuertemente criticada por dos errores que muy probablemente no lo sean tanto. A estas alturas huelga decir que voy a contar el final de la película.

Alteraciones gravitatorias

Uno de los supuestos errores de la película es la inexistencia de las correspondientes alteraciones gravitatorias que una masa tan grande como las naves nodrizas alienígenas debería causar. No he visto la reciente secuela, pero parece que tocan este tema y probablemente lo aclaren con alguna versión que no tiene porque coincidir con la que se va a exponer. En las naves alienígenas que permanecen en la órbita terrestre hasta el ataque final, no se observa en ellas ningún método de propulsión basado en el efecto físico clásico newtoniano de acción-reacción. Por el momento esta es la única forma de propulsión que el ser humano conoce —salvo el recientemente postulado motor EmDrive— pero en la propia obra la unidad alienígena que guardan en el Área 51 tiene motores basados en un principio desconocido que ignora la propia atracción gravitatoria y le permite desplazarse fácilmente. Es un recurso habitual en las obras de ciencia-ficción el suponer que una especie que puede realizar vuelos interestelares posee alguna tecnología de impulsión avanzada —desconocida y ficticia, claro—. Arthur C. Clarke en Cita con Rama llamó a este imaginario concepto «impulso espacial». Si se da por supuesta la existencia de entidades alienígenas que construyen estos enormes artefactos, no veo el motivo para no dar un pequeño paso más y especular que dicha hipotética tecnología podría perfectamente evitar que la masa del artefacto tuviera influencia alguna con el entorno. Por supuesto, salvo que sea esta la intención.

El virus

En la época de la incipiente Internet y los virus electrónicos que se colaban en nuestros PC clónicos, todo el mundo se echaba las manos a la cabeza con la solución final usada en la película en la que infectan el sistema de control alienígena con un virus informático... ¡¡terrestre!! Tal vez porque entonces existía la creencia de que un simple y terrestre ordenador Macintosh o un x86 basado en Linux «no tenían virus», resultaba un despropósito postular que se pudiera infectar todo un computador alienígena avanzado. Bueno, ahora que ya sabemos que esto no es así en el caso de Apple, añado que cualquier sistema informático está expuesto a un ataque de virus y que no hay ninguno que esté exento de alguna vulnerabilidad. Aún así quedan algunos flecos como de donde habían sacado ese virus y cómo era posible que pudiera entrar en un sistema extraño y con protocolos de comunicación desconocidos. Aunque no lo parezca, la solución está en la propia película y una vez más está en el Área 51.

Jeff Goldblum en el Área 51 donde investigan con PC una nave alien

En el conocido hangar secreto —sí, parece una contradicción— del gobierno de los EEUU, el bueno de Brent Spinner dirigía un equipo de investigación donde con diversas herramientas entre ellas las informáticas, se analizaba la tecnología alienígena. Por tanto, presumiblemente tenían conocimiento previo y se habían conectado a ella. De ahí a programar un virus no hay más que un paso. Queda por ver cómo se lleva hasta los invasores.


Jeff Goldblum de nuevo nos explica que las naves nodriza alienígenas utilizan los satélites de comunicaciones terrestres para poder establecer su red de comunicaciones. En realidad este es el punto débil de la película, ya que una tecnología tan avanzada podría haber desplegado ella misma su propia red. El caso es que este «truco» está puesto ahí por algo y con toda probabilidad es para poder justificar lo que luego vendría. Obviamente, en un blockbuster de este tipo pensaron que ya estaban dando demasiada explicación y al final, se quedaron cortos. El caso en definitiva, es que los aliens ya tenían un canal de entrada conectado a la red terrestre y usando nuestros propios protocolos de comunicaciones. Todo estaba listo, solo faltaban un par de valientes y simpáticos actores con ganas de fumarse un puro de la victoria.

Antivirus

Pero ¡un momento! ¿los aliens no tenían ni un miserable anti-virus? ¿ni un cochambroso corta-fuegos? Bien, esta es una de esas ocasiones en las que una idea se queda a medias porque su desarrollo implicaría convertir una película de entretenimiento en otra cosa. En mi opinión podrían haberlo intentado, pero mezclar algo de tipo más digamos intelectual, con mensajes patrióticos y nacionalistas, como que no encajan mucho. Al final como sabemos se quedaron con lo segundo. La cosa es que no conocemos otra especie inteligente, pero ¿es normal que una civilización dedique tiempo y recursos a programar pequeños fragmentos de código solo para joder un poquito? ¿podemos suponer que esto que hacemos los humanos es habitual en todos los lados de la galaxia? Si los aliens que se muestran en Independence Day son de tipo «colmena», no es descabellado teorizar que ni tan siquiera hubieran pensado en esta posibilidad por ser extraño para su comprensión natural como especie. Es cierto que llevaban años estudiando a la especie humana, pero los virus de ordenador tuvieron una aparición tardía en relación al momento de la película.

El homenaje

Tal vez lo más singular de imaginar un virus de ordenador salvando la especie humana contra una invasión alienígena, sea que nos recuerda a otra obra anterior. En el clásico de la ciencia-ficción La Guerra de los Mundos (H.G. Wells, 1898) nuestra especie, cuando toda su tecnología se había mostrado inútil y dando todo ya por perdido, se salva gracias a las propias carencias de los invasores que mueren infectados por microorganismos de nuestro planeta.


Publicada posteriormente en El Sitio de ciencia-ficción 
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Finales de la década de los 70. El público acudía ataviado con pantalones de campana a las salas cinematográficas, donde estrenaban Fiebre del Sábado Noche —la película que dio fama a John Travolta— y estaba de moda el género de catástrofes aéreas. George Lucas ya había dirigido dos películas en aquel entonces con gran repercusión —en sus respectivos ámbitos—: THX 1138 (1971) y American Graffiti (1973), pero no fueron nada comparado con lo que vino a continuación. Star Wars (1977) fue algo nuevo y revolucionario, a la vez que clásico, que fascinó a multitudes. Tal vez, sin llegar a comprender su verdadera magnitud.

Explicar lo que significó para los que tuvimos la suerte de vivir aquel momento es complicado. Jugaron un papel fundamental el panorama cultura popular de la época y la edad que entonces teníamos. Los prejuicios afloraban en todo su esplendor: los extraterrestres eran marcianos, eran de color verde, tenían antenas y algunas veces, trompetillas como orejas y nariz. Era así... muchas veces. La ciencia-ficción no hacía mucho por combatir esta idea, cayendo constantemente en los estereotipos de la época mostrando entornos de ciencia-ficción similares.


Uno de ellos era el aspecto. El futuro se entendía como algo nuevo, por tanto, todo debía estar limpio y reluciente, allá donde iban. Las espacio naves eran la gran mayoría de las veces bruñidas y cromadas estructuras redondeadas, con forma de platillo volante o estilizados cohetes. Ni siquiera Star Trek (1966) ni 2001: Una Odisea del Espacio (1969) lograron romper con estos estereotipos —aunque sí lo hicieron con otros—.  Sin embargo, Star Wars nos impactó, destrozando nuestras ideas preconcebidas y rellenando un hueco en nuestro imaginario que hasta ese momento no sabíamos que teníamos: George Lucas nos mostró un universo previamente existente, cuyo pasado era un lugar de leyendas, héroes y la eterna lucha entre el bien y el mal. Una manera inédita de mostrar la ciencia-ficción en el cine, donde el foco de la historia no era el desarrollo tecnológico sino nuestro acervo cultural y mitológico.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana


Mucho se ha hablado de las obras en las que se inspiró para plasmar su obra. Los Siete Samurais (Akira Kurosawa, 1954) y el monomito de Joseph Campbell son a muy grandes rasgos los principales elementos culturales en los que se basó el director para agrupar en un único lugar todos los mitos del ser humano. Para ello era necesario un universo nuevo en una época reinventada, para poderla llenar sin más obstáculo que la estética —inmejorablemente asistido por el ilustrador Ralph McQuarrie— y la épica necesaria. No era la primera vez que en la literatura se había intentado algo así. «Había una vez» o «Hace mucho tiempo que...» han sido fórmulas clásicas usadas como preámbulo de cuentos y leyendas, situando al oyente o lector en una época indeterminada, dejándolo al pairo en el océano del tiempo. En los Cuentos de las mil y una noches su autor le da la vuelta al contador sobrepasando sus límites, yendo «más allá» de lo que la mente racional puede concebir. Se desconecta al lector de su realidad inmediata, se le evade de sus preocupaciones cercanas, para adentrarse en un mundo ubicado en un ignoto lugar y tiempo, donde todo es posible. La frase ya mítica con la que Star Wars nos recibía, acompañada de la excepcional fanfarria de John Williams, nos enviaba a través del hiperespacio, más rápido que la luz, a una galaxia y un tiempo muy, muy lejanos de nuestra monotonía diaria.

El camino del héroe


La teoría más famosa de Joseph Cambell es la que une a todas las historias de héroes. Una de las maneras más populares de representarla en el cine —con especial relevancia en los EEUU— es el del chico educado en un entorno sencillo, poco sofisticado y alejado de emociones fuertes, que le hace anhelar visitar nuevos mundos y conocer bellas y sorprendentes féminas. El mito americano del joven granjero que no está satisfecho con su vida y desea probar otras cosas. El ejemplo paradigmático sin lugar a dudas es Superman y su alter-ego terrestre Clark Kent, que creció en una humilde granja de un perdido pueblo de Kansas, pero destinado a metas mucho más universales. Luke Skywalker es otro joven que no conoció a sus padres biológicos, que tuvo que crecer con sus tíos en la granja de un planeta desértico, perdido en el último rincón de la galaxia. Pero algo en su interior le hacía mirar al espacio, anhelando otras metas a las que cree estar destinado, en lugares distantes extraños y maravillosos. Un buen día, el azar le hace encontrase con su destino, abocado a cumplir en circunstancias más duras de las que creía, iniciando así su madurez. Durante el camino, descubrirá que en efecto dentro de él se escondían dones que le convertirán en el elegido que la galaxia necesita.

No subestimes el poder de La Fuerza


La Fuerza en el universo de Star Wars posee varias interpretaciones. Para los propios Caballeros Jedi que la profesan es una religión, una filosofía de vida a la que se entregan por completo. Su poder proviene de un conocimiento acumulado durante milenios de tradición, explicada en un lenguaje místico comprensible para ellos. Dentro del universo de Star Wars su poder es real, aunque no pueda ser explicado. Para el resto de personas —incluyendo al espectador— representa unas fuerzas psíquicas que permanecen fuera del ámbito racional. La Fuerza en definitiva, representa la parte de nuestra realidad y de nuestra condición humana que todavía no puede ser explicada por la ciencia, pero cuya sospecha de existencia nos inquieta.

La princesa valiente


Como en todo buen relato clásico, no hay héroe sin una bella princesa a la que rescatar. Leia Organa cumple esa función, pero lo hace rompiendo la débil imagen que antaño se le daba a este rol. La Princesa Leia es una mujer de fuerte carácter que se enfrenta a todo un imperio, poniéndolo en jaque al liderar un plan para esconder los necesarios planos de la mortífera arma que está creando. No siente temor ante el propio Vader y resuelve situaciones complicadas en las que sus rescatadores acaban metiéndose. Sobre estos, Solo y Skywalker, representan el clásico dilema adolescente femenino sobre qué chico escoger: el rubito inocente o el bravucón bromista y mujeriego. En pocas ocasiones antes del año 1977 una cuestión de esta índole ocupaba un papel protagónico dentro de una producción cultural, conectando con todos los sectores del mundo adolescente, que tanto jugo y beneficios económicos han acabado proporcionado posteriormente en forma de un sin fin de sagas de esta temática. En definitiva, Leia Organa supuso antes que la Teniente Ripley de Alien, el octavo pasajero, un icono igualitario de la mujer, fundamental en la cultura popular de los años postreros.

El padre oscuro


Luke Skywalker creció con la ausencia de una figura paternal que su tío no supo suplir. Luke es el adolescente disconforme, sin guía, que siente que está perdiendo parte de su vida, falto de oportunidades donde demostrar su verdadera valía. Cuando comienzan los acontecimientos que cambiarán para siempre su vida, Obi-Wan —el mentor, dentro de los roles de la teoría de Campbell— le cuenta fascinantes historias sobre su padre, y cómo Vader —«padre» en el idioma holandés— se enfrentó a él y le venció. La imagen que se nos muestra de Darth Vader es la de un líder carismático, muy capacitado, de gran presencia física y fuerte personalidad. Un amigo fiel de su padre al que algún tipo de terrible tragedia le ha convertido en lo que es, al servicio del mal. Su máscara y atuendo, al que está atado de por vida, simbolizan la transformación a la que toda persona, incluidas las más nobles, pueden sufrir debido a los avatares del destino. Vader se convierte en ese instante en el causante de los males de Luke y siente como irremediablemente, está destinado a enfrentarse a él. Un sino que se convertirá de una manera o de otra en la guía que nunca tuvo, deseando redimir así la muerte de su padre. Vader es de esta manera, el lado oscuro de su progenitor.

Una nueva mitología


La parte más cercana a nuestros días que se ha visto representada en Star Wars es la mitología específica de la cultura en cuyo seno se creó. Desde los piratas que contribuyeron al dominio anglosajón en el mar en el siglo XVI o los contrabandistas que mitigaron el bloqueo que las potencias continentales impusieron sobre las Islas Británicas a principio del XIX, hasta la victoria aliada contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, están claramente representados en la obra. De alguna manera, George Lucas construía un conjunto de leyendas que suplía la falta de ellas de la relativamente joven nación estadounidense. Dada la influencia de la cultura anglosajona sobre el resto del mundo —gracias en parte precisamente al cine— se ha extendido a otros ámbitos culturales.

Por supuesto, el acierto inicial de los creadores que participaron en esta obra al incluir todo tipo de referencias culturales —sobre las cuales se han escrito tantos artículos como estrellas en la galaxia— como samuráis o caballeros templarios, en grandes ciudades o en planetas desérticos, de la aristocracia o humildes pueblos, Star Wars trasciende su ámbito inicial y pasa a formar parte de nuestra cultura universal, aquella que relata leyendas de héroes y heroínas en la continúa lucha del ser humano contra su lado oscuro.



Imágenes: Taringa 1 y 2

NOTA: este artículo/reseña no trata sobre la saga de Star Wars, sino sobre la película original de 1977 y lo que representó en aquel momento. En lo que devino después se verá en otro artículo.

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Mucho se ha hablado de cómo deberían ser las nuevas entregas de la saga de Star Wars: de lo fácil que será mejorarlas —dado el listón tan bajo que dejó su antiguo dueño—, de si serán más o menos maduras, y cosas así. El caso es que hay mucha, muchísima expectación —o hype, como se dice ahora— de cómo será el nuevo universo creado para la franquicia. Desde que George Lucas pegara el pepinazo con el primer estreno, poco a poco ha ido destrozando su propia creación poniendo a todos los seguidores de la saga original en su contra. Una discusión que se viene teniendo desde que aparecieran personajes como Jar-Jar Binks, es hasta qué punto este universo en cuya creación han participado numerosos artistas y se ha visto realimentado por los aficionados, está o no por encima de los derechos de autor de su productor y director original. A pesar de todo, Star Wars ha ido aumentando el número de seguidores incondicionales convirtiéndose en un auténtico fenómeno cultural.

El anuncio hace ya unos años de la venta de la productora de George Lucas a Disney, vino acompañado de la noticia de la continuación de la Saga de Star Wars, uno de los eventos cinematográficos más esperados de las últimas décadas.

En este contexto, se acomete un fascinante proyecto artístico al tener la oportunidad y la responsabilidad de reconducir un fenómeno cultural de masas por un camino que evite todos los problemas en los que Lucas se fue metiendo con su creación. En el aspecto comercial, han de transmitir confianza en este sentido para que el público tenga la sensación de que no se van a ver defraudados, y al mismo tiempo, alimentar el ansia por conocer las nuevas particularidades del famoso universo de la galaxia muy, muy lejana, con el suficiente material para discutir, criticar, alabar, en definitiva, hablar de él.

En este sentido el trailer de Star Wars lo ha conseguido con creces, introduciendo en casi todas las escenas nuevos elementos que rompen con lo visto hasta ahora, desconcertando en algunos casos, y provocando todo tipo de reacciones y especulaciones variopintas, sin esperar tan siquiera a conocer el guión y saber de qué va la cosa realmente.

La nostalgia

el Episodio VII tratará sobre una nueva generación, "no sobre nosotros".
Mark Hamill


El tirón nostálgico lo tienen asegurado con el reclamo y apelación a la nostalgia de la participación de los actores originales. Por tanto, ¿es necesario dar ya a conocer sus personajes? Evidentemente no. Este recurso se lo guardan hasta que lo estimen oportuno. De momento, se filtran borradores de su aspecto con cuenta-gotas. La única concesión en este sentido es la aparición del mítico Halcón Milenario, configurándose en esta etapa promocional como la conexión principal con la saga clásica, aunque con algunos cambios observables como la antena o el aspecto de los motores.

Lo nuevo

    Mientras se filtran detalles sobre el aspecto que tendrán los personajes clásicos en la nueva entrega del universo de Star Wars por parte de J.J. Abrams, la promoción oficial se ha de dedicar a alimentar a todo ese conjunto de aficionados que quiere ver su universo lejano corregido y mejorado. Naturalmente, cada uno tiene su visión de las cosas, por lo tanto, lo que se ha de mostrar son aspectos inéditos en el universo de Star Wars. De esta forma, sea cuál sea la postura de cada uno sobre lo que era lo necesario o mejorable en el trabajo de George Lucas, el debate estará asegurado y con el, gran parte de la promoción extra de la franquicia.

    Removiendo prejuicios raciales



    No creo que la comunidad de aficionados de Star Wars sea ni más ni menos racista que otras. Sin embargo, de lo que si se puede estar seguro es que el ámbito cultural que más influencia tiene en su concepción es el anglosajón, y dentro de este, el público de los EEUU. Tras los casos de Nick Furia —interpretado por Samuel L. Jackson en Los Vengadores—, el Capitán América y el nuevo Spiderman en los cómics, o la Antorcha Humana —Michael B. Jordan— en la nueva adaptación de Los 4 Fantásticos (Josh Trank, 2015) parece claro que este es un tema que da para hablar.

    De esta manera se presentan las esperadas primeras imágenes que tenemos por fin de la franquicia: un actor de raza negra —John Boyega— enfundado en una armadura de Stormtrooper —tropa de asalto— irrumpe repentinamente desde la parte inferior de la pantalla. Esto ha desconcertado por dos motivos: además de por resultar inesperado ver a una persona de este color de piel alistada en las tropas del «enemigo» —supongo que sería como ver a alguien de raza negra con uniforme de soldado nazi—, también porque los aficionados más jóvenes esperaban ver a un clon de Jango Fett, desconociendo que las tropas del Imperio sólo son clones precisamente en la guerra de la que toma este nombre: Las Guerras Clon. La cuestión es que no se conoce cuál es el motivo por el que hay un soldado imperial perdido en el desierto, con aspecto sudoroso y preocupado. A pesar de todo, mucha gente lo da por hecho.

    El robotito gracioso

    ¿Cómo vais a superar al R2-D2, el droide más adorable en la historia del cine?
    Mark Hamill


    ¿Que sería de Star Wars si no hubiera un robotito haciendo gracias? George Lucas no tuvo mayor ocurrencia que utilizar de nuevo a C3PO y R2D2, aunque fuera a costa de destrozar el argumento de las precuelas. Una vez más, había que dar alguna alternativa a los aficionados y sacar de donde sea un robot gracioso y simpático nuevo. ¿Había alguna forma geométrica que no había sido utilizada para un robot en Star Wars? Sí, al menos una: una pelota. Pues bien, ya está con nosotros BB-8, un nuevo robot con forma de balón de soccer —como le llaman al fútbol en EEUU— destinado a ser reproducido millones de veces en forma de juguetito.

    Los nuevos Stormtrooper



    Otro de los iniciales aciertos de George Lucas fue la estética escogida para las tropas del imperio. El uso del blanco —característico de su ópera prima THX—, y ese aspecto amenazador de cráneo futurista, han logrado que este sea uno de los iconos más reconocibles del universo de la franquicia galáctica. En esta ocasión apenas dejan ver entre destellos luminosos, a los nuevos y flamantes cascos de las famosas tropas imperiales, en lo que parece el típico caso de insinuar pero no mostrar, para que la curiosidad sea mayor. Por si queda alguna duda del deseo de anunciar todas las novedades posibles, se ha filtrado la noticia de que también veremos a una mujer entre las tropas.

    Las armas



    Los blaster de la saga clásica eran apenas poco más que un hierro pintado de negro. Esta vez se les ve, —poco, pero lo suficiente una vez más para estimular la curiosidad— dotadas de «vida», con indicadores numéricos —como las que vimos unos años después en Aliens: el regreso (James Cameron, 1986)— y emitiendo sonidos al ser activadas por las tropas. Los aficionados respiran tranquilos: «esto es nuevo».

    De vuelta a ¿Tatooine?



    Tal vez lo más «normal» de todo el trailer sea la aparición de un personaje montando en un transporte cuya estética —en cuanto a color— recuerda al landspeeder de Luke en Tattoine, pero mucho más basto. Como queriendo dejar bien claro que no es un vehículo de recreo, sino de granja, como en efecto, en la que él vivía. Las especulaciones sobre quien es el personaje son inevitables, y si no estoy equivocado, dicen que puede ser su hija . De lo que se trata en cualquier caso es crear expectación.

    El majestuoso X-Wing



    Si existe alguna astronave del universo de Star Wars que pueda hacerle sombra al Halcón Milenario es el X-Wing. Una de las más fabulosas naves de la ciencia-ficción que allá por los años 70 irrumpió en el imaginario colectivo rellenando un hueco que los platillos volantes o los cohetes tipo Flash Gordon, no lograban llenar: un caza de combate espacial librando épicas batallas en el espacio. Aquellos movimientos coordinados de escuadrones de combate maniobrando en el espacio pasaron a formar parte de la memoria cinematográfica de la sociedad.

    Sin embargo, no aparece ni una escena espacial en el trailer. Pensemos por un momento, ¿que demonios hacen un escuadrón de cazas espaciales rozando espectacularmente el agua de una superficie acuática? No son unos simples aerodeslizadores como los de El Imperio Contrataca. Parece que con los años, las «imitaciones» que han venido después y las ultimas entregas de la saga, dejó de ser una novedad ver al X-Wing en el espacio haciendo las mismas piruetas vistas mil veces. Seguramente por eso se muestra a un escuadrón de Ala-X en un entorno poco habitual para un caza espacial: una biosfera. Naturalmente, habrá una explicación —eso espero— pero se podría decir que es una escena escogida para que cause un efecto sorpresa en el espectador.

    El sable de luz triple 



    Pero de todas las novedades de las que venía cargado el nuevo trailer de Star Wars VII, el asunto «estrella» es sin lugar a dudas la nueva versión de una de las más impresionantes armas de ciencia-ficción de toda la galaxia: el sable de luz.

    La verdad es que me sorprendió la reacción de la comunidad de aficionados al interpretar que era un sable con «triple» haz de plasma. En mi caso, lo primero que me vino a la mente fue que los haces laterales se trataban de una especie de escape de energía sobrante, o algo similar. No son haces de plasma definidos como en el resto de sables que hemos visto. La explicación habitual es que se trata de «guardas» o protecciones del sable frente a armas enemigas en combates frente a frente. La mayoría de espadas las llevan, aunque no suelen ser ofensivas, como lo serían en este caso. Y de serlo, suelen estar orientadas hacía adelante, no de manera que pueda ocasionar daño al propio caballero Jedi que empuña el arma. La cuestión es que es muy probable que haya toda una historia detrás de ese sable de luz que explique su configuración. Una explicación que tirará por tierra todas las especulaciones, criticas y alabanzas que han inundado la red al respecto.

    Un juego en el que me temo, yo también he caído.





    [Publicado posteriormente en El Sitio de ciencia-ficción]

    NOTA: originalmente se había indicado que «Stomtrooper» correspondía con su traducción literal «tropa de tormenta». Sin embargo, como me ha corregido Mario Moreno Cortina en la publicación de El Sitio de ciencia-ficción —enlace anterior— al parecer, su traducción correcta es «tropa de asalto», y así se ha corregido posteriormente.

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    La década de los sesenta, aquellos años sin computadores personales, sin teléfonos inteligentes y sin sondas explorando Marte. Con unos armatostes en blanco y negro en los que los avances que imaginaba la ciencia-ficción de la época parecían todavía más sorprendentes. En aquellos televisores sin mandos a distancia, sus aficionados pudieron emocionarse con aquella mítica locución inicial del comandante Kirk, que les llevaba al otro confín de la galaxia en busca del conocimiento, explorando la última frontera de la Humanidad.

    Star Trek fue concebida como un serial, pero logró transcender su concepción original y convertirse en una obra de culto: por primera vez una serie de televisión tenía como eje fundamental una expedición científica en lugar de militar. Por primera vez, una mujer ocupaba un puesto de oficial en el puente de mando de dicha expedición. Por primera vez, el resto de la tripulación que la acompañaba estaba formada por individuos escogidos por motivos que no tenían nada que ver con su sexo o raza, color, forma o tamaño. Además, fue de las primeras series de televisión en cuyos guiones participaron importantes escritores de ciencia-ficción del momento.

    Este contexto en el que surgió Star Trek tenía unas características especiales que no se han vuelto a dar: una convulsa época cargada de cambios sociales y logros tecnológicos cuya sociedad, a pesar de las tensiones políticas entre las grandes potencias, miraba al futuro con optimismo. La serie creada por Gene Roddenberry se vio influida por una época de tecnología incipiente y estética «kistch» que la definió visualmente, pero que a su vez le debe a Star Trek una buena parte de su propia definición como tal y de influencia en las décadas posteriores.

    Se dice que Star Trek se inspiró en el concepto de frontera y «lejano oeste» característico de la cultura norteamericana, pero es difícil explicar toda la serie con tan solo esta idea. Es inevitable suponer que para dotarla de suficiente consistencia se recurriese a la literatura de ciencia-ficción de la reciente época dorada. Una de esas obras —cuyo parecido es más que evidente— pudo ser El viaje del Beagle Espacial (Alfred. B. van Vogt, 1950), donde una tripulación multidisciplinar viaja a bordo de una magnífica astronave a través del cosmos, en una misión que durará varios años y con el objeto de avanzar en el conocimiento

    En la obra de van Vogt se especula imaginando a la Especie Humana explorando el Cosmos y enfrentándose a los insondables misterios que —supuestamente— esconde. Para ello, se argumenta que será necesario utilizar nuevos paradigmas de conocimiento para comprenderlos. Salvo la ausencia de mujeres en la tripulación del Beagle Espacial —toda obra es hija de su tiempo— ambas obras comparten ese mismo mensaje que en el caso de Star Trek quedaba visualmente evidente clasificando a la tripulación por los colores de sus camisetas, integrando de esta manera a oficiales, ingenieros y científicos como un todo, trabajando en cooperación. De esta manera, todo en la serie tenía su justificación y explicación, por llamativo, exótico o pintoresco que pareciera. De hecho, se trataba  precisamente de romper viejos prejuicios.

    La escasez de presupuesto que la siempre reticente Paramount destinaba a la serie, y la precariedad tecnológica que contrastaba con las necesidades de efectos visuales de una serie avanzada a su tiempo, tuvieron como resultado unos escenarios de cartón piedra y escasez de escenas con efectos especiales que hoy en día se ven muy pobres. Sin embargo, su visionado es soportable gracias a los buenos guiones y a la imaginación con la que se supo suplir la falta de recursos.

    Teniendo en cuenta que han pasado ya más de cuarenta y cinco años, si se compara el aspecto de la serie con la tendencia estética en la ciencia-ficción del momento —trajes con hombreras sicodélicas y trompetillas en orejas o nariz—, se le puede dar un aprobado con claridad. Incluso el interior de la Enterprise ha sido recreado en series modernas, sin resultar demasiado anacrónico.

    El resultado tal vez inesperado de este esfuerzo creativo fue el de la aparición en la pantalla de una serie de artilugios que han perdurado notablemente en el imaginario del género. Destaca especialmente el «teletransportador» —artefacto que algunos lectores hispanos pudieron conocer gracias a Pascual Enguidanos en su «Saga de los Aznar»— usado para evitarse las escenas de aterrizaje y despegue las cuales consumían gran parte del presupuesto. No sólo en la ficción, otros dispositivos que aparecen en la serie se diría que han sido inspiración para sus equivalentes de hoy en día: comunicadores y teléfonos móviles, memorias de almacenamiento y unidades USB, el «tricorder» y dispositivos telemétricos actuales. Incluso se pudo observar a un antecedente —lejano— de los Tablet.

    Star Trek representa a la ciencia-ficción clásica optimista de los 60 y 70. Una ciencia-ficción de futuros lejanos, en la que el público debía poner de su parte el sentido de la maravilla. Futuros diferentes a los inmediatos y pesimistas del postmodernismo que vendrían décadas después, cuando los efectos especiales dejan muy poco trabajo para la imaginación.

    En definitiva, Star Trek fue una revolución en todos los sentidos. Generó un colectivo de aficionados que no se vería hasta el estreno ocho años después de la cancelación de la serie, con Star Wars. Las franquicias audiovisuales le deben su existencia a este fenómeno. Aunque William Shatner (James T. Kirk en la serie) intentaba convencer a los aficionados de que «sólo era una serie de TV», la verdad es que era mucho más que eso.


    La locución inicial cumplía la función de situar al espectador, con una Enterprise surcando el espacio interestelar que en pocas ocasiones se vería luego durante la serie, seguramente debido a limitaciones presupuestarias
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    La creación de un universo propio es el fenómeno que define las grandes ficciones de masas de nuestra época
                               Santiago García (La novela gráfica –Astiberri, 2010–) en El Confidencial

    Convención Star Wars
    Foto: Diario de Yucatán
    Se suele relacionar a algunas célebres sagas de ciencia-ficción como Star Wars, Star Trek o Stargate, con multitud de acérrimos aficionados que coinciden en reuniones o acuden a los estrenos cinematográficos, ataviados con los ropajes de sus personajes.

    No es necesario ceñirse a la ciencia-ficción. Otras sagas del fantástico como El Señor de los Anillos tienen en común con las anteriores similares características. La mayoría de ellas comparten el fenómeno llamado merchandising, por el que se comercializan todo tipo de productos relacionados.

    Su paso por las salas cinematográficas podría definirse como punto de partida de su explotación comercial, que lo convierten en franquicias y que ayudan al espectador a sumergirse en sus universos particulares. En España a este fenómeno se le denomina de forma simplista y muy cargada de prejuicios, «frikismo». Vocablo que los propios aficionados han acabado aceptando, incluso con cierto orgullo.

    El inicio de este fenómeno podría situarse con la serie original de TV Star Trek, cuando el público logró convencer a la productora para evitar su cancelación y prolongarla una temporada más. No obstante, el punto de inflexión a partir del cual se definieron los parámetros de explotación comercial tal y como hoy los conocemos, vino con el estreno de Star Wars. Luego vendrían otras como Galáctica, la mencionada de Stargate, y algunas más, que si bien todas buscaban en mayor o menor medida imitar a George Lucas, podrían señalarse algunos matices en cuanto a la forma de llevarlo a término.

    Cosplay Galactica
    Foto: Live for Films
    Cuando Star Wars se estrenó, no pensaban que iba durar ni una semana en taquilla. Independientemente de si la idea fue anterior o no, se hace complicado pensar que Galáctica (1978) fuera concebida con idea de aprovecharse de un fenómeno que apenas había comenzado. No obstante, lo que si parece bastante evidente es que aprovecharon el tirón posterior de la creación de George Lucas, para convertir lo que en un principio no era más que un largo episodio piloto de 2h para la TV, en un éxito cinematográfico.

    Dicen que Stargate partió con la idea de realizar una trilogía. La cuestión es que finalmente no llegó a eso. Su conversión a objeto de culto por parte de legiones de seguidores no se sucedió hasta que una productora canadiense, que poco tenía que ver con los de la película, decidieron crear una serie de TV, y luego otra, y otra, y....

    Babylon 5 no ha pasado de serie de TV de presupuesto reducido gracias a aprovechar las entonces incipientes nuevas técnicas de efectos especiales por computador, y rodar la mayoría de escenas en interiores con decorados cutres. Guiones aparte, la idea era similar a la de Star Trek, salvando las distancias temporales y el contexto completamente distinto. Tal vez por llegar tarde, el resultado es que aunque ha disfrutado de un éxito relativo, no ha sido tan explotada comercialmente ni las películas han pasado de ser meros capítulos de larga duración. Eso sí, llegó a tener un spin-off, aunque no duró mucho..

    Matrix, reunía las condiciones para haber podido emular a anteriores producciones de éxito multitudinario.  De hecho, se realizó alguna serie de animación. Pero puede decirse que no llegó a dar el salto, seguramente por lo decepcionantes que fueron para sus aficionados las continuaciones posteriores.

    El Señor de los Anillos es un caso especial ya que mucho antes de su estreno cinematográfico, ya era una toda una saga multitudinaria con comunidades de fervientes seguidores, que se manifestaban a través de los juegos de rol.

    Una conclusión que puede extraerse es que pocas de estas obras fueron concebidas con plena consciencia de en lo que iban a convertirse. Con el paso de los años y debido a necesidades comerciales, surgen iniciativas de hacer segundas partes y de un tiempo a esta parte, suele estar de moda pretender sacar trilogías como sea. Pero una cosa es rentabilizar al máximo una obra, y otra pretender crear mitologías que llegan a ser  vividas por los aficionados en los casos extremos, como si de religiones se tratase.

    Cosplay Avatar
    Foto: CosContopia
    El intento más evidente de utilizar el medio cinematográfico para «inventarse» directamente una franquicia de este tipo con el objeto de su explotación comercial, en los términos que Star Wars definió en su momento, proviene de un director-productor que no ha mostrado vergüenza ni pudor en manifestar dicha intención claramente. Hablamos de James Cameron y Avatar. Lo anacrónico de esta situación es que pocas de las sagas originales fueron creadas con un propósito comercial tan definido, evidenciando en el caso del productor de origen canadiense cierta tendencia hacia la manipulación de los espectadores, una excesiva ansia crematística y una falta de respeto por la autoría de las ideas que utiliza en sus guiones, que a algunas personas nos resulta incómoda.

    Otro caso similar que rezuma a partes iguales espectacularidad visual y falta de originalidad es Tron: Legacy (Joseph Kosinski, 2010), que es poco más que una repetición de clichés y estereotipos más que vistos, que se mantienen a duras penas gracias al atractivo visual del mundo paralelo informático creado para la ocasión, y una buena banda sonora del grupo de techno Daft Punk. Ambas producciones son las primeras partes de unas trilogías que de momento, no parecen encontrar el momento de ser continuadas. Tal vez sea porque realmente no saben cómo hacerlo.

    Superhéroes

    Cuando surgieron los primeros superhéroes cada uno de ellos tenía su propio universo diferenciado. Las necesidades empresariales de las editoriales decidieron unir la mayoría de ellos. En cualquier caso, cada editorial ha acabado formando todo un universo lleno de superhéroes en los que el resto de la Humanidad poco puede hacer. Como resultado es que los fans de superhéroes forman uno de los mayores colectivos de aficionados a los cómics, al cine y a la ciencia-ficción.

    Universo expandido

    Estos universos creados por sus creadores originales no han permanecido en su estado inicial. Si el universo físico real expande su propio continuo espacio-tiempo, estas obras corales con vocación de ópera teatral son análogamente expandidas al ser enriquecidas con las creaciones de sus aficionados. En el caso de las dos primeras sobretodo (Star Wars y Star Trek) han surgido de la mano de escritores, ilustradores y otros aficionados, constelaciones de personajes e historias paralelas que han expandido el universo inicial de la obra.

    Cosplay Leias
    Foto: Cinemanía
    ¿Qué es lo que tienen en común estas manifestaciones que provocan la formación de legiones de seguidores?

    Podría ser por una parte, su relativa facilidad para lograr al mismo tiempo, en caso de tener un mínimo de éxito inicial, una continuidad en posteriores partes y una masa de aficionados que no se limitan al visionado de las películas, sino que se mantienen ansiosos en espera de cualquier producto relacionado, sean camisetas o series de TV ambientadas en el mismo universo.

    Por otro lado, otro factor que parece ser común entre la ciencia-ficción de la Space Opera y la Fantasía, es su naturaleza de evasión, basada en la aventura y el romanticismo. Estas obras permiten al espectador evadirse con mayor facilidad al brindar todo un universo creado para satisfacer por completo las necesidades de la historia, bien sea al lado de los personajes conocidos o en otra historia completamente nueva. Universos, en los que uno puede convertirse en protagonista y vivir su propia aventura.


    Publicado posteriormente en el blog Portal Planetas Prohibidos el 15 de septiembre de 2013
    Publicado posteriormente en el Sitio de ciencia-ficción el 23 de febrero de 2014

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    GalácticaEl «Capitan Apolo» en una escena de la fallida «The second coming»
    y Stargate poseen un nexo común que consiste en el uso de mitos relacionados con la fabulosa civilización Egipcia para construir la base de su universo imaginario. La sorprendente perfección de las pirámides, sus misteriosas propiedades, así como las dudas sobre la capacidad tecnológica de aquella época para construirlas, han llevado a algunas mentes —las más calenturientas llegan a créeselo— a especular sobre la posibilidad de que una expedición extraterrestre haya visitado la tierra anteriormente, dejando tras su paso vestigios tecnológicos de su cultura. Misterios relacionados en las civilizaciones precolombinas, o el famoso mito de la Atlántida, son también usados de forma similar hasta el punto de que la leyenda de la ciudad sumergida ha sido el motivo para la realización de toda una serie paralela o Spin-Off: Stargate Atlantis.
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    galactica_1978Durante la época en la que surgió Galáctica (Glen A. Larson, 1978), el mundo de la ciencia-ficción y gran parte del cinematográfico, se encontraba experimentando el resultado de toda una revolución cultural. El nombre de este fenómeno se llamaba La Guerra de las Galaxias, o Star Wars (George Lucas, 1977)

    Esta revolución cultural modificó sustancialmente los parámetros habituales con los que el género de la ciencia-ficción era entendido por el gran publico, circunstancia que había sido iniciada por la famosa serie de televisión de los años 60, Star Trek (Gene Roddenberry, 1966). Unos efectos especiales innovadores para la época, al servicio de una historia que, a pesar de ser absolutamente clásica (princesas, héroes, imperios del mal, «fuerzas» y monjes caballeros que las manejan, etc.) no había sido importada hasta ese momento a una película de estas características, y que crearon el subgénero de la ciencia-ficción de la space-opera. Además, se logró definitivamente lo que otras producciones no alcanzaron: convertir la ciencia-ficción en un fenómeno de masas, expandir el universo imaginado en la obra hasta límites insospechados, y dar pie a lo que se le vendría a llamar franquicias cinematográficas.

    En esta coyuntura y dado el éxito de esta fórmula, no es de extrañar que comenzaran a surgir imitaciones. Tal vez la primera de ellas es de la que trata este artículo.
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    Aunque este no es un blog específico sobre cine, que duda cabe que esta forma de expresión artística o canal de comunicación, es uno de los más aporta al acervo cultural de las sociedades, para bien o para mal.

    La Historia o la Literatura, no adquieren verdadera popularidad en nuestros días mientras no se haya representado algún fragmento histórico, no se haya versioneado alguna obra, o no se haya utilizado en la gran pantalla algún recurso o idea proveniente de alguno de estos otros ámbitos culturales menos conocidos o populares.

    La cuestión final es que un mismo recurso, en la mayoría de ocasiones proveniente del mundo literario, una vez se utiliza con acierto en el cine por primera vez, resulta difícil hacer algo parecido posteriormente sin recordar a esa primera ocasión, y mucho más difícil resulta hacerlo mejor. Cuando esto sucede podemos decir lo siguiente: ha nacido un clásico.

    En otras ocasiones, se recurre a ellos como un recurso fácil para resolver una escena, o para asegurarse un éxito mínimo entre el gran público que se supone demanda un producto determinado. Es en definitiva en estos casos, el uso de fórmulas conocidas y probadas, sin calentarse la cabeza demasiado para lograr productos aceptables. Solo en algunas ocasiones se logra un éxito mayor al reutilizar una idea. A continuación algunos ejemplos:

    El Terror en la ciencia-ficción

    Alien (la saga) es un referente actual en cuanto a la fusión de los géneros de terror y de Ciencia-Ficción. Situaciones similares se han utilizado posteriormente con diferentes resultados, como se explicaba anteriormente en Pitch Black, y en otras como Event Horizon. La característica principal que las distingue como obras de Ciencia-Ficción, además de simplemente el escenario futurista, es el de utilizar como adversario de los protagonistas y como generador de la angustiosa situación en la que se encontrarán, un ser cuya existencia se explica con un supuesto científico. En el último caso citado, unos experimentos con el horizonte de sucesos dan lugar a la aparición de una serie de visitas con no muy buenas intenciones (supuesto científico muy en controversia), y en los otros casos como ya sabemos, un ser alienígena.

    Imágen de la película «Event Horizon» (Horizonte Final)

    Sin embargo, el verdadero clásico que originó esta utilización del terror psicológico con buenos resultados en la Ciencia-Ficción es una película de serie B del año 1951, en blanco y negro y basada en una obra de J. W. Campell: El Enigma de Otro Mundo

    Uno de los carteles promocionales de la película

    En esta película (llamada de distinta forma según el país de habla hispana) se narran las peripecias de un grupo variopinto de personas, en una estación científica (de radar o militar, según interpretaciones) en el Ártico, al encontrar esta expedición una nave espacial extraterrestre (un platillo volante de la época) y dentro de ella a su tripulante, hasta ese momento, en estado de hibernación: The Thing (La Cosa).

    Esta es «La Cosa». ¡Feo si que es, el tio!

    El estudio psicológico de los personajes (el piloto de avión , el científico, etc.) y cómo se enfrentan al problema en función de sus prejuicios y creencias, es una oportunidad aprovechada en muchas obras de este género en general, y en esta en particular, para abrir debates sociológicos minimizando la posibilidad de que el espectador caiga en los prejuicios habituales, al tratarse de una situación desconocida. En este caso, la polémica gira alrededor de la ética de la investigación científica y sobre hasta que punto, y en qué prácticas, debe llegar esta. ¿Verdad que les suena de algo este dilema?

    En definitiva, la mezcla de estos géneros nos proporciona un resultado mayor que la simple suma de ambos. El uso del suspense y del terror, aunado a un supuesto científico que le dota de mayor profundidad y realismo que, por ejemplo, un conde con dientes largos nacido en Transilvania, logra despertar en el espectador una sensación distinta y especial. Por lo menos a mi.

    No obstante, aún siendo el resultado inolvidable cinematográficamente hablando, prima en estas producciones el apartado referente al terror o fantástico, más que el de la ciencia-ficción, siendo esta finalmente un pretexto (un magnífico pretexto) para hacer otra cosa.

    Compañero de viaje «incomodo»

    Una Odisea 2001 del Espacio es a la vez, una obra cumbre del cine y del género de Ciencia-Ficción. Esta sería otra de las obras que catalogaría como verdaderamente de este género, ya que prácticamente su argumento en totalidad está relacionado con el.

    Uno de los tripulantes de la Discovery es el supercomputador ficticio HAL 9000, convirtiéndose gracias a la aparición en esta película, en uno de los personajes no humanos más importantes de la historia del cine, precedido tan solo por Robby el robot de Planeta Prohibido, o María de Metropolis, pero a diferencia de estos, HAL 9000 no es un robot, siendo entonces el primer ordenador que aparece como protagonista principal de una película de ciencia-ficción.

    mteropolis-maria

    Pero no será esta la característica a destacar de HAL 9000, sino el papel que desempeña en la película, el conflicto al que es sometido, y las consecuencias que de el se desprenden y que afectan al resto de tripulantes de la nave. Después de esta película, la presencia de un ordenador central con capacidad de comunicación oral con (¿el resto de?) la tripulación, se hizo prácticamente imprescindible en toda película de ciencia-ficción que se precie.

    El archiconocido objetivo de HAL 9000, el «Gran Hermano» de «Una Odisea 2001 del Espacio»

    En Alien, el octavo pasajero, se reúnen todas estas características con algunas variantes: Madre, es el computador central de la nave Nostromo. Pero no es ella/el el que ocasiona problemas, sino el médico de a bordo, en realidad un robot humanoide con instrucciones que chocan con su programación principal y que le provocan un mal funcionamiento que le delata, de forma similar al computador protagonista de Una Odisea 2001 del Espacio.

    El médico «robot» de la primera película de la saga de Alien, tras ser descubierto y presentar «anomalías»

    También en Aliens, el regreso, aparece otro robot humaniforme, mencionando además a otro gran clásico de toda la Ciencia-Ficción originario de la literatura: las Leyes de la Robótica, de Isaac Asimov.

    «Bishop», el androide de la segunda película de la saga, esta vez, de confianza gracias a las Leyes de la Robótica.

    Este androide llamado Bishop, establece una relación con Ripley claramente inspirada en las que R. Daneel Olivaw, el robot de la Saga de la Fundación (de I. Asimov) establece con sus compañeros humanos, en cuanto a amistad y cooperación.

    Los aliados contra la super-fortaleza

    La 2ª Guerra Mundial significó un antes y después en las sociedades de los países de todo el planeta, como ya sabemos. El cine no ha sido ajeno a esta circunstancia, y menos aún el de los países que participaron en dicho conflicto.

    El famoso Día D de Normandía, nos lo recuerdan una y otra vez los productores de los EUA. En Star Wars nos presentan un versión espacial de la batalla final decisiva (Batalla de Yavin), siendo este uno de los momentos estelares (nunca mejor dicho) de toda la saga galáctica.

    Grupo de cazas «X» preparandose para librar la batalla decisiva en la órbita de la luna «Yavin»

    En Independence Day parecen inspirarse en esta secuencia, al utilizar una estética muy similar para ambientar el desesperado intento final para acabar con las naves invasoras. Es más, cuando David Levinson (Jeff Goldblum) y el Capitán Steven 'Steve' Hiller (Will Smith) logran introducirse en la nave nodriza a bordo de una aeronave extraterrestre, recuerda poderosamente al preludio de la Batalla de Endor, cuando un grupo de rebeldes logra introducirse en la 2ª Estrella de la Muerte a bordo de una Lanzadera Imperial modelo Tydirium. Así mismo, en ambas peliculas, tras desactivar el escudo protector, una astronave coloca un fuerte explosivo en el corazón de las principales naves enemigas, resultando unas escenas de escape muy similares.

    Fuerzas aliadas terrestres a punto de enfrentarse con las naves invasores extraterrestres. Imágen extraída de la película «Independence Day»

    Creación de universos

    Pero tal vez lo que realmente supuso Star Wars, fué la creación de un universo de posibilidades completo, donde cada uno podía situarse e inventar su propia historia. Todo un mercado adicional de productos, aumentaron la influencia y la sugestión en el público. Tal fué el éxito, que estimulo el surgir de otras sagas cinematográficas que conformarían sus propios universos, y puede que también de lo que se llamaría posteriormente franquicias cinematográficas, como la de Star Trek, una de las más famosas. Otros universos creados a imagen y semejanza, son Galactica: Estrella de Combate, Babylon 5, o incluso también Stargate.

    De todo esto, hablaremos otro día


    Artículo publicado posteriormente en Planetas Prohibidos el 24 de diciembre de 2010
    Artículo publicado posteriormente en El Sitio de ciencia-ficción el 4 de diciembre de 2011
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