Hay una obra de ciencia-ficción cuya fama es pequeña si la comparamos con la de su autor, pero a pesar de ello, ocupa un lugar señalado en el género. Su importancia no radica en la popularidad, sino en servir de probable inspiración de diversas obras y sagas de la ciencia-ficción, como Matrix o Dark City. Hablamos de Ubik (Philip K. Dick, 1969). Esta obra maestra para algunos, aunque prescindible para otros, no está exenta de algunas carencias, sin embargo, la virtud que la hace excepcional, lo que le ha valido para convertirse en un modelo de referencia, es la maestría con la que su autor logra recrear las experiencias vividas por sus protagonistas en universos anidados o paralelos.
Sus resultados son milagrosos, siempre que se use como se recomienda
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Su autor sumerge de forma magistral al lector en una historia en la que los límites de la realidad se desvanecen y confunden, generándole una incógnita que excede los propios limites fijados por las páginas del libro. Esta proeza literaria se logra a través de Ubik, un producto que se presenta al lector en forma de reclamos publicitarios como entradilla de cada uno de los capítulos, involucrando al lector y convirtiéndolo en inadvertido protagonista al fusionar su universo con el de la obra. Ubik es la representación que nuestra mente puede dar, según las reglas de la realidad que vive, a una influencia venida de un universo situado en un plano exterior al suyo. Se convierte, en un punto de contacto con el «más allá», un puente entre dos realidades. Si no han entendido nada, no se preocupen: es normal, nos pasa a todos al principio. Su autor evita intencionadamente dar una idea plenamente explícita de lo que está pasando. Así que si se atreven con ella, déjense llevar.
En la obra cinematográfica Matrix, la conexión entre el universo virtual y el real no es tan onírica y ambigua. El paso de uno a otro entorno es mucho más específico —una vez lo saben sus protagonistas, claro—. Sus autores decidieron sin embargo no dejar explícita la entrada al mismo, dejando que nuestros protagonistas «aparezcan» sin más —o tal vez podría verse como que es el universo virtual el que surge repentinamente en su mente—. Pero por motivos de puesta en escena y para crear situaciones de peligro que hagan al espectador agarrarse a su asiento, la salida del universo de Matrix al real físico no puede bastar con un simple chasquear de dedos. Ha de representarse mediante alguna situación u objeto concreto, al cuál han de acceder expresamente. Un elemento que pueda estar en cualquier parte, pero no como el aire, sino en lugares específicos.
Al menos en sus dos primeras partes, las situaciones en las que se hace necesario salir del universo de Matrix al verdadero, representan algunos de los momentos más emocionantes de la saga. Situaciones envueltas de una gran tensión, debido a la presencia de algún peligro proveniente de la Inteligencia Artificial de Matrix. Los protagonistas han de salir de ella, dejar sus interfaces informáticas y regresar a sus cuerpos de carne y hueso, para escapar. Pero no hay nada en el mundo virtual ideado para que los programas que ejecutan la simulación de los cuerpos virtuales dejen de realizar su función. Cuando Morpheo ofrece las pastillas roja y azul, y Neo elige dejar su vida tal y como la conocía, su cuerpo informático no ha sido alterado, y el real todavía pertenece a Matrix. Tiene sentido que el proceso de esta primera desconexión de la mente —representado por un espejo, recurso clásico de «ventana» hacía otra dimensión— sea un proceso traumático, al contrario que en posteriores ocasiones, donde las mentes de nuestros protagonistas viajan en unos cuerpos «pirateados».
Los Wachowsky podían haber escogido como solución para el universo cinematográfico que estaban creando, en principio, cualquier cosa: un gesto o unas «palabras mágicas» podrían haber sido suficientes para dejar el mundo virtual de Matrix y regresar al mundo real. El problema es que no hubiera sido coherente con el resto de la historia, al ser demasiado «mágico». Por un lado, este tipo de fenómenos tan evidentemente trascendentes estaban destinados para El Elegido, y por otro, hubiera sido un truco o hackeo que implicaba un forzado excesivo de las reglas físicas virtuales de Matrix. ¿Qué clase de objeto puede representar un punto de enlace «suave» entre universos de naturaleza completamente distinta? ¿Qué dispositivo puede tener esta función sin que represente una vulneración explícita y por tanto, detectable, de las reglas del universo de Matrix? Finalmente, esa «puerta de enlace», ese «dispositivo de comunicación» entre el universo virtual de Matrix y el real que cualquiera pudiese utilizar —cuyo cuerpo físico hubiera huido previamente de Matrix—, cobraba la forma de un simple y modesto terminal de teléfono.
¿Nunca has tenido un sueño que piensas que es real? ¿Y si no pudieras despertar de ese sueño, cómo diferenciarías el mundo de los sueños del mundo real?
—Morpheo
En la obra cinematográfica Matrix, la conexión entre el universo virtual y el real no es tan onírica y ambigua. El paso de uno a otro entorno es mucho más específico —una vez lo saben sus protagonistas, claro—. Sus autores decidieron sin embargo no dejar explícita la entrada al mismo, dejando que nuestros protagonistas «aparezcan» sin más —o tal vez podría verse como que es el universo virtual el que surge repentinamente en su mente—. Pero por motivos de puesta en escena y para crear situaciones de peligro que hagan al espectador agarrarse a su asiento, la salida del universo de Matrix al real físico no puede bastar con un simple chasquear de dedos. Ha de representarse mediante alguna situación u objeto concreto, al cuál han de acceder expresamente. Un elemento que pueda estar en cualquier parte, pero no como el aire, sino en lugares específicos.
Al menos en sus dos primeras partes, las situaciones en las que se hace necesario salir del universo de Matrix al verdadero, representan algunos de los momentos más emocionantes de la saga. Situaciones envueltas de una gran tensión, debido a la presencia de algún peligro proveniente de la Inteligencia Artificial de Matrix. Los protagonistas han de salir de ella, dejar sus interfaces informáticas y regresar a sus cuerpos de carne y hueso, para escapar. Pero no hay nada en el mundo virtual ideado para que los programas que ejecutan la simulación de los cuerpos virtuales dejen de realizar su función. Cuando Morpheo ofrece las pastillas roja y azul, y Neo elige dejar su vida tal y como la conocía, su cuerpo informático no ha sido alterado, y el real todavía pertenece a Matrix. Tiene sentido que el proceso de esta primera desconexión de la mente —representado por un espejo, recurso clásico de «ventana» hacía otra dimensión— sea un proceso traumático, al contrario que en posteriores ocasiones, donde las mentes de nuestros protagonistas viajan en unos cuerpos «pirateados».
Los Wachowsky podían haber escogido como solución para el universo cinematográfico que estaban creando, en principio, cualquier cosa: un gesto o unas «palabras mágicas» podrían haber sido suficientes para dejar el mundo virtual de Matrix y regresar al mundo real. El problema es que no hubiera sido coherente con el resto de la historia, al ser demasiado «mágico». Por un lado, este tipo de fenómenos tan evidentemente trascendentes estaban destinados para El Elegido, y por otro, hubiera sido un truco o hackeo que implicaba un forzado excesivo de las reglas físicas virtuales de Matrix. ¿Qué clase de objeto puede representar un punto de enlace «suave» entre universos de naturaleza completamente distinta? ¿Qué dispositivo puede tener esta función sin que represente una vulneración explícita y por tanto, detectable, de las reglas del universo de Matrix? Finalmente, esa «puerta de enlace», ese «dispositivo de comunicación» entre el universo virtual de Matrix y el real que cualquiera pudiese utilizar —cuyo cuerpo físico hubiera huido previamente de Matrix—, cobraba la forma de un simple y modesto terminal de teléfono.
El acto de establecer comunicación, el acto de hablar por el teléfono, es la «brecha de seguridad» que los piratas informáticos humanos utilizan para que sus mentes puedan desconectarse de la que era su cárcel virtual. El teléfono de Matrix es el Ubik de los Wachowsky. Es el vinculo entre las dos realidades de Matrix. Un vínculo, entre dos grandes obras de ciencia-ficción.
Publicado posteriormente en el blog Planetas Prohibidos y en en El Sitio de ciencia-ficción
Publicado posteriormente en el blog Planetas Prohibidos y en en El Sitio de ciencia-ficción