'Entropía', o el uso de conceptos científicos que estimulan la curiosidad del lector y lo familiarizanLa relación entre ciencia y ciencia-ficción es un asunto que parece condenado a eternas discusiones entre parte del público. Seguramente en unos casos es por saber poco, y en otros tal vez por saber demasiado —hay un tercer grupo que realmente parece que se divierte causando malentendidos, pero los dejaremos por ahora—. Cuando se analiza la escrupulosidad científica de una obra de ciencia-ficción suelen obviarse dos factores que creo son, sin embargo, importantes:

El público

¿Que precisión científica se debe guardar cuando es irrelevante para la historia, en una obra cuyo objetivo principal es el del muy loable de entretener, y cuyo público probablemente no va a saber apreciar en toda su profundidad? Visto de esta manera la exactitud científica ya no parece ser el parámetro más importante. La respuesta parece estar en función del público objetivo al que se destine una obra. Hay dos casos que han sido noticia recientemente —en el momento de escribir estas líneas— por motivos opuestos en relación a su contenido científico. Sectores relacionados con este ámbito han alabado Interstellar (Christopher Nolan, 2014) en este sentido, mientras que a Jurassic World (Colin Trevorrow, 2015) la han puesto a caer de un burro. Sin embargo, los profanos en ciencia critican el exceso de «jerga científica» en la obra de Christopher Nolan, y se encogen de hombros mientras la comunidad científica echa pestes de la última cinta de la franquicia jurásica. Nadie parece darse cuenta de lo importante: que gracias a una obra de ciencia-ficción, se está hablando de ciencia.

Algo parece fallar. ¿Tal vez el afán por inflar el público potencial provoque la incomprensión de una gran parte, que han ido a ver un producto azuzados por un marketing engañoso? La mayoría de nosotros apenas conocemos más que detalles superficiales de los dinosaurios. Para qué hablar de agujeros negros —el objeto astronómico, claro—. No vamos a reparar en errores que pueden ser evidentes para un especialista pero que el resto pasamos por alto, y en todo caso, completamente anecdóticos en el fondo. El rigor científico es importante, pero también lo es el estímulo para el profano. Exagerar en el nivel de detalle en cuanto a la «pulcritud» científica, simplemente, puede ser una perdida de tiempo —en algunos casos—. Y lo que es peor, contraproducente. El problema es que hoy en día casi todas las producciones buscan maximizar su audiencia potencial, pero cada obra ofrece productos distintos. Por tanto, no tiene sentido aplicar el mismo baremo a todas ellas y se hace necesario separar la campaña promocional de lo que verdaderamente se está ofreciendo. Pero entonces, ¿no hay límite para las «incorrecciones científicas»? Por supuesto que hay un límite, pero una vez más, no hay que olvidar otro detalle.

La ficción científica

Se diría que muchos acérrimos aficionados a la ciencia-ficción —sobre todo los de la parte más «dura»— consideran el género como simplemente una «ficción sobre ciencia», dejando fuera la posibilidad de que la misma ciencia, sea la ficción. El exceso de positivismo científico lleva a muchos aficionados a rechazar todo lo que no sea una clara extrapolación hacía un futuro relativamente inmediato de la ciencia conocida actual, dejando la ciencia-ficción en poco más allá del tecno-thriller. Sin embargo, la historia demuestra que la ciencia ha avanzado a saltos. Tenemos derecho el resto de aficionados a la ciencia-ficción a imaginar un futuro totalmente imprevisto, gracias a algún sorprendente descubrimiento que nos abra las fronteras.

A la ciencia-ficción no se le ha de exigir en el fondo nada distinto de lo que a cualquier otra obra: que esté bien elaborada y sea entretenida. La diferencia con el resto de géneros consiste en que mientras en estos la realidad ya está dada, en la ciencia-ficción hay que construirla.

[Publicado posteriormente en el blog Planetas Prohibidos]
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Desde la mejora en los transportes hasta los avances en comunicaciones, el desarrollo tecnológico ha influido en la manera en cómo la sociedad se relaciona entre sí. En la ciencia-ficción es habitual especular cuál será ese impacto en el futuro, siendo el género del cyberpunk es el que más atención —y pesimismo— le dedica.

Una de las áreas más importantes que atañen a las relaciones humanas es el sexo. En algunas obras se ha tratado este asunto, postulando sobre diversas maneras en las que nuestras necesidades, anhelos y fantasías sexuales podrían ser satisfechas en el futuro. Extrapolando en su uso desde la realidad virtual hasta la inteligencia artificial.

La primera manifestación de este tipo que me viene a la memoria proviene de una obra cinematográfica: Proyecto Brainstorm (Douglas Trumbull, 1983). En esta producción con clara estética ochentera —esas cintas magnéticas como almacenamiento de datos— se juega con la posibilidad de grabar en un soporte electrónico las vivencias de una persona, registradas directamente de su cerebro. Todo lo que se experimenta, todo el procesamiento de la información recogida por nuestros sentidos que el cerebro realiza, quedaría grabado en una memoria informática para su posterior reproducción en la mente de otra persona.

No, no es «Desafío total», es el gran Christopher Walken
(Fuente: fotograma de la película Proyecto Brainstorm)


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Ciencia y Superhéroes, de Paula Bombara y Andrés Valenzuela
Cada época ha creado mitos protagonizados por héroes hechos a imagen y semejanza de la sociedad del momento. En la Grecia Clásica imaginaban a héroes mitológicos, mitad humanos, mitad dioses. En la Edad Media fueron los Caballeros Andantes, rodeados de un aura mística que les dotaba de extraordinarias habilidades. En la Edad Contemporánea fueron los superhéroes. 

Cada época tiene también sus propias características que la definen, circunstancia que podría extenderse a las leyendas generadas durante dichos periodos. Si hay una propiedad que define a nuestra época de otras anteriores, es la del surgimiento de la ciencia y del método científico. La ciencia-ficción debe su aparición a la presencia de la ciencia en la sociedad. Así mismo, los superhéroes son la combinación entre la necesidad atávica del ser humano de imaginarlos, con la del surgir de la ciencia-ficción.
«la verdadera ciencia-ficción tiene un valor fundamental que la hace diferente a cualquier otro género: necesita material que provenga de la ciencia»
Liu Cixin, escritor de ciencia-ficción

No se pueden intercambiar los superhéroes por cualquiera de los anteriores héroes mitológicos. La presencia de la ciencia-ficción, aunque sea de forma anecdótica, estrafalaria, o fantasiosa, es un elemento que no puede ser encontrado en épocas anteriores. La radiación gamma no convierte a las personas en Hulk, ni el cambio de un sol rojo a otro amarillo convierte a los kriptonianos en Superman, ni la picadura de una araña radiactiva nos transforma en Spider-Man. No podemos tener super-olfato como si nuestra nariz fuera un detector de CO. Pero esto es lo de menos.

Los cómics —a su vez, un medio de difusión también característico de la época actual— fueron el medio en el cuál surgió este subgénero, satisfaciendo la necesidad explicada de crear héroes. Lo importante era crear nuevos mitos adaptados a la sociedad actual, no dar explicaciones científicas detalladas. Los errores científicos son cometidos de forma consciente, en un formato de cómic que se presta a creaciones surrealistas. La ciencia de los superhéroes es surrealista, pero es ciencia... ficción.

Que duda cabe que la fantasía es un elemento básico en los cómics de superhéroes —no en vano pueden convivir personajes como Dr. Extraño, con Iron Man—. Podría decirse también que la fantasía está presente en la ciencia-ficción. Pero la cuestión realmente relevante es que la fantasía es un elemento clave en la cultura humana en general. Los magos, dioses y demonios han existido en la cultura humana desde el principio de los tiempos. No debería alarmarnos encontrar fantasía en los cómics de superhéroes.

Pero lo que es innegable es que son aspectos si bien relacionados, completamente distintos. Buscar definiciones concretas sobre lo que es fantasía y lo que es ciencia-ficción, poner fronteras marcadas con tiralíneas para dividir géneros, tal vez sea tan inútil como equivocado. Determinar a partir de qué momento 'un puñado' se convierte en 'un montón' es una tarea irrealizable, sin embargo, todos sabemos distinguir uno de otro. Son cosas parecidas, pero distintas. El elemento clave, el ingrediente especial que hace que se convierta en un «plato» distinto, es el mismo que diferencia a la ciencia-ficción del resto de géneros.

Es decir, admitiendo que la fantasía y la mitología es el terreno sobre el que «se plantan» las ideas, el ingrediente especial, definitorio y diferenciador respecto a otras antiguas expresiones culturales es la ciencia-ficción, independientemente de si se trata de un 10, un 5 o un 1 %. Si los cómics de superhéroes no la tuvieran, no serían superhéroes, serían otra cosa. Parecida, pero distinta.

Estos intentos de aplicar fronteras rígidas es lo que da lugar a la división entre la ciencia-ficción «blanda» y «dura». Hay quien piensa que sólo pertenece al género esta última, por lo estricto de sus planteamientos,  dejando al resto de la ciencia-ficción «blanda» en el limbo.

Buscar la «pureza» en las cosas puede resultar enfermizo. Por regla general, la mezcla es conveniente. Naturalmente que la ciencia-ficción blanda tiene «ingredientes» que no pertenecen al género, pero en cualquier caso, basta la presencia de alguno de sus elementos para definirla ineludiblemente como tal.

Supongamos dos grandes platos de espagueti. En uno echamos salsa de tomate y carne picada. En otro no se echa nada, se deja tal cual. Ambos son claramente platos de espagueti, pero, completamente distintos. La fantasía serían los espagueti, la salsa, la ciencia-ficción.

Enlace


Los cómics de superhéroes. José Carlos Canalda en El Sitio de Ciencia-ficción


[Publicado posteriormente en Planetas Prohibidos]
[Publicado posteriormente en El Sitio de ciencia-ficción]

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