Miracleman, una visión realista del mito del superhéroe Las circunstancias que rodean el fenómeno social de los años 60 de los superhéroes, provocan que este peculiar género esté rodeado de cierta ridiculización. En muy pocas ocasiones se ha analizado con un mínimo de relativa seriedad el origen de esta moda. Como principales excepciones se puede citar a Watchen (Alan Moore, Dave Gibbons, 1987) —adaptado al cine recientemente— y sobre todo, si existe un cómic que trate con desgarradora realidad este icono de la cultura popular no es otro que Miracle Man, versioneado por el mismo guionista (Alan Moore, Neil Gaiman, 1982). Sin embargo, en este artículo propongo a los lectores que vayamos más allá, y que busquemos su origen en las entrañas de la Historia y el alma humanas.

El origen

Ilustración del recientemente desaparecido Frank Frazetta No es difícil imaginar que en los tiempos antiguos, donde La Tierra era un planeta virgen dejado a merced de los poderosos y tiranos que sometían a esclavitud a todos aquellos pueblos menos organizados o menos pertrechados tecnológicamente, que las gentes anhelaran la aparición de algún campeón que les librara de la opresión. Un héroe o heroína, especialmente dotados de habilidades, que les permitieran marcar por ellos solos la diferencia. Alguien anónimo y altruista, obligado por sus misteriosas circunstancias —en probable anticipación de la identidad secreta— y en ocasiones, apuesto y atractivo por añadidura.

Tiempos en los que a falta de otra forma de comprender su entorno natural, eran la magia y el misticismo las principales formas de pensar de unos seres humanos abrumados por la ingente cantidad de incógnitas que el universo sobre ellos les ofrecía. Los héroes eran imaginados en fantásticas aventuras épicas cuya exageración era avivada por el fuego alrededor del cuál eran relatadas. Por lo tanto, parece lógico pensar que entre otras muchas leyendas surgiera la de un héroe con magníficos poderes exagerados por la necesidad, la imaginación y por la influencia de la cultura de la época, en la que el entorno natural, el cielo, las montañas y los bosques, cobraban vida propia.

La época clásica

«Hércules», en la versión de Marvel Visto desde la superficialidad con la que los profanos nos acercamos la Historia, se puede decir que si hay una época y lugar especialmente prolíficos en mitología heroica y de la que todavía tenemos suficiente recuerdo, es la Grecia clásica. En este excepcional momento de la existencia de nuestra especie, la Humanidad osaba competir con los mismísimos dioses, disputándose con ellos la existencia en el pequeño Universo que en aquel entonces alcanzaban a comprender. Heracles —también llamado Hércules por los romanos— era considerado el mayor de los héroes, al ser poseedor de un poder sobrehumano —¿antecedente del superpoder?—, otorgado al ser descendiente del dios Zeus, la deificación del poder de la naturaleza.

Esta circunstancia es más importante de lo que parece, ya que hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos la mayor fuente de energía conocida era el fuego, el cuál precisamente había sido otorgado a los Hombres gracias al dios Prometeo —según la propia mitología, claro—. El átomo era en aquella época tan solo una elucubración filosófica, muy alejada de lo que se descubriría siglos después. Se puede decir por lo tanto, que los dioses eran el comodín que la Humanidad tenía para explicar —o más bien no tener que hacerlo— el origen de las tremendas fuerzas que se desarrollaban en el universo que ellos creían acotado a la bóveda celeste y a un mar llamado Mediterráneo.

La Edad Media

Caballero de La Orden del Temple (Templario) Tras la caída del Imperio Romano lo único que quedo de aquel fue el Cristianismo en su variante católica. El culto heroico ya no era posible y en su lugar era obligado el monoteísmo. Santos y devotos se convirtieron en los nuevos personajes receptores de las esperanzas de los afligidos. Como las peticiones al Cielo suelen tener una manifestación en el mundo terrenal cuanto menos tardía y en cualquier caso, «difícil en ocasiones de apreciar», fue necesario apelar a un nuevo personaje terrenal más expeditivo: El Caballero Andante

Una de las ordenes de caballería más conocidas fue la de los Templarios, que si bien su existencia fue real, ha estado rodeada de grandes mitos y misterios aún hasta nuestros días. En las zonas de Europa donde la influencia del catolicismo fue menor se observa una todavía mayor cantidad de leyendas caballerescas, como la igualmente famosa aunque mítica de Los Caballeros de la Tabla Redonda, seña de identidad de la Nación Británica . Estos individuos, aunque normalmente sometidos al un código de honor de la orden de caballería a la que servían, actuaban de forma independiente y a criterio propio. 

Todos estos mitos —al igual que la religión— fueron cayendo en desprestigio, bien por sus abusos o por su evidente exageración. Existen dos casos que marcan un antes y después en la Literatura y en la Historia mundial sobre estas leyendas, los cuales en España conocemos muy bien: Tirante el Blanco (Joanot Martorell, 1490) y Don Quijote de La Mancha (Miguel de Cervantes , 1605).

En la obra escrita por el valenciano Joanot Martorell  —a su vez un caballero de la época— no trata a estos como semidioses bendecidos por extraños encantamientos que les dotaban de capacidades extraordinarias. Por el contrario, se les muestra como personas tan esclavas de los mismos defectos que el resto de los mortales. En la inmortal obra de Don Miguel de Cervantes se demostró definitivamente que los caballeros andantes ya no servían para su función, y con ello, la Humanidad pasó a ver la literatura y el mundo que había dejado de estar limitado por las míticas Columnas de Hércules, de otra manera.

Desde la Edad Moderna hasta nuestros días

«Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad»Nada fue lo mismo desde el descubrimiento de América. Antiguos mitos cayeron mientras que nuevas fronteras eran descubiertas. El Renacimiento (S.XV-XVI), La Ilustración (S.XVIII) y finalmente la Revolución Industrial (S.XVIII-XIX) trajeron consigo a Darwin y su Teoría de la Selección Natural (1859), la exploración de los Polos (1880-1920), la conquista de la cima del Everest (1953), la Relatividad (Einstein, 1905), la Mecánica cuántica (Bohr, Planck, 1920), la energía nuclear y la llegada a la Luna. Tras este proceso el ser Humano ya no necesitaba a los dioses, la propia humanidad se creía un dios, capaz de alcanzar cualquier objetivo que desease. La Ciencia daba explicaciones que parecían satisfacer la antigua y atávica necesidad de comprender unas fuerzas que gracias a ella, comenzaban a manejar con desparpajo y orgullo temerario. 
¡Bien! ¡Adelante! ¡Vosotros hombres superiores! Ahora es cuando la montaña del futuro humano está de parto. Dios ha muerto: ahora nosotros queremos -que viva el superhombre

Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratustra

Explosión nuclear
Sin embargo, el Siglo XX acabaría cortando de cuajo aquel optimismo de los felices años 20. Todo este desarrollo científico y tecnológico no evitó —en gran parte catalizó— que la Humanidad se viera abocada a sufrir el horror de la guerra y el genocidio con dos conflictos a nivel mundial. El comunismo de Stalin y el fascismo de Hitler a modo de trágico intermedio de una película que acabaría con una explosión nuclear que sesgó la vida de miles de personas, continuando con conflictos como la Guerra de Vietnam y la Guerra Fría.

La perdida de antiguos valores morales debida a estar sustentados en mitos carentes ya de significado, tuvo como consecuencia que la sociedad vagaba sin rumbo, sin ideales, sin objetivos. Tiempos mediocres, alejados del honor y el esfuerzo de antaño. Mientras aún hoy en el Sigo XXI, seguimos buscando un horizonte esperanzador para la especie Humana, la necesidad de buscar héroes retornó con fuerza a mediados del siglo pasado. Pero ¿quien o qué nos devolvería a nuestros caballeros, a nuestros campeones capaces de enfrentarse a gigantes de un solo ojo y a hidras de siete cabezas?

La Ciencia-Ficción y el liberalismo

En 1938 nace el primer superhéroe: Superman (con permiso del Hombre Fantasma) Derrumbados ya completamente los antiguos mitos místicos y divinos, la Ciencia era la mejor posicionada para sustentar al nuevo culto heroico. Como es evidente, la ciencia conocida era insuficiente para dotar de poderes especiales a nuestros campeones, por lo que la especulación sobre ella, es decir, la ciencia-ficción, se convirtió en la vía de escape para la creación de los héroes modernos.

Por otro lado, en lo que se ha visto de la mitología heroica los protagonistas eran individuos únicos a los que el destino les había rodeado de extrañas circunstancias. Personas independientes, solitarias, con gran autoestima y alto sentido del deber y del honor. Todas las papeletas estaban de lado de un país como el tradicionalmente liberal, puritano y conservador EE.UU., lo que junto con el crack económico del 29 que asoló aquél país y el alejamiento de una Europa que estaba ocupada en autodestruirse, fue suficiente para que surgieran los nuevos héroes:
"no es casual que el período que va desde el "crash" (sic) de 1930, pasando por los años sangrientos de la revolución española, hasta el comienzo de la segunda guerra mundial, coincida con la aparición de Superman, Batman, Capitán Marvel"


De esta forma surgió el genero de los superhéroes, con el cómic como medio de difusión principal con sus surrealistas características y sus limitaciones técnicas propias que obligaron a vestir de colorines vistosos a los protagonistas. Esta vez, los poderes de nuestros campeones no provenían de Damas del Lago ni a genes divinos, sino a la procedencia de planetas de lejanos sistemas solares, picaduras de insectos radiactivos, o mutaciones genéticas, entre una multiplicidad de variantes solo limitadas por la imaginación y los límites propios de la ciencia-ficción, siempre en continua discusión.

En la actualidad

La mítica Marvel ha sido adquirida por Disney, famosa por sus relatos infantiles y puritanamente correctos. Cada vez más las clásicas colecciones de superhéroes languidecen en los puestos de venta, y los aficionados observamos como se versionean en el cine, reinventadas una y otra vez, usadas como pretextos para ocultar las carencias creativas, vacíos de su contenido original y rellenos con estereotipos a gusto de la masa consumidora.

Vivimos una nueva era del género súper-heroico. Queda ver cuando se agotará definitivamente su uso comercial y el actual culto al héroe pase de nuevo al olvido, como otras veces ha ocurrido antes. Watchmen o Miracle man son los Tirante el Blanco de nuestra era. Cuando llegue un Quijote que los desmitifique definitivamente significará que el mundo a nuestro alrededor estará cambiando y ya no los necesita. De no ser así, a buen seguro que otro tipo de héroes los sustituirá.

Mientras tanto, tal vez no debamos obsesionarnos intentando encontrar explicación a las historias de personas dotadas de superpoderes y debatir sobre su sentido, sus costumbres, sus extrañas vestimentas y en definitiva, su verosimilitud, sino comprender la causa de la existencia de estos relatos que seguramente no es otra que la necesidad humana de crearlos.

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Artículo publicado nuevamente en el portal Planetas prohibidos el 10 de diciembre de 2010
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image El fenómeno del superhéroe se asocia normalmente con el mundo del cómic moderno, y todo parece indicar que este medio es el principal entorno en donde se desarrolló y en donde se desenvuelve habitualmente. Sin embargo, cada vez son más las adaptaciones a la gran pantalla de estos estrambóticos personajes enfundados en sus coloridas mallas, y parece que esta tendencia no solo no va a cambiar, sino que va a ser este medio audiovisual el causante de un renacer de la mayoría de los clásicos personajes de los comic-books.
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Desde hace no mucho que varios entusiastas de la ciencia-ficción y relacionados, compartimos un nuevo proyecto sobre esta nuestra gran afición. Su nombre es Planetas Prohibidos .
Imagen de cabecera del nuevo portal de Ciencia-Ficción
Planeta Prohibido (la película de Fred M. Wilcox de 1956), está considerado un clásico cinematográfico del género de la Ciencia Ficción por varios motivos. El principal de ellos es que se trata de la primera obra de este medio de difusión tan importante, en el que son los seres humanos los que viajan a través de magnificas naves voladoras en lugar de peligrosos alienigenas deseosos de invadir la Tierra.
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El «Capitan Apolo» en una escena de la fallida «The second coming»Galáctica y Stargate poseen un nexo común que consiste en el uso de mitos relacionados con la fabulosa civilización Egipcia para construir la base de su universo imaginario. La sorprendente perfección de las pirámides, sus misteriosas propiedades, así como las dudas sobre la capacidad tecnológica de aquella época para construirlas, han llevado a algunas mentes —las más calenturientas llegan a créeselo— a especular sobre la posibilidad de que una expedición extraterrestre haya visitado la tierra anteriormente, dejando tras su paso vestigios tecnológicos de su cultura. Misterios relacionados en las civilizaciones precolombinas, o el famoso mito de la Atlántida, son también usados de forma similar hasta el punto de que la leyenda de la ciudad sumergida ha sido el motivo para la realización de toda una serie paralela o Spin-Off: Stargate Atlantis.
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Uno de los aspectos mas controvertidos de la tendencia cinematográfica reciente considerada una «revolución», es el llamado «3D». De momento, lo que más ha revolucionado ha sido a algunas productoras que se están preparando para ello o que han cambiado in extremis y con calzador a algunos de sus trabajos para esta tecnología, a consecuencia del éxito de Avatar.

El 3D «revolucionario»

«Lluvia de albondigas», otra de tantas de animación en 3D, lo 1º con lo que se atrevieron antes que con imágen real
Lluvia de albóndigas
Ahora bien, ¿donde está la supuesta nueva tecnología revolucionaria? ¿dónde está ese 3D necesario para un trabajo que según Cameron «ha estado desarrollando durante años hasta que hubiera la tecnología suficiente»? ¿es el mismo que para hacer «UP» o «Lluvia de albóndigas»? Por increíble que parezca, cara al espectador es el mismo, así que ¿cuál es la novedad?
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Figura de los premios «Razzies» a las peores películas, pero que a pesar de todo, puede valer la pena ver antes que otras cosas peores, aunque estas no se asuman como tales. Es mejor ver cine, leer un libro o cualquier otra forma de expresión artística, por mediocres que sean las obras, que no hacerlo en absoluto. Existen formas mucho peores de perder el tiempo, sobre todo con ciertos programas de «debate» o deportivos que no añaden nada o peor aun, fomentan lo peor que llevamos dentro.

En el caso del deporte podría ser distinto, pero las competiciones están tan adulteradas, las instituciones son tan parciales, y —en la mayoría de los casos— la educación deportiva tan inexistente, que acaban destrozando su misma esencia. En definitiva, cualquier manifestación artística puede aportar algo de valor, unas más que otras, pero salvo algunas excepciones —llevadas al extremo—, el arte es siempre positivo.

Portada de la magnífica saga de Jack Vance llamada «Planeta de la aventura», todo un progidio de imaginación y emoción maravillosas, y pura aventura, como solo Vance es capaz de lograr.También pienso que no es recomendable el ansia por destripar el final de una película —por ejemplo— antes de que éste llegue. Para valorar un producto acabado —positiva o negativamente— se ha ver tal y como al guionista, director, productor, o cualquier otro responsable de su autoría final, decidieran en su día mostrarlo.

El sentido de la maravilla, o la capacidad de dejarse llevar por la imaginación, extasiándose por lo que dicho viaje nos muestra y sin reparar en detalles minuciosos, buscando deslices, errores o afanándose por adivinar el final especulando sobre múltiples de ellos, es fundamental en mi parecer para la ciencia-ficción, y en general para el disfrute de una obra. Aquellos que pasan tardes enteras pasando fotograma a fotograma una película para buscar el detalle, la anécdota, el error, el desliz, bien sea en el propio hacer cinematográfico o en el supuesto deber de la pulcritud científica, creo que poseen esta capacidad sensorial algo trastocada. Por supuesto que esto no significa pasar por alto cualquier error científico o argumental, pero en cualquier caso debería primar el disfrute. Dejarse llevar por la sensación que el autor decidió en su día evocar en el espectador o lector con su creación, o mejor aún, con aquellas que toda obra con el paso del tiempo, pueda llegar a adquirir y producir en nosotros.


Artículo publicado posteriormente en El Sitio de ciencia-ficción el 28 de septiembre de 2014
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«2001: una odisea espacial», que destaca especialmente por su precisión científicaEste es, en realidad, un artículo reivindicativo, ya que parece que señalar a la ciencia ficción sobre los errores que supuestamente comete es un acto de regocijo extendido, presumiblemente en aquellas gentes que no deben tener a este género entre sus preferidos. Por si los lectores no lo han notado, yo sí que le tengo cierto cariño, por lo que no solo por hacer un poco de justo balance, sino también de simple justicia, él título trata de lo contrario: los aciertos.

Es como si existiera una convicción general entre los ajenos al género, de que los escritores de ciencia-ficción tienen la obligación de acertar en sus especulaciones, como si fuera esta su intención, y que de no lograrlo hayan de convertirse en los hazmerreir señalados por el resto. Por supuesto, que todo dependerá del tipo de obra en cuestión, de la intención de sus autores y naturalmente, de la comercialidad que deseen darle.

Esto significa que, como en todas las cosas, no todo lo que es etiquetado dentro de nuestro preciado género es digno de la misma consideración y, por lo tanto, no han de pagar justos por pecadores salvo que precisamente se trate de eso, de aprovecharse de las cuestionables practicas de algunos o de las necesidades comerciales de otros o, incluso de ambas, para meterse con el género al completo.

Puede parecer contradictorio defender una ciencia-ficción —caracterizada como tal por, precisamente, guardar cierta pulcritud científica— y al, mismo tiempo, permitir que dentro de ésta puedan coexistir una gran variedad de obras que no siguen la misma tónica. Bien, pues me temo que esto es lo que hay, por una parte debido a que la ciencia ficción es un género con límites difusos y en ocasiones complicados y, por otro, porque una obra no tiene porqué definirse como perteneciente a un solo género, ni un autor tiene porqué verse limitado por convencionalismos a la hora de expresar sus ideas, que es en el fondo de lo que se trata. Como tantas otras cosas en la vida, el resultado será bueno o malo en función de muchas variables y gustos, independientemente del género o géneros a los que pertenezca.

Todo este aparente caos existente alrededor de la ciencia-ficción, es con gran probabilidad el causante de que bien por ignorancia, o directamente por intenciones nada honestas la ciencia-ficción sea objeto de mofa, escarnio y todo tipo de ridiculizaciones. Y si hay algún subgénero que sea objeto especial de estas burlas y difamaciones es el de la Space Opera.

La «Ópera Espacial»

Cartel cutre de una Space Opera genérica La Space Opera podría considerarse como todo un genero por si misma independiente del que normalmente la incluye, hasta el punto de que podrían encuadrarse junto a ella otro tipo de obras corales como El Señor de los Anillos, celebre saga con la que en ocasiones se compara para evidenciar la falta de rigor científico de la primera. Es por esto que escoger a la «ópera espacial» como objeto de la ridiculización del género es elegirlo claramente como cabeza de turco.

Sin embargo, como veremos, muchos de los errores científicos que se le atribuyen, no solo no lo son, sino que son consecuencia de la desgana o incompetencia de nada más y nada menos de los traductores de aquellos países en donde precisamente la ciencia no es su principal virtud. Por lo tanto, admitiendo que la precisión científica no era desde luego la principal intención de George Lucas cuando ideó su famosa saga «de las galaxias», hay que caer bajo para resaltar sus supuestos defectos y no darse cuenta de la creación de una nueva mitología que ha calado profundamente en la sociedad (...luke, soy tu padre…) y una nueva forma de entender el cine y la ciencia-ficción. Podrá gustarnos o no, pero se puede decir que su autor logró su objetivo con creces.

Y ahora veremos como a pesar de todo, la ciencia no es ignorada en la Space Opera, motivo por el cual ocupa un lugar entrañable y especial, en el género de la ciencia-ficción.

El sable «láser»

Esquema  de una «espada de luz»
El sable de luz (light saber en su idioma original) es una de una de las más famosas armas que se relacionan con la ciencia-ficción. Por motivos sobre los que especularemos más adelante, se decidió en su día llamar a esta arma ficticia de forma completamente ajena a la original. 

No es un «láser(1) » lo que sale de la espada, sino un haz de plasma, concepto que deben suponer los artífices de la traducción que el público hispano ignora qué es, por lo que les da igual que ni sean parecidos ni tengan nada que ver. El láser es una técnica de emisión de luz conocida y real, mientras que el plasma es el estado de la materia que se encuentra en las estrellas, como consecuencia de la altísima temperatura a la que está sometida el gas, debido a la enorme presión gravitatoria. También es real, no es ciencia-ficción su existencia, sino ciencia pura y dura. En la Tierra, se consigue mediante los reactores de fusión y, para lograr un reactor del tamaño de una empuñadura, haría falta conocer el mito de la fusión fría, lo que  evidentemente  de momento, si que es ciencia-ficción.

Disparos «láser»

Pistola blaster dh 17 1 De nuevo, el mismo error. Error que propicia la burla de los que, atendiendo al uso habitual más extendido pero no el único, profieren al ver esos «pedacitos» de luz alargados, cuyas trayectorias se observan perfectamente y que jamás se pueden corresponder con un láser. Ni en la ciencia-ficción ni en la space opera. Parece que los traductores velan por mantener a buen recaudo nuestra mente de conceptos extraños venidos de allende las fronteras, simplificando y retorciendo títulos hasta hacerles perder su significado original. Justo lo contrario de lo que se supone que es traducir.

Las armas utilizadas en Star Wars no son «armas láser(2)», o al menos, no son las únicas. Lo más común en este universo imaginado por George Lucas, y en otras creaciones, son los «Blaster(3)», que son, en efecto, armas que disparan trozos de materia en forma de plasma incandescente, acelerado presumiblemente de forma magnética. La ciencia-ficción consiste, como se ha explicado, en que no existe ninguna forma de producir dicho plasma en esas condiciones.

Y sus disparos, en caso de existir dichas armas, tendrían seguramente la misma apariencia que los disparos que observamos en la gran pantalla. Todo un acierto de la ciencia-ficción.

Sonido en el vacío

¿Realmente alguien cree que los productores, guionistas, etc., del cine, no saben que en el vacío no se transmite el sonido? ¿alguien piensa que se pretende defender lo contrario, en estas películas? ¿creen los científicos de los EUA, que en Hollywood han de aprender física para saber cosas de este tipo?

Me van a permitir los lectores que filosofe un poco y les recuerde el famoso Kōan en el que se plantea la cuestión de ¿qué clase de sonido produce una hoja que cae en un bosque y nadie la oye?. Discusión filosófica que aseguraría desconocen estos físicos puristas así como otros tantos alegres detractores de la ciencia-ficción. No, en el vacío no se transmite el sonido, pero lo que hay dentro de las naves espaciales no es vacío, y la gente de su interior a buen seguro que «oye», lo que les está ocurriendo.

«Apoteosica» explosión en el espacio (imágen extraida de «La Amenaza Fantasma») Por el mismo motivo, si explota un planeta, la Estrella de la muerte, o cualquiera de las naves espaciales mencionadas tan habituales en las películas del género, todos sus componentes salen despedidos así como la atmosfera que estaban respirando, «llenando» el vacio circundante. Por lo tanto, si un espectador (uno imaginario en la escena, no el espectador del cine, claro) es alcanzado por esa «onda» expansiva y golpea el casco de su transporte, a buen seguro que oirá algo.

Vale que los productores cinematográficos no se habrán planteado tampoco todas estas precisiones, pero de ahí a pretender que en una película de aventuras, acción y romanticismo, como son las space opera(s), se desarrolle una batalla espacial con música clásica de fondo como en 2001: una odisea del espacio, parece una broma. Aunque todo es ciencia-ficción, no son lo mismo. 

El método de propulsión

Caza (Starfighter) X-Wing surcando el espacio Recuerdo aquellas tardes que pasaba jugando al X-Wing, un juego para MS-DOS de simulación de combate espacial. Resultaba curioso cómo las naves se paraban totalmente al reducir el trhuster, como clavadas en el vacío espacial e ignorando las leyes de la física y la inercia correspondiente. Esto ha sido y es motivo de risa en ciertos ambientes, y cierto es que en esta saga no es explicado debidamente este efecto.

En la wiki del universo expandido, sin embargo, hablan de cierto artilugio incluido en los transportes espaciales de Star Wars al menos en el famoso caza en forma de X llamado «Etheric rudder» (timón etérico). Su principio de funcionamiento no es explicado, pero en el ámbito de la ciencia-ficción existe desde hace mucho tiempo una explicación, totalmente imaginaria por supuesto, a esta forma de navegar por el «éter» del continuo espacio-tiempo cual de navíos surcando los mares se tratase: los motores gravitacionales.

Desde los platillos volantes de toda la vida, hasta en el universo del celebre juego de ordenador StarCraft, pasando por Baylon 5, se trata de algo habitual. Sobre este asunto, existen otras producciones mucho más valoradas, consideradas «de culto» y menos criticadas en este sentido como Blade Runner, en las que tampoco se explica como flotan los coches y por lo visto no pasa nada.

Conclusión

La buena ciencia-ficción ha de ser precisa desde el punto de vista del método científico —aunque sea una ciencia ficticia—, y debe explicar de forma transparente al lector o al espectador, las concesiones que se realizan y cómo es la supuesta solución adoptada. 

Por lo tanto, lo que está claro es que en la ciencia-ficción se vulneran conscientemente algunos detalles de la física, pero esto no significa que sean un «error». Las concesiones científicas han de ser posibles de una manera hipotética. Es decir, aunque a la luz de la ciencia actual, o del momento en el que se crea una obra, no sea factible realizarlo —o no exista manera de conocer su viabilidad—, puedan serlo con mayor o menor probabilidad en el futuro. Dentro de estos márgenes hay un amplísimo espectro de posibilidades ya que, aunque los avances actuales son importantes, todavía queda mucho camino.

Es un error la falta de coherencia dentro de la obra, pero esto atañe a toda obra intelectual. En la ciencia-ficción se hace más complicado ya que al no conocer los alcances de alterar los parámetros del universo conocido, han de ser extrapolados —lo que entraña riesgos—. Sería una «mala» práctica —o al menos una práctica que supondría alejarse de una ciencia-ficción más «precisa»—, no explicar de alguna forma los supuestos científicos utilizados, aunque el no hacerlo no implica que no exista alguna hipotética y posible explicación. Hablar en estos casos de «errores científicos» es apresurado.

Por otro lado, dentro del mismo género o tocando varios de ellos, puede haber obras destacables en un sentido general, por la idea que transmiten o por la forma de representarlas, quedando en segundo lugar la precisión científica. Normalmente, la intención de escritores, guionistas y productores sobre este tema es evidente desde un primer momento, no obstante, las discusiones parecen no cesar nunca.

Caso aparte es cuando se argumenta que en Matrix (un universo cibernético virtual cuyas leyes físicas están a expensas de modificar o hackear el código fuente que las origina) se ignora la inercia, o incluir a Torrente 2 o Misión: imposible, dentro de la categoría de ciencia-ficción, es sencillamente no tener ni idea de lo que se está viendo. 

Julio Verne y sus ¿predicciones o simplemente, aciertos? Y ya por último, un merecido homenaje al genio francés Julio Verne el cuál, como el resto de los mortales, no estaba exento del error y alguno cometió a lo largo de su carrera literaria (suponiendo que pueda considerarse error a no predecir los avances de la ciencia en los años venideros pertrechado únicamente con un papel, una pluma, y su imaginación). Desde el punto de vista de la ciencia y suponiendo que su intención fuera predecir algo y no simplemente dar rienda suelta a dicha imaginación y entretener por encima de otras cosas, lo cierto es que la sorprendente cantidad de predicciones acertadas que este escritor, padre de la ciencia-ficción, acumula, bien debería recordarla algún que otro critico burlón de la ciencia-ficción.

Fuentes


Enlaces relacionados

(1) He tenido que modificar yo mismo la Wikipedia, ya que allí se cometía el mismo error en la constitución del haz que proyecta el sable de luz, para hacerla coincidir con su homóloga en inglés
(2) En honor a la verdad, los cañones del X-Wing son por lo general identificados como «Laser cannons», aunque referidos a la forma de crear el plasma, por calentamineto por láser.
(3) La definición de blaster en la Wikipedia en español es inexistente ¿alguien se anima?

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