Durante la época en la que surgió Galáctica (Glen A. Larson, 1978), el mundo de la ciencia-ficción y gran parte del cinematográfico, se encontraba experimentando el resultado de toda una revolución cultural. El nombre de este fenómeno se llamaba La Guerra de las Galaxias, o Star Wars (George Lucas, 1977)
Esta revolución cultural modificó sustancialmente los parámetros habituales con los que el género de la ciencia-ficción era entendido por el gran publico, circunstancia que había sido iniciada por la famosa serie de televisión de los años 60, Star Trek (Gene Roddenberry, 1966). Unos efectos especiales innovadores para la época, al servicio de una historia que, a pesar de ser absolutamente clásica (princesas, héroes, imperios del mal, «fuerzas» y monjes caballeros que las manejan, etc.) no había sido importada hasta ese momento a una película de estas características, y que crearon el subgénero de la ciencia-ficción de la space-opera. Además, se logró definitivamente lo que otras producciones no alcanzaron: convertir la ciencia-ficción en un fenómeno de masas, expandir el universo imaginado en la obra hasta límites insospechados, y dar pie a lo que se le vendría a llamar franquicias cinematográficas.
En esta coyuntura y dado el éxito de esta fórmula, no es de extrañar que comenzaran a surgir imitaciones. Tal vez la primera de ellas es de la que trata este artículo.