Uno de los aspectos mas controvertidos de la tendencia cinematográfica reciente considerada una «revolución», es el llamado «3D». De momento, lo que más ha revolucionado ha sido a algunas productoras que se están preparando para ello o que han cambiado in extremis y con calzador a algunos de sus trabajos para esta tecnología, a consecuencia del éxito de Avatar.

El 3D «revolucionario»

«Lluvia de albondigas», otra de tantas de animación en 3D, lo 1º con lo que se atrevieron antes que con imágen real
Lluvia de albóndigas
Ahora bien, ¿donde está la supuesta nueva tecnología revolucionaria? ¿dónde está ese 3D necesario para un trabajo que según Cameron «ha estado desarrollando durante años hasta que hubiera la tecnología suficiente»? ¿es el mismo que para hacer «UP» o «Lluvia de albóndigas»? Por increíble que parezca, cara al espectador es el mismo, así que ¿cuál es la novedad?
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Figura de los premios «Razzies» a las peores películas, pero que a pesar de todo, puede valer la pena ver antes que otras cosas peores, aunque estas no se asuman como tales. Es mejor ver cine, leer un libro o cualquier otra forma de expresión artística, por mediocres que sean las obras, que no hacerlo en absoluto. Existen formas mucho peores de perder el tiempo, sobre todo con ciertos programas de «debate» o deportivos que no añaden nada o peor aun, fomentan lo peor que llevamos dentro.

En el caso del deporte podría ser distinto, pero las competiciones están tan adulteradas, las instituciones son tan parciales, y —en la mayoría de los casos— la educación deportiva tan inexistente, que acaban destrozando su misma esencia. En definitiva, cualquier manifestación artística puede aportar algo de valor, unas más que otras, pero salvo algunas excepciones —llevadas al extremo—, el arte es siempre positivo.

Portada de la magnífica saga de Jack Vance llamada «Planeta de la aventura», todo un progidio de imaginación y emoción maravillosas, y pura aventura, como solo Vance es capaz de lograr.También pienso que no es recomendable el ansia por destripar el final de una película —por ejemplo— antes de que éste llegue. Para valorar un producto acabado —positiva o negativamente— se ha ver tal y como al guionista, director, productor, o cualquier otro responsable de su autoría final, decidieran en su día mostrarlo.

El sentido de la maravilla, o la capacidad de dejarse llevar por la imaginación, extasiándose por lo que dicho viaje nos muestra y sin reparar en detalles minuciosos, buscando deslices, errores o afanándose por adivinar el final especulando sobre múltiples de ellos, es fundamental en mi parecer para la ciencia-ficción, y en general para el disfrute de una obra. Aquellos que pasan tardes enteras pasando fotograma a fotograma una película para buscar el detalle, la anécdota, el error, el desliz, bien sea en el propio hacer cinematográfico o en el supuesto deber de la pulcritud científica, creo que poseen esta capacidad sensorial algo trastocada. Por supuesto que esto no significa pasar por alto cualquier error científico o argumental, pero en cualquier caso debería primar el disfrute. Dejarse llevar por la sensación que el autor decidió en su día evocar en el espectador o lector con su creación, o mejor aún, con aquellas que toda obra con el paso del tiempo, pueda llegar a adquirir y producir en nosotros.


Artículo publicado posteriormente en El Sitio de ciencia-ficción el 28 de septiembre de 2014
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