Cuando todavía perduraban en la memoria obras como 2001: Una Odisea en el Espacio (1968) o Star Wars (1977), la sociedad tuvo que asistir al desvanecimiento de su repercusión cultural y el cambio de paradigma que supusieron cada una de ellas en sus respectivos ámbitos, tras la apisonadora que fueron Alien: el octavo pasajero (1979) y Blade Runner (1982), ambas de Ridley Scott —2010: Odisea Dos (Peter Hyams, 1984) fue una buena película pero pasó desapercibida y La Amenaza Fantasma no apareció hasta 1999—. Aún así, los últimos años del siglo pasado todavía iban a ofrecernos obras destacables en el medio cinematográfico, más allá del imparable avance de la distopía y el ciberpunk. Sin embargo, a pesar de la repercusión que tuvieron algunos de aquellos estrenos, no fueron considerados mucho más que lo que entonces se denominaba blockbuster —producciones que partían con una estética y presupuesto característicos para atraer al publico. Campañas de marketing medidas y una amplia distribución—. Pero esta circunstancia no fue obstáculo para que los responsables creativos como director y guionistas, supieran camuflar o introducir entre líneas, mensajes más complejos que incluso hoy en día hacen que superen a producciones actuales o son origen de adaptaciones, secuelas y precuelas. Es decir, supieron moverse entre las necesidades comerciales de las productoras y sus inquietudes como artistas, algo que parece que hoy en día se le atraganta a la mayoría. Pero ¿Qué tenían aquellas obras? ¿Qué era lo que las hacía especiales?
Depredador
(John McTiernan, escrita por Jim Thomas y John Thomas), 1987
Cuando se estreno esta obra, una buena parte del publico estaba acostumbrado a películas como Commando (Mark L. Lester, 1985) o la saga de Rambo (1982~2019), con Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone, tendencia a la que se sumarían otros actores en los años siguientes como Jean-Claude Van Damme en obras como Soldado Universal (Roland Emmerich, 1992). Sin embargo, el cine de acción con personajes hiper-musculados ha decaído hasta casi desaparecer —incluso el género de los superhéroes matiza esta circunstancia— mientras que la Saga Predator ha perdurado hasta la reciente precuela Predator: La presa (Dan Trachtenberg, 2022). Tal vez alguien argumente que es la tendencia a presentar protagonistas femeninas la causante de este cambio de paradigma, explicación a la que se sumarán probablemente los críticos a esta reciente entrega de la saga cuya protagonista es una mujer joven originaria de América del Norte. Sin embargo, el mensaje principal de ambas obras, común a la saga, es el mismo: prevalece la creatividad y la inteligencia frente al conservadurismo y la fuerza. En ambas obras la supervivencia se logra gracias a superar prejuicios, saber observar e identificar lo desconocido y crear nuevos paradigmas, para superar a una nueva amenaza frente a la cual las viejas soluciones ya no son útiles.
RoboCop
(Paul Verhoeven, escrita por Edward Neumeier y Michael Miner), 1987
Tropas del Espacio
(Paul Verhoeven, guion de Edward Neumeier basada en la obra homónima de Robert A. Heinlein), 1997
De nuevo Paul Verhoeven, esta vez adaptando una obra del grandísimo Robert A. Heinlein. Por desgracia no pudimos ver las armaduras de la Infantería Móvil por falta de presupuesto, pero sí que supo transferir al medio audiovisual la sutil ironía y mordaz crítica política de la obra original, escrita en 1959, en el periodo tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, una época en la que el Occidente vencedor se creía totalmente legitimado y nadie osaba poner en duda a las democracias de dicho ámbito geopolítico. Bueno, nadie menos Heinlein, que si se distinguía por algo era por no dejar títere con cabeza cuando se ponía a dar argumentos y a presentar situaciones. Aunque escritor y director probablemente tuvieran distintas visiones políticas sobre el asunto, el resultado es en cualquier caso enriquecedor y no deja indiferente. Lo que se relata en la obra original queda magníficamente visualizado en la obra cinematográfica: en este caso, el director se apoya en las características del medio en presentar una sociedad muy influida por el ámbito mediático donde las noticias mostradas por los medios obedecen a guiones destinados a dar una apariencia a los hechos conveniente para los intereses de los responsable políticos —¿le suena a alguien esto?— En la obra se ponen también sobre la mesa cuestiones como el derecho a voto, la ciudadanía, el mérito o el esfuerzo, conceptos que hoy en día continúan sin tener un modelo apropiado o al menos, convincente, por no decir peor que entonces.
Juez Dredd
(Cómic creado por el guionista John Wagner y el dibujante Carlos Ezquerra), 1977
Aunque en esta ocasión se trata de un cómic en lugar de una obra cinematográfica, el motivo de incluirla es por un lado, por tratarse igualmente de una creación del siglo pasado que todavía hoy en día continua dando frutos, además de que Sylvester Stallone en el año 1995 protagonizó una adaptación (Juez Dredd, Danny Cannon). Si bien esta cinta añadía más bien poco y muchos prefieren olvidarla, lo más significativo es que propició que en el 2012 se reversionara esta vez con un resultado más que notable: Dredd (Pete Travis, 2012) nos devuelve a ese mundo masificado y criminalizado de finales de siglo pasado, para traernos a un Dredd (Karl Urban) todavía más frio que Robocop en sus inicios, pero que finalmente ha de enfrentarse a la incoherencia de un sistema que ataca los síntomas, en lugar de solucionar las causas. En Mega-City One, la presión policial ha aumentado tanto que juez, jurado y ejecutor se convierten en un único agente, solución que no parecer acarrear otra cosa más que agravar los problemas que pretende solucionar. Dredd, a pesar de ser el más rígido e implacable de los jueces, acaba comprendiendo gracias a escuchar a su compañera, novata pero extraordinaria (Olivia Thirlby), que en ocasiones es necesaria la autocritica y cuestionarse los dogmas establecidos, cuando ya no cumplen con su función. Si Dredd puede hacerlo, nosotros ¡debemos hacerlo!.
Muchas de estas obras que hoy en día son recordadas con secuelas, remakes o adaptaciones a la televisión, contribuyeron a construir la visión que hoy en día la sociedad tiene sobre sí misma. Tal vez el resultado no sea todo lo estupendo que queramos, pero si existe alguna posibilidad de que la humanidad vuelva a retomar una senda más constructiva, sin duda que sin estas obras la situación sería mucho peor. En líneas generales, a finales de siglo pasado el incipiente ciberpunk permeaba a todas las producciones culturales: corrupción, capitalismo desmedido, totalitarismos encubiertos y una relación insana entre el ser humano y la tecnología. Pero en estas obras todavía perduraba un mensaje positivo, un trasfondo optimista y una gran confianza en el espíritu humano como agente transformador.
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