Especular sobre cuales son los límites de nuestra especie e imaginar que pueden superarse es una de las áreas exploradas en la ciencia-ficción y otros géneros relacionados. También en el ámbito científico se discute sobre esta posibilidad, especulando sobre inteligencias artificiales cuyo potencial supere al humano, situación que es denominada como la «singularidad tecnológica». Pero también existen postulados en los que mejoras tecnológicas o genéticas aplicadas a nuestros cuerpos lograrían un aumento tal en nuestras capacidades que conllevaría una modificación de nuestra propia condición como especie, desembocando en el llamado «transhumanismo».

En la cultura popular, además de compuestos como el ginsen o la jalea real —que prometen todo tipo de mejoras desde físicas a mentales sin tener apenas efectos colaterales— se ha extendido el llamado mito del 10%, por el que se piensa que tan solo usamos una décima parte de nuestro cerebro. Al parecer, una serie de interpretaciones sacadas de contexto y quien sabe si el interés de algunos sectores paracientíficos, ha incrementado todavía más la confusión y el alcance de una leyenda que en cualquier caso, nadie sabe dar una explicación satisfactoria de su origen, cómo ha llegado hasta nuestros días y sobre todo, si realmente nuestro cerebro da de sí todo lo que puede —no se trataría de cuanto, sino de cómo es utilizado—. En un terreno más sólido desde el punto de vista científico —aunque sin estar exento de controversia— se encuentran los compuestos nootrópicos, mediante los cuales parece que mejoran nuestras capacidades cognitivas sin que en principio, existan efectos secundarios. Podría afirmarse que de alguna manera, existe un escenario posible o dentro de lo imaginable de mejorar nuestra percepción sensorial de forma similar a como se aumentan nuestras capacidades físicas —comúnmente conocido como «dopaje»— sin que se modifique nuestro organismo mediante implantaciones tecnológicas ni se modifique genéticamente nuestra condición como especie. Naturalmente que este sería un proceso temporal y en algunos casos, con el grave problema de sus efectos secundarios y la posibilidad de crear adicción, un mal que hace descartar esta vía.

Volviendo al terreno de la ficción, en este caso de la científica, la cuestión que puede plantearse entonces es si puede aumentarse la capacidad de nuestro cerebro y en caso de ser así, que efectos tendría y que logros podrían alcanzarse. Dos películas recientes coinciden en especular sobre esta posibilidad mediante el uso de algún compuesto químico desarrollado en laboratorios. Sin embargo, cada una de ellas desarrolla su postulado con consecuencias sensiblemente distintas, circunstancia que se ha reflejado en la reacción de las criticas hacia una de ellas, mientras que la otra apenas ha sido mencionada a pesar de estrenarse más de dos años antes.

Sin Límites (Neil Burger, 2011)

El carismático Bradley Cooper es Edward Morra, un fracasado escritor que encuentra en una «droga de diseño» experimental una forma de salir de su situación. Al menos en la versión doblada a nuestro idioma no se hace exactamente referencia al mito del 10%, sino que en este caso por algún motivo se habla de un 20%, el porcentaje de nuestro cerebro que es utilizado normalmente. Este dato es citado en la obra por el ex-cuñado de Ed MorraVernon Gant (Johnny Whitworth), un traficante de droga que no es precisamente una autoridad científica, por lo que el uso de esta referencia debe considerarse como una especie de MacGuffin para aderezar la trama. El NZT-48 es como se le llama en la obra a la droga que en la película representa el supuesto científico que permite aprovechar todo el potencial de nuestro cerebro. Según Carl Sagan, este órgano puede almacenar unos 10 billones de páginas de enciclopedia, rellenadas con la información que día a día experimentamos. Lamentablemente, nuestro proceso de recuperación de esa memoria no funciona con toda la agilidad que nos gustaría algunas veces, por lo que sería interesante especular cuál sería el resultado si pudiéramos acceder a toda esa información de inmediato cuando la necesitásemos. En la película parecen responder a esta pregunta imaginando la aparición de toda una serie de habilidades emergentes consecuencia directa de hacer uso de esa capacidad. De alguna manera, tener a Google en nuestra cabeza no nos haría más inteligentes, pero lograría que lo pareciésemos.

Lucy (Luc Besson, 2014)

Lucy (Scarlett Johansson) recibe de forma «accidental» una sobredosis de un compuesto químico que en el supuesto de la obra permite usar el cerebro con todo su potencial. El personaje interpretado por Morgan Freeman es un científico que asume como cierto que el cerebro tan sólo es usado en un 10% —en realidad, la comunidad científica defiende lo contrario— y en base a esta teoría postula que de utilizarse en todo su potencial sería capaz de lograr proezas inimaginables. A partir de aquí el resto de la película se convierte en el uso de la premisa original como mero pretexto para una sucesión de fantasías, sin que haya razonamiento o conexión alguna con ella. Un deux ex machina en toda regla que poco o nada tiene que ver con la ciencia-ficción.

Extrapolar no es fantasear

Grande es el lastre que la ciencia-ficción arrastra debido a la incomprensión de sus argumentos, lo que provoca que se confunda en no pocas ocasiones con lo paranormal, ámbito con el que no tiene nada que ver y cuyas motivaciones son completamente dispares. Algunas veces por ignorancia del público, pero desgraciadamente en otras obras es debido al mal uso por parte de los propios creadores que bajo una apariencia, subyace otro tipo de contenido. La ciencia-ficción consiste inevitablemente en considerar una ficción como cierta, de otra manera no sería ficción. Es en la forma de tratar a esa ficción cuando surgen las diferencias entre géneros, cuando puede recibir el prefijo de «ciencia» o no. La diferencia entre unas y otras se ha de establecer en función de la relación entre el supuesto de partida y el resultado extrapolado a partir de él. En caso de Lucy ha importado más mostrar a su exuberante protagonista que otros factores.

A esta circunstancia se le añade la confusión generada por usar un supuesto científico de forma seguramente incorrecta. Existen muchas incógnitas para las que la Ciencia no tiene respuestas y especular sobre ellas es admisible. Pero en este caso la comunidad científica tiene claro que el supuesto 10% de nuestro cerebro es incorrecto en el sentido que se hace en la obra, que es el conocido popularmente. Explotan esta confusión en lugar de matizarla. Incluso críticas de dentro y fuera del mundillo aumentan la confusión ya que en lugar de señalar hacia esta práctica incorrecta o a una extrapolación completamente fantasiosa, dirigen sus objetivos hacia el supuesto inicial, que si bien no es literalmente cierto, si que admite matices y es usado en otras obras de forma más respetuosa.

Pero lo importante tal vez para los aficionados es que nuestro cerebro es y seguramente lo seguirá siendo por un tiempo, uno de los más apasionantes campos de estudio, tanto para comprender su funcionamiento y el alcance de su potencial, como para crear sistemas de inteligencia artificial con los que tal vez algún día podamos comprendernos mejor a nosotros mismos. Pero sobre todo, para crear obras de ciencia-ficción que nos entusiasmen.


[Publicado posteriormente en Planetas Prohibidos]
[Publicado posteriormente en El sitio de ciencia-ficción]

5 comments:



) Elwin Álvarez Fuentes dijo...

Nuevamente has abordado un tema muy caro a la ciencia ficción y bastante interesante.
Aún no veo "Lucy" (y eso que me fascinan sus dos actores principales). La otra película que mencionas me gustó mucho y de seguro sabrás que originó una serie de ciencia ficción que viene a ser nada menos que una secuela de ella y que tengo entendido que es muy buena.
En el terreno de la literatura de ciencia ficción, una obra capital de este tópico viene a ser "Flores para Algernon". De seguro hay muchos otros grandes ejemplos, pero o bien se me van de la memoria o los desconozco.
¡Y a quién no le gustaría incrementar de la noche a la mañana su inteligencia!



) Lino Moinelo dijo...

He visto las dos, si no me equivoco, temporadas de la serie que mencionas. Y sí, es francamente buena. Tiene un bajón a mitad de temporada, pero luego se recupera. Te hace preguntarte constantemente sobre lo que significa realmente la inteligencia y hasta que punto nos define. Es un tema muy interesante, en efecto. La obra que mencionas no la he leído, pero me suena mucho ¡Me la apunto!



) Lino Moinelo [AFE] dijo...

Bueno, acabo de leer, más bien "devorar", el libro mencionado "Flores para Algernon". Lo fabuloso de este libro es la precisión desde un punto de vista psicológico, algo evidente cuando se conoce que su escritor es profesional de esta especialidad. Es espectacular como, partiendo de una premisa de ficción, se relata en primera persona las vivencias personales y profundas que ocurren en la mente de un ser humano de una manera asombrosa-mente realista. Es un ejemplo de aplicación de la ciencia-ficción como utilidad especulativa. Gracias por la recomendación. Saludos.



) Gerard Cuello dijo...

Hay un cuento de Ted Chiang sobre este temática, no recuerdo su nombre pero está contenido en la antología "La Historia de Tu Vida" que recopila casi toda su obra publicada. Es un cuento que me impresionó por qué apesar de no ser tan bueno como otros del autor, tiene un acercamiento novedoso del tema. Los individuos mejorados del relato tienen capacidades a la vez plausibles y originales. Una de las capacidades que adquieren es un mejor entendimiento del lenguaje corporal de los que les rodean, así como del suyo propio, con lo cual pueden generar reacciones controladas en los demás. Poseen una cada vez mayor consciencia y control de sus procesos biológicos y psicológicos, de cierta manera se administran a si mismos según su conveniencia. Es un relato cuyo mayor mérito es presentar una idea de inteligencia más amplia que la usual pero aún así es muy recomendable, como casi todo lo del señor Chiang.



) Lino Moinelo [AFE] dijo...

Hola Gerald. Lamentablemente no he tenido tiempo de leer nada de Ted Chiang todavía, pero lo que vengo oyendo de el es sin duda fascinante, como lo vienes a confirmar con tu interesante comentario. En efecto, coincido en que uno de los aspectos importantes de la ciencia-ficción cuando no se limita a mostrarnos un escenario, es cuando este se construye de manera plausible. Mi interés por este autor acaba de aumentar. :-)
Gracias y saludos.

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