image Las diferencias que a la luz de la ciencia actual existen entre una máquina inteligente (o que pretenda serlo) y un ser humano, parece que van a existir durante mucho tiempo, hasta que se produzca el descubrimiento de alguna nueva técnica de construcción y programación de ordenadores completamente distinta de la actual, y aún por conocer.

En el ámbito de la especulación de las relaciones entre el ser humano y esos entes artificiales creados a su semejanza, Isaac Asimov es probablemente uno de los autores de ciencia-ficción más conocidos por su aporte a dicha área del género, sin olvidar a Philip K. Dick o a la propia Mary Shelley, que trataron el aspecto más oscuro o dudoso de los límites éticos de la ciencia. Las famosas Tres (más una) Leyes de La Robótica, así como unos personajes basados en robots cuyo protagonismo en la obra del buen doctor es fundamental, son algunos de los principales iconos reconocibles en este aspecto.

avances-inteligencia-artificial Hay que decir que la visión de estos grandes autores de la ciencia-ficción era opuesta en algunos aspectos relacionados con la cibernética y la inteligencia artificial: Isaac Asimov cuenta en algunos trabajos suyos de divulgación, otra de las facetas reconocidas de este prolífico escritor, que la emulación del cerebro era tan solo una cuestión de tiempo y de tecnología. Suponía que la recreación del hardware, esto es, obtener mediante la tecnología un dispositivo que albergara la misma capacidad que todo el conjunto de neuronas del cerebro, sería suficiente para obtener algo muy similar a este órgano humano, que solo requeriría complementarlo con la programación adecuada. Dick o Shelley sin embargo, admitiendo igualmente la posibilidad de alcanzar la recreación o emulación de la mente humana, no eran tan optimistas con el resultado y cuestionaban la ética del fin a alcanzar.

No obstante, por lo general se coincide en dejar un estrecho margen insalvable que diferenciaría a los robots humanoides de sus homólogos naturales: la intuición, la empatía o cualquiera que sea esa chispa divina (sic) que nos diferencie. La aparición del término «no computable» gracias al trabajo de Alan Turing, ha dado carácter científico a esta diferenciación, y es la causa de muchos quebraderos de cabeza para los actuales investigadores en Inteligencia Artificial.

Stanislaw Lem Pero si hay un autor que ha mostrado su pasión por descifrar qué dificultades existirían y cómo sería un hipotético encuentro entre la especie humana y algún otro tipo de inteligencia, sea biológica o mineral, mecánica o energética, natural o creada por el propio ser humano, ese no es otro que Stanisław Lem (1921-2006). Desde sus Fabulas de Robots, hasta Fiasco, pasando por la conocida Solaris, Lem ha tratado este tema desde todas sus posibilidades, normalmente con una visión pesimista por la posibilidad de lo traumático y complejo que un hipotético encuentro de este tipo podría llegar a ser, pero con gran profundidad filosófica y científica.

Portada de Fiasco, Ed. Alianza Editorial Gracias a una recomendación del compañero Guillermo (Atreus), he descubierto a Fiasco, la última y más madura de las novelas de Lem mencionadas. En esta obra, el autor de origen polaco hace un derroche calculadamente excesivo de facultades descriptivas, de imaginación y de conocimientos. Aunque la novela trata del intento de la especie humana en contactar con otras inteligencias en el universo, Lem no pasa por alto el contacto con las inteligencias creadas por él mismo. Esto es así hasta el punto de que probablemente se encuentre en esta obra la mejor conversación entre un humano y una inteligencia artificial en el género de la ciencia-ficción, que logre reflejar tanto desde un escrupuloso punto de vista científico, hasta el meramente intuitivo, las diferentes capacidades y los respectivos límites de cada una de las mentes en cuestión: la del Hombre y la de la Máquina.


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Lino (Al final de la Eternidad)
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